Tocata y fuga

Gabriel Elorriaga Fernández (Diario crítico)

Cuando el gran músico Bach compuso su famosa «Tocata y fuga» no podía sospechar que, con el paso del tiempo, un político catalán compondría la «Tocata y fuga de Artur Mas«. La insistente y previa «tocata» fue demandar un pacto fiscal que, obviamente no encajaba en la Constitución. Pero, aun suponiendo que se retocase la Constitución para darle gusto, no significaría la existencia de un poder legislativo nacional dispuesto mayoritariamente a aprobar la concesión de un privilegio sin precedentes históricos a un territorio del Estado. Una exclusiva fiscal que recuerda a las atribuciones feudales que defendían los antiguos nobles en la Edad Media, consistente en exprimir por su cuenta a sus vasallos para luego pactar con la Corona, de poder a poder. Cuando las monarquías europeas establecieron el Estado Moderno se acabó aquel sistema, no sin que hubiese que desmochar alguna torre almenada. En un mundo globalizador y una Europa tendente a compartir una economía supranacional resulta incongruente este empeño en retroceder a fórmulas arcaicas, perniciosas para la unidad de mercado y limitadoras de espacios regionales, en situación ruinosa, sin contar con el beneplácito de la otra parte del hipotético pacto -lo que aún se llamaría España- que debiera asumirlo con los ojos cerrados y sin beneficio alguno, a no ser que Mas considere contraprestación suficiente dejar de organizar manifestaciones heterogéneas en las que se mezcla un pacto para medio marcharse con un independentismo para medio quedarse.

A la vista de que esta «tocata» no sonaba bien y en la manifestación convergían más «barras y estrellas» que clásicas cuatribarradas, el señor Mas moduló la «fuga», convocando elecciones anticipadas a la desesperada, tras gobernar desastrosamente solo la mitad del mandato para el que fue elegido con una mayoría relativa que ni le garantizaba aprobar sus Presupuestos. Esta «fuga» dice que conducirá al ejercicio de una autodeterminación «pacífica y constructiva», aun que es muy difícil imaginar que ningún proceso de desintegración de un Estado preexistente pueda ser «pacífica y constructiva» sino todo lo contrario. Esta autodeterminación -más política que económica por contraste con el pacto, más económico que político- no evitaría agravar la crisis con deslocalización de empresas, reducción de las exportaciones, desplazamientos de población profesionalmente cualificada y demás perjuicios para Cataluña. Tal proyecto -que se avergüenza de llamarse claramente separatista- se consagraría mediante un referendo inconstitucional, pues carece su promotor de competencia, amparándose en un sistema de consultas populares no vinculantes, sin otro control que el de sus propios manipuladores, cuyo precedente serían algunas pasadas consultas locales realizadas en algunos municipios muy contaminados de nacionalismo y que, a pesar de ello, solo lograron asistencias ridículas de empadronados, cuyos resultados no tendrían ninguna fuerza política ni jurídica, a la vez que ponían en evidencia la división de opiniones sobre el tema en cuestión.

Para rematar esta «fuga», el Sr. Mas anuncia que «logrados sus objetivos nacionales» -de Cataluña, según él, y del nacionalismo diverso según la opinión no mediatizada- se marcharía tan campante, sin aspirar a gobernar de nuevo. Que cargue después quien venga con el estropicio de una Cataluña colapsada, externamente aislada e internamente fracturada. La «fuga» sería completa y la irresponsabilidad absoluta. Esta huida hacia adelante iría por la sola dirección que saben los prebostes nacionalistas: mangonear más a menos gente y pavonearse exclusivamente en un espacio más pequeño. Una especie de nanotecnología política. No existiendo la deseada mayoría «indestructible» para esta reducción que imagina Mas, estaríamos en un camino hacia ninguna parte. Por ello el pragmatismo y «seny» de los catalanes, presumiblemente, sustituirá la partitura de la «tocata y fuga» por la de «El clavecín bien temperado». Puestos a tañer las teclas, se puede seguir tocando a la manera de Bach, con armonía, pero sin desafinar, a la manera de Mas

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