Dos palabras/ Lo que tendría que hacer Rajoy y no hace

Federico Quevedo( El confidencial)

Les decía la pasada semana que no había más alternativa al caos que la mayoría absoluta con la que cuenta Mariano Rajoy para hacer frente a los retos del país, y que la mezcla de paciencia y serenidad de las que hace gala el presidente es, probablemente, la mejor garantía en este momento de que el Gobierno no va a cometer ninguna locura y que las decisiones que tome serán el fruto de una profunda reflexión y de la convicción de que eso es lo que necesita el país. Nadie puede negar que el Gobierno está asumiendo un desgaste brutal y que si hoy hubiera elecciones anticipadas desde luego el resultado ya no sería el mismo y la composición del Parlamento resultante no tendría nada que ver con la actual.

Es más, de no haber obtenido el Gobierno mayoría absoluta hace un año a nadie se le escapa que a estas alturas, después de nueve meses de legislatura, estaríamos ya abocados a unas nuevas elecciones anticipadas de incalculables consecuencias en todos los sentidos: si con una mayoría absoluta la fragilidad e inestabilidad del país ya es más que patente, imagínense como sería con un Gobierno en minoría. Hay quienes, desde posiciones claramente antidemocráticas, opinan que hay que hacer dimitir a este Gobierno, disolver las Cortes, convocar un periodo constituyente, echar al Rey y montar aquí la de Dios es Cristo como si no tuviéramos ya bastantes problemas como para volver a replantearnos todo lo que hemos venido construyendo hasta ahora.

Son los mismos que instan a recuperar el calle el poder perdido en las urnas, que incluso convocan a una nueva revolución como si estuviéramos en manos de alguna clase de absolutismo dieciochesco… Lo que se hace, en el fondo, es deslegitimar el resultado de las urnas, la esencia misma de la democracia que es la decisión última del pueblo soberano que ha dado al Gobierno un mandato de cuatro años. Si el Gobierno lo hace bien, el pueblo le volverá a elegir, y si lo hace mal, no. Es más, incluso haciéndolo bien puede que no le elija, pero pase lo que pase el Gobierno tiene que cumplir con ese mandato, está obligado a ello por la mayoría. Si ahora se cuestiona su legitimidad no es porque haya cumplido o dejado de cumplir su programa electoral: eso, perdónenme, podríamos calificarlo de una inmensa chorrada si no fuera porque en efecto algunos de sus incumplimientos nos están afectando bastante al bolsillo.

Pero lo es porque no hay un solo gobierno de aquí a Lima que cumpla su programa electoral, ni siquiera están obligados constitucionalmente a ello. Es más, aquí en España todos han incumplido sus programa y nadie ha deslegitimado jamás los resultados de las urnas. Si se hace ahora no es más que porque se trata de un Gobierno del PP, y una determinada izquierda con una visión patrimonialista del poder intenta recuperar lo que equivocadamente cree que le pertenece. En definitiva, lo que pretenden estos profesionales del alboroto –movimientos antisistema, extrema izquierda y extrema derecha, sindicatos, etcétera- no es protestar por las medidas del Gobierno, lo cual sería perfectamente legítimo y de hecho a esas manifestaciones-concentraciones acude mucha gente de buena fe creyendo que se trata precisamente de eso, sino que lo que buscan es poner a su servicio todos los resortes del Estado y para conseguirlo necesitan forzar un permanente conflicto con el poder cada vez que desde el poder se quiere conducir al país hacia un modelo estable de gobernabilidad.

El consenso necesario

Dicho eso, lo cierto es que, como venimos diciendo en este post desde hace días, el país se enfrenta a una de las situaciones más complicadas que haya vivido en décadas y la pregunta es: ¿Esta haciendo Rajoy todo lo que debería hacer para resolver esta situación? Y la respuesta, tristemente, es no. ¿Porqué? Pues porque frente a quienes se amparan en el conflicto y la confrontación, el Gobierno debería hacer todo lo posible para buscar el consenso sobre aquellas cuestiones fundamentales que debería garantizar ese modelo estable de gobernabilidad. El hecho de tener una mayoría absoluta no necesariamente significa una garantía de estabilidad, y en situaciones tan extraordinariamente complicadas como la actual, desde luego no parece suficiente.

Este país necesita en este momento un gran pacto entre las dos principales fuerzas políticas que permita acometer una profunda reforma del modelo de Estado para adecuar sus estructuras a la realidad que se ha hecho tan dramática con la crisis económica, y que pueda hacer frente al desafío soberanista con la garantía de que nada de lo que ocurra en el futuro podrá ser alterado por la alternancia en el poder. Este país necesita un gran acuerdo contra la crisis económica que ofrezca un adecuado equilibrio entre las medidas de ajuste y las necesarias reformas, y el compromiso de incentivar el crecimiento económico y la creación de empleo. Y este país necesita un gran pacto en defensa de la democracia frente a los enemigos de la misma, pero para ello hará falta, seguramente, acometer cambios en la Constitución y en las leyes que garanticen un modelo de democracia más participativo, más transparente y menos partidista.

Sólo por ese camino volveremos a encontrar la paz y la estabilidad que parece que estamos perdiendo, y si no hacemos todo lo posible por encontrarlo, si desde el Gobierno no se dan pasos en esa dirección, y desde la oposición no se facilita al Gobierno que los dé, entonces seguiremos perdiendo el tiempo y viviendo bajo una amenaza permanente. Rajoy tiene la última palabra, pero Rubalcaba tiene la penúltima

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