El dinero no tiene patria

Pedro Sande García

Si les preguntará a ustedes que empresa se ha mudado de país debido a que la fiscalidad del estado en el que se encuentra ya no convence a sus directivos y
accionistas, casi con toda seguridad que me responderían que la empresa de la que estoy hablando es Ferrovial. Perdonen por este pequeño enredo, no me refería a la empresa española y además estaba pensando no en una sino en dos empresas, dos empresas holandesas que se han mudado a Londres después del Brexit. Y no son dos simples empresas, son dos grandes multinacionales. La primera es el conglomerado Unilever, líder mundial en productos de consumo con 51.000 millones de euros facturación. La segunda es la compañía Shell, una de las mayores empresas mundiales de hidrocarburos con unos ingresos anuales superiores a los 300.000 millones de euros. Estas dos joyas de la corona han abandonado los Países Bajos, además de por la fiscalidad, debido a que sus accionistas se han quejado de los impuestos, la inestabilidad legislativa y la dureza de las medidas de sostenibilidad empresarial que había en el reino de Holanda. Para que tengan una referencia de lo que son cada una de estas empresas les dejo el dato de las ventas de Ferrovial en el año 2020, algo superiores a los 6.700 millones de euros. Lo que ha pasado en los Países Bajos es probable que no sea el último caso, desde el Brexit las políticas fiscales son más generosas en el Reino Unido y esto llevará a que con el paso de los meses iremos viendo, si la UE no lo remedia, como empresas europeas cambian su sede a la capital Británica. Las que se queden dentro de la UE también moverán su sede a aquellos países donde les favorezcan las ventajas fiscales. No solo Holanda es
una receptora de empresas, Irlanda, país que recibió importantes fondos económicos de la UE durante la crisis financiera de 2008 es la sede de conocidas multinacionales tecnológicas, de consumo y farmacéuticas atraídas por sus ventajosas tasas impositivas.

En el medio de toda la vorágine informativa generada por la huida de Ferrovial me ha sorprendido un sondeo publicado en un diario digital de gran tirada donde la mayoría de los españoles encuestados mostraba más empatía por Ferrovial que por el gobierno.
Encuestas de este tipo son una manipulación de la realidad, puestos a preguntar yopropondría otros sondeos para averiguar a que muestran más empatía los encuestados, a una tortilla francesa o al gobierno, también lo haría con la misma tortilla francesa y con la oposición, y para superar el intento de adulterar la realidad cambiaría la tortilla francesa por un kilo de percebes. El ejemplo de la tortilla francesa lo he puesto por el poco aprecio que tengo por esa forma de preparar los huevos, no me ocurre lo mismo con los percebes.

Otra noticia sorprendente, también aprovechando la huida de Ferrovial, publicada en otro diario digital afirma que «un patriota es el que paga impuestos en su patria». Que quieren que les diga, parece que hay quien se cree con el derecho de autentificar lo que es un patriota. En nuestro país, España, con los patriotas ocurre lo mismo que con las banderas, los hay de todos los colores. Hay patriotas españoles, vascos, gallegos y catalanes. Hay patriotas de izquierdas y de derechas, y hay patriotas monárquicos y republicanos. Luego están los patriotas que ponen a la patria y a sus símbolos por encima de las personas y cuando esto ocurre y la historia, no solo la de nuestro país, nos lo ha demostrado, los seres humanos en nombre de la patria, al igual que con otros símbolos y
creencias, han dejado el camino sembrado de cadáveres y atrocidades.

España está llena de patriotas que se envuelven todos los días en banderas a los que nunca que he visto hacer ni la más mínima crítica hacia empresas que como Ferrovial ha decidido llevarse, por un puñado de monedas, su sede a los Países Bajos o a otros países. Esos patriotas tampoco muestran la más mínima crítica hacia muchos deportistas y artistas que se envuelven en la bandera de España y que, también por un puñado de monedas, han cambiado su residencia a lugares donde las exigencias fiscales les son más favorables.

Son muchos los ejemplos que nos muestran que el dinero no tiene patria. Al dinero le dan igual los símbolos, las creencias y las ideologías y también le da igual las personas. Pero no debemos olvidar que detrás del dinero están esas mismas personas, y que son estas, patriotas o no, las que toman la decisión de cambiar de patria fiscal por un puñado de monedas.

Cuídense mucho.

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