Ese desarme infame

Gabriel Elorriaga F. (Ex diputado y ex senador)

Al coordinador general de Bildu, Arnaldo Otegui, le parece “la gran paradoja” que no pueda existir un Gobierno “de progreso” en el Estado sin el sostén de las fuerzas que quieren marcharse de España. No debe sorprenderse tanto pues este Gobierno “de progreso” coincide con él en un mismo proyecto destructivo de España tal cual es, en la desintegración de una potencia esencial cultural y estratégicamente para un orden social basado en el humanismo occidental. Es decir, que España se convierta en otra cosa, como vienen intentando sus enemigos desde que se constituyó históricamente en unidad política. Propósito en que vienen fracasando reiteradamente, más por la baja calidad personal, cobardía y mentecatez de quienes lo intentan que por la fuerza y eficacia de quienes tienen el deber de defender “la integridad total de España”, como decía la “Cartilla escolar antifascista” de los republicanos tanto como las enseñanzas de los nacionales. En estos días, el famoso Otegui pudo contemplar la toma en consideración de unos Presupuestos Generales fantasiosos con un déficit público excesivo, un empleo renqueante y las numerosas incongruencias que plantea unas nuevas figuras impositivas. Unos presupuestos que nacen viciados por unas hipótesis de crecimiento ilusorias que ya van desmontando, una a una, todas las organizaciones internacionales.

Junto a esta toma en consideración nefasta se avanzó en el desarme del Estado con una proposición para borrar el delito de sedición del Código Penal y, quizá, del delito de malversación, envalentonando a los conocidos delincuentes juzgados por sus acciones contra la unidad del Estado o contra la correcta aplicación de los fondos públicos. A partir de ahora, despenalizada la traición y el golpismo territorial, cualquier organismo autónomo podrá declararse insumiso y separado del Estado sin correr peligro de sanción penal. Todo un empeño para arrinconar a la justicia en el trastero de los muebles inútiles y para lavar conductas políticas indignas, además de prepararnos para la comunión con los disparates sobre familia, sexo o animalismo que desproporcionan y desencajan la arquitectura jurídica nacional. Como guinda de la tarta tóxica se incluye ceder la retirada de la Guardia Civil de las carreteras navarras por pactos de mafia política. Todo vale para el convento progresista que no es una jaula de locos, como aparenta, sino una secta agresiva que no se conforma con la desprotección del orden constitucional sino que avanza hacia la desnaturalización de la familia y hacia la deformación de las mentes infantiles. Es un camino hacia la trituración de una sociedad que se resiste, con excesiva resignación y con excesiva confianza en un cambio de orientación que vaticinan las próximas convocatorias electorales.

Los llamados “barones” del PSOE han derramado lágrimas de cocodrilo alegando que se distancian de sus socios por el asunto de la sedición o el “solo sí es sí”. Emiliano García-Paje, presidente de Castilla-La Mancha y Javier Lambán, presidente de Aragón, ante los micrófonos y para tranquilizar a los santos inocentes de sus parroquias de votantes, pero no fueron capaces de convocar a los parlamentarios de su Comunidad y advertirles de que su partido en su territorio no se identificaba con la posición del Gobierno de coalición y que, aun respetando la disciplina libremente aceptada de su grupo parlamentario, esta disciplina no llega al punto de incumplir la norma constitucional o el voto en conciencia que impide que estén ligados por mandato imperativo ¿A qué venía esa aparatosa puesta en pie de los diputados socialistas para expresar una unanimidad sin contrastes con una gesticulación muda más propia de parlamentarios hitlerianos? Solo faltó que cantasen a coro la Internacional ¿No fueron capaces estos “barones” de decir a sus parlamentarios que se atuviesen a las consecuencias de su borreguismo a la hora de las próximas elecciones, tras traicionar los sentimientos de sus electores?

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