José Perales Garat
Pues sí, voy a hacer publicidad gratuita, aún a riesgo de que el director de Galicia Ártabra Digital me baje el sueldo o, peor aún, me despida definitivamente. Don Pedro, no se lo tome usted a mal: haré todo lo posible para que lo que en estos momentos escribo, revierta en nuestro querido medio de una forma u otra, pero es que hay veces que nobleza obliga.
Quiero comentaros mis impresiones acerca de la edición de este año del Tapéate Ferrol, motivo por el cual me he entremezclado discretamente con la muchedumbre: ya sabemos todos que es imposible hacer una tortilla sin romper un huevo. Durante el transcurso de mi viaje de estudios, mis pasos me llevaron a una nueva propuesta en el local que antes ocupaba El Sur en la Calle Magdalena y que ahora es regentado por una pareja de brasileños bajo el nombre de La Burguer Famosa, una simpática propuesta de hamburguesas y algunos platos brasileños que rompen un poco la monotonía de la algunas
veces algo monolítica propuesta local; aunque pueda parecer poco novedoso preparar hamburguesas, el hecho de que cada una lleve su propia receta de carne, pollo, pescado o vegetales, que las salsas sean todas artesanales o que los bollos (también caseros) sean de colores, me parece lo suficientemente interesante como para recomendar una visita a un local que apenas lleva un par de semanas abierto.
Sigo con la publicidad gratuita: Campo Capela consigue dos oros y una plata en el Salón Europeo del Queso de Sevilla, ahí es nada, y lo hace apenas unos días después de lograr un bronce en el World Cheese Awards, competición en la que esta pequeña cooperativa del Eume ya es veterana y en la que ya acumula varias distinciones a pesar de ser una agrupación de productores relativamente pequeña. Este premio se une a otros muchos que avalan su buena gestión, de lo cual no puedo más que alegrarme.
Lo mismo ha pasado recientemente con las empresas gallegas Aceites Abril y Coren: ambas empresas han logrado varias distinciones que las van encumbrando como referente a nivel nacional, en un mes en que Hijos de Rivera ha decidido volver a hacer una potente inversión en los vinos gallegos, destacando su apuesta por la uva branco lexítimo de las tierras de Betanzos.
La gastronomía gallega se mueve y hemos conseguido nuestro segundo “dos estrellas” Michelin y Ferrol se lleva cinco recomendaciones, entre las que destaca el bib gourmand de Frank.
También me gustaría recordaros los próximos centenarios de El Rápido y Cafés Amador, que ya envía café urbi et orbe, y resaltar que las patatas de Bonilla a la vista, nacidas en Ferrol, se están convirtiendo en referente en el extranjero, a donde viajan sus latas para deleite de propios y extraños.
Y ahora la traca final: hubo una época hace unos años en la que viajaba en avión relativamente a menudo por motivos profesionales; una de las compañías que solía utilizar, editaba una de esas revistas de viajes en las que se habla un poco de todo, y leí un artículo en la que se entrevistaba a un nuevo maestro destilador que había fichado DYC, la destilería fundada en 1959 por Nicomedes García en Palazuelos de Eresma. El buen señor (el nuevo maestro, no don Nicomedes) explicaba que la utilización de las aguas del Molino del Arco y los excelentes cereales de Castilla y León habían sido el motivo de la creación de la destilería, y que si no se hacían whiskys mejores que los escoceses no era por falta de mimbres, sino por los métodos utilizados, y anticipó que una vez perfeccionaran sus procedimientos, sus espirituosos se pondrían necesariamente al nivel de los mejores del mundo. De aquello han pasado unos quince años, y hace unos días la empresa lanzó su apuesta por colarse en un segmento de calidad que pocos licores españoles han alcanzado fuera del ámbito del Brandy de Xerez (tal vez la ginebra Nordés y poco más, en mi opinión).
Un whisky puro de malta de quince años y otro de diez con doble envejecimiento en roble no son sino otro paso más de una destilería que a muchos nos acompañó en la juventud, y que nos convirtió en gente sin complejos para ahora invitarnos a sentirnos orgullosos de lo nuestro, y permitidme que lleve de nuevo a la burra al trigo: nuestros cereales, nuestras aguas, nuestros agricultores, nuestras barricas, nuestros robles, nuestros toneleros, nuestros
transportistas, nuestros maestros… hasta los que hacen las botellas y las etiquetas refuerzan el hecho de que tenemos cosas nuestras de las que sentirnos orgullosos -sin complejos- que nos hacen confiar un poco más en una buena gente que, hace sesenta y tres años, decidieron emular a los escoceses en la elaboración de una bebida espirituosa de fuerte gradación alcohólica y que, al menos para mí, son un ejemplo de que las cosas pueden hacerse bien si tienes la perseverancia necesaria para ello, y ya no hago más publicidad, pero qué bonito es comprobar que muchas veces lo único que nos hace falta para madurar, es que pase el tiempo y tener ganas de hacerlo. Y creer en nosotros mismos, ese defecto del que tantas veces adolecemos a este lado del Golfo Ártabro.