¡Me duelen las telas del corazón,
¡Se me salta el corazón del pecho!
No callaré…
Se anuncia quebranto sobre quebranto”
(Jr 4,19-20)
José Carlos Enríquez Díaz
Nosotros, los que venimos de la tradición católica y queremos avanzar con ella, tendremos que insistir en la “roca” de Pedro, una roca convertida en manantial del que proviene el agua de Jesús, recuperando, al mismo tiempo, el testimonio de las mujeres, a las que a veces hemos llamado con desprecio las “marías”. La iglesia es como un río que a lo largo de tiempos y lugares ha venido recogiendo aguas de diversos afluentes, que han enriquecido pero también amenazado el curso de su vida. Por eso es necesario volver a la fuente de Jesús que dijo “quien tenga sed que venga a mí y que beba… porque de su seno brotarán corrientes de agua viva” (cf. Jn 7, 37).
Jesús actuó siempre potenciando la libertad. “Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2 Cor 3,17) Esta libertad es un don del Espíritu para quienes luchan contra cualquier tipo de opresión. Por eso es visto el Espíritu como el “pater pauperum”, el padre de los oprimidos y de los empobrecidos que padecen la servidumbre y anhelan la libertad. Es el Espíritu quien confiere la fuerza para resistir y sobrevivir y nos da el coraje necesario para la liberación; quien rompe las cadenas; quien suscita en los empobrecidos del sistema opresor la creatividad para abrir nuevos caminos… El Espíritu “dirige el curso de la historia”… renueva la faz de la tierra y está presente en la evolución humana” (pablo VI, octogésima Advienes, n. 37). El apóstol pablo veía en el espíritu una fuerza liberadora el régimen de la circuncisión y garantizaba el acceso a Cristo (cfr. Gal 4,67; 5, 22,25).
¿No Deberíamos ver hoy la actuación del Espíritu Santo en todos los evangelizadores que tratan de recuperar la novedad evangélica y liberarla de la sumisión a una romanidad mal entendida y que funciona como un trasunto de la antigua circuncisión?
A veces los fundamentalistas católicos son importantes líderes de las campañas anti-abortistas, pero los temas relativos a la justicia social son desdeñados, y quien se implica en ellos es calificado de “liberal irresponsable”. Su premisa es que la historia debe ser rectificada, y la Iglesia rescatada de los “peligrosos modernistas” y devuelta a su “dorada era anterior del Vaticano II”
“El espíritu es la movilidad de la Iglesia, su desinstalación permanente, el elemento desaosegador que la impulsa a recorrer siempre de nuevo los caminos de los diversos pueblos.” (Leonardo Boff, “La iglesia, sacramento del Espíritu Santo»)
Tiene razón el Obispo de Mondoñedo Ferrol, Fernando Cadiñanos, cuando afirma: “La formación sociopolítica en la Iglesia es muy urgente, porque nos jugamos que la presencia de lo cristiano se vea reducida a la nada a nivel social y cultural. Es importante que los cristianos estén presentes en la política y la economía, y generen una nueva cultura más acorde con la enseñanza social de la Iglesia” «Como Iglesia tenemos que ser cercanos y levantar esa voz de atención, cercanía, de reivindicación del trabajo digno. Es un tema clave», señala en una entrevista en un diario gallego. «Creo que se nos avecina un otoño caliente desde el punto de vista económico, con una crisis barruntando y tenemos que estar cerca no solo con Cáritas en su dimensión asistencial, también a nivel de promoción de nuestro trabajo, de reivindicación y de incidencia política” Las palabras de Fernando Cadiñanos se identifican fácilmente con el grito de Jeremías al contemplar la destrucción de todo lo que él e Israel amaban. Y la tristeza de Jeremías es aún más intensa, porque muy pocos dirigentes oficiales la comprenden o simpatizan con él.
“¡Mis entrañas, mis entrañas! ¡ Me duelen las telas del corazón, ¡se me salta el corazón del pecho! No callaré… Se anuncia quebranto sobre quebranto” (Jr 4,19-20)
Los evangelizadores comprometidos como Fernando Cadiñanos perciben el letargo, la inercia pastoral y la apatía, la pérdida de oportunidades de evangelizar un mundo en el que la gente está ansiosa de sentido y el retraimiento de tantos dirigentes eclesiales que huyen del desafío de escuchar y evangelizar haciendo una pastoral comprometida con el pobre y el oprimido.
Los teólogos de la liberación han recordado con frecuencia que la misma contemplación, la oración de los espirituales de la liberación se expresa, se traduce -se comprueba sobre todo- en las prácticas no sólo sociales sino en las prácticas explícitamente políticas.
Para que la caridad no se quede en «compasión» distante, o en «benevolencia» intermitente o transitoria, debe ser solidaridad política. Sólo así será verdadera caridad. Sólo así amará al hermano en la realidad en que el hermano vive. Sólo así ayudará al hermano de un modo eficiente.
Recordemos la palabra de Pablo: él, Cristo Jesús, siendo rico, por nosotros se hizo pobre (Fil 2, 6ss). «Se hizo»: desencarnamos totalmente esa palabra si la pretendemos entender en un sentido sólo espiritual. ¿Qué significa «se hizo»?
Jesús se encarnó y se hizo hombre entre nosotros. Esto Supone todo un proceso histórico: su modo de vida, sus conflictos, su ubicación geopolítica, cultural… todo lo que él realmente vivió.
No es el momento de ser unos acobardados y pesimistas miembros de la Iglesia, aunque tal tentación es comprensible en estos tiempos. Lo que Juan Pablo II afirma que requiere la lucha por la justicia en el mundo también es aplicable aquí: “No hay justificación para la desesperación, el pesimismo o la inercia… La libertad para la que Cristo nos ha liberado ( cfr Gal 5,1), nos impulsa a ser siervos de todos” ( Juan Pablo II, Socillitudo rei socials, n 46).
Todos nosotros, mediante el bautismo, tenemos legítimamente derecho y obligación de exigir que la Iglesia sea responsable de los valores del Reino. No necesitamos permiso de nadie, sino que somos llamados a actuar con “el amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, modestia y dominio propio”, de los que Pablo habla a los Gálatas (Gal 5,22.) No hacerlo así es ser infiel al liderazgo de Jesucristo.
Excelente reflexión, Gracias José Carlos, por compartir, extrañando esos artículos. Bendiciones.