Cuaderno de Bitácora: Un mundo feliz

Ana Rodríguez Masafret

El Covid llegó a nuestras vidas de sorpresa y a hurtadillas. En nuestra memoria colectiva quedará imborrable la angustia y el sufrimiento de las muchas muertes que se ganó en una primera ola salvaje, en la que el miedo se apoderó de todos nosotros.

Se hace imposible olvidar esos días de obligado encierro, en los que la televisión, era casi nuestra única ventana al mundo. Los aplausos a las ocho de la tarde desde los balcones de casa nos unían en el hilo invisible de la solidaridad con nuestros sanitarios y con todos los que en la UCI vencían o perdían en soledad su lucha personal frente a la muerte.

Nuestro mundo hedonista y de consumo, se veía truncado por un virus letal que no hacía diferencias entre ricos o pobres, entre jóvenes o mayores. Resultó lógico poner todas y cada una de nuestras esperanzas y esfuerzos en encontrar esa “fórmula mágica” que nos permitiera volver a la normalidad de nuestras vidas. La lucha del mundo científico y de las farmacéuticas para encontrar la salida se seguía con expectante interés de forma global. Y en esa carrera a contra reloj se tomaron atajos y se dejaron de dar muchas explicaciones, pues el fin justificó los medios.

Y llegaron las tan esperadas vacunas, vinieron del brazo de contratos secretos en los que las farmacéuticas al igual que Poncio Pilatos, se lavaban las manos en caso de complicaciones. La lucha soterrada, los intereses comerciales inconfesables, la falta de transparencia y de información generó confusión e incertidumbre: vacunas distintas para distintos sectores de edad; dosis que de pronto se dejaban de suministrar por ciertos riesgos para la salud de las personas; informes y estudios que aseguraron que eran compatibles la mezcla de diferentes vacunas y un largo etcétera.

Entre el caos informativo, y la magistral y variada diversidad de normas de prohibiciones y de restricciones dictadas por esos pequeños tiranos reyezuelos que nos gobiernan, que llevan dos años viviendo su agosto con un chute de poder omnipresente, la sociedad se ha adormecido y aquietado. Y nadie se sorprende o viene a cuestionar la disgregación y discriminación normativa, mediática y social de las personas que han decidido no vacunarse. El ataque salvaje e injustificado a los derechos individuales no tiene parangón.

Una persona de mi entorno cercano, el otro día me dijo que «unha situación de pandemia é unha boa chave para abrir moitas portas» ¡Que razón lleva! Nunca sabremos con certeza si este virus maldito, fue producto de un accidente o de un calculado experimento mundial, pero lo que no me cabe la menor duda, es que la reacción de la sociedad ante la presión y el miedo es digna de estudio, ¡un buen experimento de laboratorio! Se han conculcado nuestros más elementales derechos, se nos ha limitado nuestra libertad y seguimos alimentándonos del “soma” de Aldous Huxley.

La sociedad abierta, democrática, tolerante y evolucionada, que se enfrenta a la injusticia y lucha contra la intolerancia es ya un espejismo pues una vez abierta la Caja de Pandora el futuro de la humanidad deviene incierto e inquietante.

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3 comentarios

  1. ¡Cuanta razón tienes!
    Que bien viene el miedo para ocultar la negligencia y la inutilidad.
    Que bien se gobierna sin oposición y con el miedo con herramienta.
    Que fácil es manejar a una sociedad adormecida cuya voz está silenciada por el dolor por los que se han perdido, el miedo a seguir perdiendo y la tan necesaria mascarilla.

  2. Tienes todas la razón, si todos tuvieramos la mente igual de abierta otro gallo cantaría y a la clase política le iba a hacer frio.

  3. ¿Y como se soluciona si no es con vacunas? Quizás con alguna magufada como beber lejía o alguna chorrada similar.

    Ya que usted es licenciada en derecho sabrá muy bien como se tratan los temas de salud pública, cuando uno es un peligro para los demás termina su libertad individual, si usted tuviese Evola (Dios no lo quiera) se le confinaría de forma forzosa ya que su libertad de circulación es un interés menor que el interés general de no exponer a la población a un peligro como un infectado de Evola.
    Por suerte el covid no es el Evola pero el interés general prevalece respecto al egoísmo individual.