Sabores ártabros-Museos gastronómicos

José Perales Garat

Pues en absoluto voy a hablar de eso que se viene llamando ahora “templos gastronómicos”, sino de los museos de Ferrol y su relación con la gastronomía. ¿Que por qué? Pues porque, como ya os advertí al principio, el patrimonio ferrolano y el Camino Inglés llevan bastante tiempo ocupando gran parte de mi tiempo y creo que la gastronomía, como actividad humana primigenia, es parte del patrimonio de la
humanidad y ha condicionado su evolución a lo largo de nuestra efímera existencia como especie.

Casi cualquier excavación o expedición arqueológica que se precie, acaba obteniendo como resultado una profundización en los hábitos alimentarios de los actores implicados, y por eso sabemos qué comían los neandertales o cómo cultivaban los romanos; en Ferrol, en mayor o menor medida, una visita a cualquiera de nuestros cuatro museos puede ser relacionada con la alimentación.

Empecemos con el Museo Naval, por ejemplo: ya no es sólo que su sala de vida a bordo nos explique lo que se comía y cómo se comía, sino que en la de las grandes expediciones se puede intuir cómo la ruta hacia la Especiería se buscaba abaratar los costes y garantizar el suministro de todas esas cosas que hoy se hacen tan cotidianas, como pueden ser el clavo o la pimienta. En el museo se nos cuenta que en esos barcos se consumían unas galletas, e incluso podría contextualizarse con los molinos harineros de nuestros ríos, que en algunos casos y gracias a su interacción con la Real Armada, se convirtieron en los de mayor producción de todo el país. La Ilustración era así: los muy avispados pensaban en todo, también en el condumio, y por eso hicieron todo lo posible por garantizar su suministro para nuestros bravos marineros, que se llevaban los panes, empanadas o galletas fabricados gracias a los molinos de las
Aceñas, Jubia, Esmelle o de cualquiera de los otros que salpican nuestra comarca. ¿Y algo más? Pues nada menos que las artes de pesca, los diferentes barcos o incluso una romería de la Virgen del Carmen.

¿Se intuye la gastronomía? Creo que queda dicho ¿No? Y eso por no decir que de América -y por barco- llegaron a Europa la patata, las alubias, el pimiento, el tomate, el cacao y el maíz… cosa que tal vez podría explicarse en el museo por si alguien no ve la relación con nuestro día a día.

Subamos ahora a Canido, a esa magnífica Aula de la Naturaleza de la Sociedad Gallega de Historia Natural. ¿Nos queda alguna duda de que la gastronomía y la naturaleza están intrínsecamente unidas?
Esos peces, mariscos (los cetáceos que se los papan), esa orografía, esos animales que seguramente fueron degustados por los ártabros en sus banquetes en honor a Lug o a Tutatis, esos nogales, robles o castaños que servirían de forraje o alimento: Sí, todo en nuestra ría parece especialmente diseñado para favorecer una dieta rica y variada, e incluso tenemos que legar a la conclusión de que esos relieves sinuosos, la
pluviosidad y la temperatura favorecen de alguna manera a los productos del mar y que esos bosques que nos rodean eran condición sine qua non para poder construir esos barcos que acabamos de dejar en Herrerías… pues fijaos que no me parece fuera de contexto pensar en cuántas cosas que se comen están en sus salas.

Y volvamos a Herrerías, pero esta vez a EXPONAV: gran cantidad de los modelos que se exhiben están directamente relacionados con la pesca, y además el museo termina con una muestra de la evolución de las condiciones de vida en los barcos desde la ilustración hasta la actualidad. Puede parecer reiterativo, pero uno de los principales problemas que se encontraron los antiguos navegantes es que dependían de la
alimentación para sus navegaciones, con lo que la industria naval fue evolucionando conforme se descubrían nuevas formas de conservar la comida… a ver: yo de pequeño estaba convencido de que los marinos pescaban a diario y comían lo que iban consiguiendo, pero luego con los años fui descubriendo secretos extraordinarios como que los vikingos no pudieron alejarse de su casa hasta que descubrieron cómo salar el bacalao o que los marineros vizcaínos inventaron el marmitako utilizando los alimentos que podían conservar durante bastante tiempo.

Y ahora continuemos nuestro paseo hacia la Exposición Permanente de la Semana Santa, pensando en cómo iban a mantener la abstinencia de carne los fervorosos católicos practicantes sin ese bacalao de los vikingos, sin esa naturaleza, sin esa pesca… y en cómo se agudizó el ingenio hasta inventar alimentos tan redondos como las torrijas, que no serían posibles sin ese pan que se hacía gracias a que la real Armada necesitaba alimentar a esos bravos marineros…

Pues ahora relacionando todo podemos pensar que una empanada de zamburiñas tan cuaresmal, ese bacalao con garbanzos, esa potaje de vigilia e incluso esas torrijas no serían posibles sin el concurso de todos eso que nos enseñan esos museos de la ciudad, y tal vez os unáis conmigo en el deseo de que el próximo museo que va a abrirse en el molino de Jubia, que “permitió que pudiera abastecerse de harina Ferrol y comarca, incluyendo la tropa, presidiarios, oficialidad de mar y tierra, y los muchos operarios y jornaleros de todas las clases empleados en la construcción, carenas y armamentos de los buques de Su Majestad, que se consideran exceden ya de treinta mil personas” (además de exportar importantes excedentes), para lo que fue necesario construir dos mil barriles al año, de siete arrobas y media cada uno (lo que totaliza 172.500 kg de harina anuales), y siempre teniendo en cuenta que para abastecerse del trigo necesario, se importaba cereal de Bayona, Burdeos, Londres, Amsterdam, Hamburgo, San Petersburgo y Filadelfia… y digo yo que, para todo eso, se necesitaría mucha madera, y algún que otro barco ¿No?

A veces soy tan plenamente consciente de que lo único que me hace dejar de pensar en comer es comer, que me imagino en un aquarium viendo nadar a raciones de parrochitas fritas, besugos al horno con sus patatitas o un dorado marrajo a la plancha, pero otras creo que no estoy tan equivocado cuando pienso que los que sostienen que la base de una vida sana es la alimentación, a veces olvidan que la alimentación es la base de la vida, y que ha evolucionado de una forma al menos igual de portentosa que cualquier otra actividad surgida del ingenio humano… ¿No creéis que se merecería un museo por sí misma? Pues tal vez no haga falta, porque en realidad está implícita en la inmensa mayoría de ellos.

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