La mesa de los Pericos

Gabriel Elorriaga F. (Ex diputado y ex senador)

 A fines de septiembre, Pedro Sánchez Pere Aragonès   pondrán su mesita para dialogar sobre el futuro de España según las demandas del desangelado secesionismo catalán. Sánchez afirma que dirá que no a lo que ya se sabe que le van a pedir: amnistía y autodeterminación. Su palabra vale muy poco pero, si fuera así ¿Para qué poner la famosa mesita? Si no es así ¿Para qué sigue engañando a los españoles, incluidos los diputados de su propio partido? Pues porque habrá ganado tres meses más de estancia en la Moncloa y después, ya se verá. Son los cálculos cortoplacistas de un aventurero de la política. Son tres meses sin control parlamentario durante los cuales los futuros misteriosos miembros de la mesa, previstos por cada Pedro, realizarán contactos discretos, con doblez y agenda oscura, sin contar con las auténticas representaciones institucionales del pueblo. “Todo por el pueblo, pero sin el pueblo” pensarán estos Pedros como los próceres del despotismo ilustrado, pero sin Ilustración digna de tal nombre. Son las marrullerías cortoplacistas de dos aventureros de la política que no piensan ni en España ni en Cataluña sino en la prórroga de sus posiciones de Pericos tramposos.

Esta nación no ha nacido para que le resuelvan sus problemas en una mesita porque tiene unas Cortes Generales formadas por dos Cámaras, Congreso y Senado. El Congreso es elegido por todos los españoles atendiendo a criterios de representación proporcional y el Senado atendiendo a criterios de representación territorial. Ambas cámaras, además de legislar y aprobar los presupuestos, son las instituciones de debate de los asuntos públicos de interés político. Pueden delegar en comisiones legislativas o no legislativas, de investigación, o comisiones mistas de Congreso y Senado. Son estas instituciones y la representación que ostentan las llamadas a debatir asuntos de la importancia de una supuesta controversia sobre las relaciones entre una Comunidad Autónoma y el Estado y no ninguna mesita seleccionada entre amigos de un Gobierno central y un Gobierno autonómico procedentes, en cualquier caso, de determinados partidos políticos en exclusiva que solo representan unos sectores parciales de opinión pública.

Que Pedro Sánchez y Pere Aragonès hayan decidido, tras dos horas y media de profundas conversaciones de tú a tú, designar con sus sucios dedos los miembros de una mesa como si se tratase de organizar un banquete o como mucho, de constituir el consejo de administración de una empresa comercial, es una burla al sistema constitucional que ha permitido elevar a la condición de presidente del Gobierno y de presidente de la Generalidad a dichos señores Sánchez y Aragonès. Es una burla y una traición más grave que los indultos, que las sediciones y que las malversaciones. Es un insulto al resto de los presidentes de otras comunidades a los que no se les conceden opciones de organizar mesitas de esta naturaleza y a los que se les convoca en ocasiones para reflexionar juntos sobre asuntos de esta naturaleza bajo pretexto de coordinar gobernanzas de buena coexistencia sin forzar desigualdades humillantes entre unos y otros. Es vergonzoso que sobre o bajo el tablero de la hipotética mesita se puedan acordar beneficios económicos para unos a costa del peculio común de los no invitados a sentarse en la dichosa mesa.

Una sociedad democrática de calidad no puede ser dirigida por el criterio de un “lobby” de partidos separatistas, cada uno minoritario y entre todos mal avenidos, solo porque este grupo disponga de unos escaños en el Congreso de los Diputados que resulten necesarios para mantener en el poder a una coalición de Gobierno carente de mayoría propia para garantizar su propia estabilidad. Nada que se construya sobre ideas nacidas en esa mesita tendrá legitimidad alguna para pasar a convertirse en futuras normas legales por su vicio de origen. Pero, por si fuera poco el escarnio, los previsibles miembros del costado catalán de la mesa ya tienen anunciado por adelantado que no se darán por satisfechos en ningún caso por los acuerdos que no contemplen la independencia republicana, aunque sí admitirán las ventajas económicas o los pasos graduales que les pudieran convenir en su camino de desintegración. La reacción de los sectores constitucionalistas, hoy mayoritarios en la opinión pública española, deben preparar desde ya su campaña de oposición y rechazo a los acuerdos, sean cuales fueren, de estas mesitas particulares, enfrentándose a sus intenciones en nombre de las instituciones y poderes representativos del pueblo español en su conjunto. Deberán hacer resonar cada día que nada de lo que pueda acordarse en la mesita de los Pedros será aprobado por las mayorías suficientes para dar validez de normas legales a las traiciones de dos Periquitos. Debe proclamarse, claramente, que nada que se acuerde a partir de dicho “petit comité” será válido en un inmediato futuro.

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