Pedro Sande García
Se preguntarán ustedes cual es la razón de que haya tardado tanto tiempo, desde las últimas campanadas con las que hemos despedido al nefasto año 2020 y hemos celebrado con cierta esperanza la llegada del año 2021, en escribir este artículo. Quizás fuera cierta pereza pasajera que les aconsejo que practiquen de cuando en cuando.
En la primera semana de este mes de enero había comenzado a escribir algunas frases que me valdrían para la elaboración de este artículo. Lo primero que se me vino a la cabeza es la lucha, a veces encarnizada, en la que llevo involucrado desde hace muchos años, contra las curvas que se adhieren sobre mi zona abdominal. Son curvas desafiantes que se enroscan sin pedir permiso, desechables desde cualquier punto de vista tanto estético como de confort. Mis curvas no tienen nada que ver con esas curvas suaves y elegantes que muestran algunos cuerpos que, de forma natural o esculpidos a base de trabajo y constancia, muestran una estética envidiable. Ni las mías ni las que acabo de ensalzar nada tienen que ver, lo digo para evitar confusiones, con esos grotescos cuerpos de curvas macizas, donde asoman piernas y brazos que pretenden ser columnas de mármol que cuando sostienen a un templo griego o romano lo hacen de manera exquisita, pero cuando lo hacen para sostener un cuerpo humano son un atentado contra el buen gusto. Termino esta introducción aclarando que mi preferencia estética incluye tanto a los cuerpos masculinos como a los femeninos y puntualizo, para evitar inútiles elucubraciones, que nada tiene que ver con mis preferencias sexuales.
¿Y todo esto que acabo de contarles que tiene que ver con las campanadas de fin
de año? Perdonen que aún no me haya centrado pero cuando uno escribe, tanto un
artículo como una historia, estos toman vida propia y son capaces por si solos de
transformar en palabras lo que el escritor quiere expresar.
Desde el pasado día 31 de diciembre de 2020 llevo preguntándome, sin llegar al nivel de obsesión, si la evolución de los gustos de los espectadores tiene algo que ver con la evolución del país. En este caso en concreto me estoy refiriendo a la elección del programa de televisión donde se suelen ver las últimas campanadas. Según los estudios de audiencia, la cadena más vista, de nuevo, ha sido la 1 de televisión española con un 29,3% de cuota de pantalla, esto podría indicar que somos un país de tradiciones.
Lo que me llamo la atención, y de donde surgió la curiosidad de saber si tiene algún significado, fue el nuevo record de audiencia que ha tenido el programa presentado por el famoso cocinero, Alberto Chicote, y la presentadora Cristina Pedroche. Un programa que año tras año sigue subiendo su cuota de pantalla hasta alcanzar el 26,6% de la última retransmisión.
¿A que conclusión se llegaría si los sociólogos se dedicarán a analizar la evolución de la sociedad española desde la capa de Ramón García hasta los minivestidos de Cristina Pedroche?. Da un poco de miedo pensarlo, podríamos llegar a la conclusión de que somos una sociedad más pícara o lo que es algo mucho más preocupante, que somos una sociedad más hortera. No es que Ramontxu con su capa fuese un dechado de elegancia pero lo de Cristina Pedroche con su «mascarilla» me pareció de un gusto horrible. Desde las botas hasta las más de dieciséis mil piedras del vestido fueron una falta de respeto a la elegancia y a la mesura que debe presidir el atuendo de una despedida de año, mucho más cuando se trataba del aciago 2020. Quizás hubiera sido mucho mejor que no se quitara el edredón con el que escondió el vestido. En cuanto al homenaje del vestido a las mascarillas me pareció otra falta de respeto, las mascarillas son humildes trozos de tela que nos tapan y protegen y su «mascarilla» no era para nada humilde y lo único que hacía era destapar líneas rectas y dejar entrever las líneas curvas de los pechos de la presentadora.
Tengo que decirles que mi objetivo al principio de este artículo era dejar que fueran
ustedes los únicos que usarán calificativos, pero como ya les he comentado mis palabras están siendo dirigidas por una mano invisible, creo que es la mano invisible de mis convicciones. Antes de terminar, no quiero olvidarme de comentarles que espero que hayan descubierto la relación entre las curvas de las que hablé al principio de este artículo y las campanadas de despedida del año 2020, a mí me empieza a costar trabajo.
En las dos últimas semanas del mes de enero de 2021, cuando estoy terminando
este artículo, estamos llegando a registros record en afectados por el coronavirus, y de
nuevo me hago otra pregunta ¿tendrán algo que ver las actuales tendencias de los
espectadores con la evolución de la pandemia? En este caso no he permitido que sea la mano invisible la que decida lo que escribo, esta vez dejo que sean ustedes los que respondan a esta cuestión. Cuídense.