El Paraíso perdido

Julia Mª Dopico Vale

“El Paraíso Perdido” es el sugerente título con el que la Real Filharmonía de Galicia presentaba el pasado jueves su concierto semanal de abono bajo la batuta del director titular y artístico, el maestro Paul Daniel y en el que se interpretaron las obras Dark, with excessive bright – Oscuro, con brillo excesivo-, de la estadounidense Missy Mazzoli (1.980), Gratulantes, de la compostelana y ferrolana de adopción Sofía Oriana Infante (1.989) y la Sinfonía nº 8 en Sol Mayor, op. 88 de Dvoràk (1.841-1.904), el compositor checoslovaco más destacado, junto a Smetana.

También es “el paraíso perdido” el poema de John Milton en el que se inspiró Missy Mazzoli para escribir su música: “Emperatriz de este hermoso Mundo/Esplendorosa Eva, me es muy fácil/decirte todo lo que tú me mandas/ y es justo que seas obedecida…”, traducido a una música de sonidos desgarradores en la profundidad del contrabajo de Carlos Méndez.

Siguiendo la línea de apuesta por los autores contemporáneos y promocionando a los jóvenes compositores gallegos continuó el concierto con la interpretación de Gratulantes, obra de Sofía Oriana, inspirada en la celebración del Año Xacobeo y en la pieza polifónica Gratulantes celebremus festum, atribuída al Maestro Goslenus, obispo de Soissons y recogida en el famoso Códice Calixtino o Liber Sancti Iacobi, el manuscrito del S. XII y referente mundial que recoge entre sus libros monodias del gregoriano, la música más elaborada que se interpretaba en Occidente en aquello tiempos y que dará paso- como en el ejemplo que nos ocupa- a la verticalidad polifónica, todo un hallazgo, como el de la perspectiva en la pintura, que determinará el devenir y evolución de la tradición culta musical: “ Gratulantes celebremus festum/ diem, luce divina honestum…”- “Celebremos contentos la fiesta/ en este día que honra la luz divina./ Ilustre día señalado/ por los milagros de Santiago…”. Así se presenta el melismático Gratulantes, transformado aquí por la autora que define así su creación: “La fuerza enérgica de las cuerdas aporta texturas densas y agrias, que contrastan con el carácter alegre y festivo de los vientos. El oyente percibe influencias compositivas muy distintas, hiladas de forma coherente y siempre con referencias simbólicas personales ocultas”. Elementos sencillos de gran poder expresivo, como la repetición, el ostinato o las identificativas melodías, combinados con otros procedentes de muy diversos géneros, expuestos honestamente, siguiendo la referencia personal de la compositora.

Decía Vítezslav Novák que hay dos tipos de compositores, aquellos para los que la música es un instrumento de expresión de sus ideas poéticas o filosóficas, o de su propio carácter titánico y otros que son en sí mismos instrumentos de la música, saturados de su propia hermosura. Estos últimos convierten en música aquello que tocan y entre ellos se sitúan genios como Haydn, Mozart, Schubert o Dvorák, el principal exponente del nacionalismo checo que lejos de presentar bucólicas visiones ofrece una música sofisticada y espectacular, a través de los contrastes dinámicos, la experimentación en las combinaciones tímbricas y la fluidez y espontaneidad melódica, incorporando elementos del folklore en su música, tales como los ritmos sincopados de danzas populares como la mazurka, la dumka o la sparcirka. En esta ocasión escuchamos de Dvorák la Sinfonía en Sol Mayor, de clásica estructura a través de sus cuatro movimientos: El Allegro con brío en el que la lenta y solemne introducción nos conduce a los temas; el Adagio, conmovedoramente expresivo; el allegretto grazioso, un scherzo y el allegro ma non troppo, compuesto por un tema con variaciones sobre motivos folklóricos. Un brillante concierto en el que una vez más la Real Filharmonía dejó bien alto el pabellón musical de Galicia.

 

 

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