200 años del fallecimiento en Cádiz del gallego Francisco Mourelle Jefe de Escuadra

José Mª Caravaca de Coca– Capitán de Navío (R)

Se podría hablar de Francisco Antonio Mourelle y de la Rúa, nacido en san Adrián de Corme,(Ponteceso) provincia de La Coruña, en 1750 como navegante, descubridor y oficial de la Armada pero, ahora, sencillamente se pretende tener un recuerdo a este Ilustre marino y su importante paso por las aguas de la Bahía de Cádiz al final de su vida.

Digamos que el entonces Jefe de Escuadra falleció el 24 de mayo de 1820 y que ya en 1854 el Capitán General, Don Javier de Ulloa decía que “el General Mourelle por su distinguido mérito como navegante y como oficial militar de la Armada es muy digno de que sus restos reposen en el Panteón de Marinos Célebres” al elevar la petición que hizo uno de sus hijos para el traslado de ellos desde el Cementerio de Cádiz. Hay que significar que ese Panteón, como tal, no sería inaugurado hasta 1870. No se llevó, pues, a cabo ese traslado, razón por lo que la petición fue reiterada en 1873 y se propuso en ella, además, un texto para que figurase como epitafio en su tumba. Ese texto valdría ahora como resumen de su vida naval:
“… Jefe de Escuadra de la Armada Nacional, Comandante General en 1819 de
la gran expedición de Ultramar, Caballero profeso de la Orden de Santiago,
Gran Cruz de San Hermenegildo, condecorado con la laureada de la Marina y la de la batalla de Chiclana: Fue el 1er. Navegante que subió hasta los 58º de latitud Norte, descubridor en 1781 de muchas Islas de Oceanía, entre ellas la que lleva su nombre y el Grupo que denominó de Muyorga, hoy de Navao; en 1786 por nuevo derrotero facilitó la navegación de Manila a Cantón; redactó los viajes de exploraciones hechos por los españoles al N.O. de las Californias, desde 1775 a 1790; mandó incidentalmente el navío Conde de Regla en el combate del 14 de Febrero de 1797 sobre el cabo de Sn. Vicente, recuperando y sosteniendo el Trinidad; desde dicho año de 1813 tuvo entre otros mandos los de las Fuerzas Sutiles de los Apostaderos de Algeciras, Málaga, Ceuta y Cádiz; apresando en el 1º con solo su falúa una fragata mercante armada con artillería; con su valor y pericia náutica, marinera y militar, obtuvo todos sus ascensos fuera de escala, conquistándose una página en la Historia Marítima de todas las naciones …”.

Digamos que un maduro Mourelle entró en la provincia gaditana cuando estando destinado en Algeciras, a donde había llegado asignado apenas un par de años antes, contrajo matrimonio en 1800 en la parroquia de Ntra. Sra. de la Palma, con la joven Petronila Pardo y Ariza de 20 años, 30 años más joven que él.

Mourelle, en su etapa de Algeciras desarrolló una activa y valiosa vida naval, incluso, en 1806, el ascenso a Capitán de Navío lo logró “en premio de sus servicios y del particular mérito que contrajo escoltando con las Fuerzas Sutiles de su mando desde Málaga al fondeadero de la Tunara un convoy de 37 velas ricamente cargado y al cual trataron de interceptar los enemigos con buques de muy superior porte” demostrando su valía como militar y como hoy aún sigue constando en su Expediente conservado en los Archivos de la Armada.

En 1818, se tomó la decisión de organizar una gran Flota para trasladar a América un elevado contingente de tropas que ayudasen a las situadas allí, al objeto de tratar de evitar las revueltas independistas que se venían ya observando. Esa gran Flota debía de organizarse en la Bahía de Cádiz. La Armada llevaría protegida en convoy a unos 98 barcos de transporte, fletados para la ocasión, en donde se podrían embarcar hasta unos 1.144 oficiales y 17.203 soldados así como también víveres para ocho meses. Todo un Ejército al mando de Félix María Calleja del Rey, Conde Calderón.
La escolta que daría la Armada a esos barcos, estaría integrada por 52 buques de diversos tipos, entre ellos los Navíos Numancia, Fernando VII y España.
El 2 de noviembre de 1818 fue nombrado Jefe de la llamada “Escuadra de la Grande Expedición a Ultramar” el Brigadier Francisco Antonio Mourelle que sería ascendido a Jefe de Escuadra el 18 de agosto de 1819. Mourelle hizo que se transmitiera al Rey una misiva en donde le decía “esta gracia será un nuevo motivo que tendré para sacrificarme por el servicio de Su Majestad” haciendo patente su lealtad como así lo demostraría.
Cuando los preparativos estaban finalizando, en septiembre de 1819, brotó la Epidemia de Fiebre Amarilla en la Bahía de Cádiz que trastocaría para siempre el futuro de la Escuadra. Mourelle hubo de confinar las dotaciones y dispersar los buques siendo enviados a Algeciras la mayoría de ellos. El propio Mourelle en un informe decía entre la medidas tomadas que “son continuos …los baldeos, riegos de vinagre, saumerios, oreos..; los equipajes de los que van al Hospital con el menor síntoma sospechoso se sumergen en la mar por 24 horas… Esperando de establecer un Hospital en la Aguada, otro de convalecencia en la Bahía…”

Así las cosas, tuvo lugar el 1º de Enero de 1820 la sublevación del teniente coronel Riego, en Las Cabezas de San Juan, lo que conllevó la marcha hacia el Sur de los amotinados su llegada a San Fernando y el apresamiento del Capitán General D. Baltasar Hidalgo de Cisneros; acontecimientos que Mourelle como Jefe de Escuadra fue informando a la Secretaría de Estado y de Marina. Es sabido que Juan María de Villavicencio fue designado para hacerse cargo de la Capitanía General de Cádiz.

El informe del 19 de Enero de 1820, al hablar de la llegada del también sublevado Coronel Quiroga a San Fernando parece algo más triste. Hay que considerar que Antonio Quiroga, nacido en 1788, había sido formado en la Escuela Naval en donde fue Guardia Marina en 1800 y siendo Teniente de Navío se pasó al Ejército de Tierra.
Mourelle, dicen sus biógrafos, manifestó, ante estos acontecimientos, un férreo
seguimiento a la persona del Rey, como manifestó en el informe dado el 24 de
Enero de 1820, en que decía que la Escuadra trabajaría “… sin perdonar sacrificios, cumpliendo con sus naturales deberes y los que les impone el amor que profesan a su augusto soberano, para terminar la rebelión citada, obligando a reconocer su error e implorar la Real clemencia a aquellos ilusos Militares engañados por su traidores Jefes.”.

Todo esto a Mourelle, ya casi con 70 años, lo llevaría, dicen sus biógrafos, a la muerte. Sintiendo su enfermedad, el 20 de febrero, ante Gonzalo Belardo, Contador del Numancia, hizo un documento en donde “acreditara su última voluntad” y dándole a su mujer Poder para otorgar su testamento una vez hubiese fallecido.

Es ya conocida la evolución de las cosas y que la Escuadra de Mourelle y el propio Villavicencio juraron, después de haberlo hecho el Rey, la Constitución de 1812 a bordo del Numancia el 18 de marzo de ese año de 1820. Ese día, a causa del temporal reinante en la Bahía se pensó en aplazar el acto el cual finalmente se llevó a cabo “no con la solemnidad y aparato que se debía” ante la insistencia del Ayuntamiento de Cádiz, informaría el mencionado Villavicencio.

El 18 Abril de 1820 se dio la orden de desmantelar la Escuadra de la Grande Expedición, lo que sería para Francisco Mourelle el último paso en su triste final.
Así, en el Archivo de la Parroquia Castrense de Cádiz, figura que Mourelle “en la Ciudad de Cádiz en 24 de Mayo de 1820 falleció … que se enterró en el Campo Santo de San José extramuros … que el 29 se le hizo el funeral..”.
Capitanía informó que “a las 7 de la tarde, el Jefe de Escuadra D. Francisco Mourelle terminó sus días, de resultas de un accidente aplopético”.
Su ya viuda, Petronila Pardo, quien dijo ser “vecina del Puerto de Santa María
residente en San Fernando”, en el Testamento hecho en virtud del Poder detallaba que Mourelle “fue enterrado en el Cementerio Campal de la enunciada Ciudad de Cádiz en nicho y caja propia acompañándole las Hermandades del Dulce Nombre de Jesús, la de Nuestro Padre Jesús de los Afligidos y la de Nuestra Señora de los Desamparados, como se acostumbra generalmente en aquella Ciudad”.

Sin embargo, al hacer el inventario de sus bienes, el Comandante Militar de Marina del Puerto de Santa María hace constar el 24 de noviembre de 1820 que se desplazó “a la casa que fue avitacion del Exmo. Sr. Dn Francº Mourelle situada en esta Ciudad calle de Luna” y en 1847, Doña Petronila al hacer ella a su vez su propio Testamento declaró que “… contraje matrimonio con el referido Excmo. Sor. Dn. Francisco Mourelle, en la Ciudad de Algeciras, el cual falleció habrá sobre veinte y siete años, en el Puerto de Santa María” lo cual pudiese presentar alguna duda acerca del sitio en que ocurrió el óbito.

En 21 de junio de 1891, el Capitán General, Florencio Montojo, informó al Ministro de Marina que: “…los descendientes de Francisco Mourelle hicieron entrega de … los restos mortales … entregados en esta Capitanía… por cuya circunstancia, ordené lo conveniente a la inhumación de tan veneradas cenizas bajo el sarcófago construido e instalado por su familia. En su virtud, a las dos de la tarde de ayer, con los honores prevenidos y después del oficio de sepultura cantado por el clero castrense que asistió precedido de Cruz alzada, se procedió a colocar la caja que la encerraba en el lugar que tenía destinado … rindiendo así un justo tributo de consideración y respeto a la memoria que de aquél se conserva en la Marina…”. Encontrando así, envuelto en tierra gaditana, su descanso en el Panteón de Marinos Ilustres de la Armada en la
llamada Población Naval de San Carlos en San Fernando.

Doña Petronila regaló a la Armada en marzo de 1852 el retrato al óleo que desde entonces está colocado en el Museo Naval y que fue reproducido en un sello de la serie llamada Forjadores de América en 1967.

 

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