Eugenesia del Covid-19. ¿ Un Aktion-T4 encubierto?

Enrique Barrera Beitia
En el pasado, las pandemias fueron vistas como un acontecimiento que al mismo tiempo que causaba perjuicios, limpiaba a la sociedad de los menos sanos, aptos y productivos. Lo mismo se decía de las guerras, en el sentido de que mantenían la resilencia y la virilidad de un pueblo, evitando que se descolgara del grupo de naciones dominantes.

Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, la eugenesia racial y social se convirtió en un término políticamente incorrecto por el recuerdo de los campos nazis de exterminio. Sin embargo, el concepto de fondo sigue latente de manera especial en las sociedades anglosajonas, las mismas que a comienzos del siglo XX apostaron por la esterilización de determinados grupos sociales.

Está fuera de discusión que la única estrategia válida para romper las cadenas de transmisión del Covid-19 era el confinamiento. Tampoco se discute que es la estrategia más perjudicial para la economía, porque obliga a suspender la mayor parte de las actividades económicas, y es precisamente aquí donde afloran las estrategias alternativas que priman el mantenimiento de la actividad productiva, o mejor dicho, la única estrategia: generar una inmunidad de grupo. Reino Unido, Suecia y Estados Unidos apostaron por estas estrategia, y lo están pagando muy caro. En los dos primeros casos han tenido que echar marcha atrás ante el riesgo de colapsar el sistema sanitario.

Forma parte de la cultura WASP (White Anglo-Saxon and Protestant) entender que los menos inteligentes y laboriosos, o si se quiere decir de otra manera, los más vagos y descuidados en su forma de vida, serán los que fallezcan en mayor cantidad; es decir, el Covid-19 hará una limpieza racial y social en beneficio de las élites económicas, y eso es lo que realmente está ocurriendo en EE.UU.

No se afirma abiertamente, pero esta es la idea que ha calado en aquella parte de la sociedad que asocia la pobreza no a causas estructurales, sino a la libre elección del modo de vida de quienes rechazan las oportunidades para progresar.

Un periódico local ferrolano publicó en marzo una entrevista a una naronesa que estudia en una universidad de Estados Unidos. Decía que sus compañeras de estudios
rechazaban la idea de que la pandemia se cebara en su país, y argumentaban que lo que estaba pasando en España se debía a que no tenemos apenas médicos ni hospitales, y a que carecemos de hábitos higiénicos.
El propio presidente norteamericano tuvo el feo detalle de aludir despectivamente a España por los problemas que atravesábamos.

El caso es que ocho estados establecen criterios de prioridad. Washington, Nueva York, Alabama, Utah, Colorado, Oregón, Minnesota y Tennessee han delegado en los médicos las patologías que deben excluir del tratamientos, y en el caso de los dos últimos estados, se especifica que excluirán a enfermos de cirrosis hepática, enfermedad pulmonar y cardíaca que precisa ventilador en UCI, y atrofia muscular
espinal. Especialmente inquietante es que en todos los casos se pide evaluar la salud mental.

Los que hemos estudiado la eugenesia nazi, vemos en esto una inquietante conexión con la primera etapa, la anterior al programa Aktion-T4.
Si los médicos tienen que decidir a quien salvar, porque trabajan en una “medicina de guerra” donde los recursos sanitarios son insuficientes, la opción es dura pero comprensible.

El problema moral es cuando se hace esto en la (de momento) primera potencia mundial.

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