José Carlos Enríquez Díaz
La Renta Básica Universal es un ingreso que paga periódicamente el Estado a cada ciudadano que no está relacionado con ninguna situación socioeconómica especial, sino que asegura un nivel mínimo de renta igual para todas las personas. No ha sido aplicado de manera generalizada en ningún país, aunque esta política sí se ha puesto en marcha a modo de prueba.
El principal problema para que un Estado aplique la Renta Básica Universal es la financiación del mismo. El director de Fedea, Ángel de la Fuente, no se muestra partidario. En su opinión, brindarle a todo el mundo una renta suficiente para vivir con independencia de sus otros ingresos tendría un coste muy elevado que habría que financiar con impuestos sustanciales. “Las distorsiones y desincentivos que esto generaría serán muy elevados y además innecesarios. Al ciudadano medio le haríamos un aparente regalo que luego terminaría pagando él mismo mediante una fuerte subida de impuestos, y que ambas cosas, el regalo y los tipos elevados, reducirían sus incentivos para trabajar”, afirma De la Fuente. Gonzalo Bernardos, Profesor Titular de Universidad del Departamento de Teoría Económica de la Universidad de Barcelona, reflexiona que la medida de Podemos sería lesiva para todos, incluidos los más humildes, porque dañaría la economía. “Comprar voluntades a golpe de subvenciones es propio de populismos latinoamericanos y siempre ha salido mal: toma de unos para dárselo a otros. Es peronismo puro”
En Suiza, los ciudadanos rechazaron en referéndum la aplicación de la Renta Básica Universal en 2016 por parte del Estado. La renta consistía en 2.260 euros al mes libres de impuestos. La propuesta fue rechazada por un 76,9 por ciento de los votantes, con un 23 por ciento a favor y una abstención del 54 por ciento. Algunos temen los daños psicológicos y hasta morales que se puedan derivar de la puesta en práctica de este proyecto. Unos apuntan que la eliminación del factor trabajo podría resultar alienante a largo plazo para las personas, incapaces de rellenar su tiempo y construir su personalidad sin una trayectoria profesional. Numerosos estudios han evidenciado que la ausencia de trabajo provoca efectos negativos en la persona y en la sociedad. Karl Marx fue el autor de una frase, «el trabajo dignifica al hombre» El trabajo es el derecho que tiene cada ser humano, de ser respetado y valorado como ser individual y social, con sus características y condiciones particulares, por el sólo hecho de ser persona. Además, el ser humano consigue gracias a él sentirse integrado en la sociedad, mejorar su autoestima y proyectar una imagen positiva de sí mismo ante los demás. Decía G.K Chesterton que “para corromper a un individuo basta con enseñarle a llamar derechos a sus anhelos y abusos a los derechos de los demás”.
Entre los diversos temas que Elena G. de White escribió, hay un lugar especial para el trabajo “ninguno de nosotros debe avergonzarse del trabajo, por pequeño o servil que parezca. El trabajo dignifica. Todos los que trabajan con la mente o las manos son obreros. Y todos cumplen su deber y honran su religión, tanto cuando trabajan en la pila de lavar la ropa o lavan la vajilla en la cocina, como cuando asisten a una reunión administrativa. Mientras las manos están ocupadas en el trabajo más común, la mente puede ser elevada y ennoblecida por medio de pensamientos puros y santos.”
No olvidemos tampoco que el artículo 31 de la constitución dice: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo.”
¿Cuál es entonces el prurito detrás de este nuevo despliegue de generosidad política? ¿No se trata de rescatar a los ciudadanos sino de orientarlos hacia el camino de servidumbre que profetizó Hayek aunque para ello haya que laminar a la gente productiva descapitalizando el país que no repara en vidas ni haciendas? ¿Dónde está el secreto?
Tal vez sería bueno que Pablo Iglesias e Irene Montero reflexionaran sobre aquella observación del viejo Engels: «no se piensa lo mismo desde una cabaña que desde un palacio». Y a los socialistas recordarles que la decadencia del PSOE comenzó el día en que Cuca Solana dijo aquello de que «los socialistas también tenemos derecho a veranear en Marbella»
El socialismo siempre prefiere que los pobres sean más pobres -en dinero y en espíritu- con tal de que los ricos sean menos ricos. No hay amor por el ciudadano ni por el pueblo. Solo la mera pasión por el siervo que puede asegurarte el poder. En la renta básica en Cuba al ciudadano no se le exige ninguna contraprestación social, ni tampoco que pase por el mercado de trabajo. Hay que admitir que Cuba sufre en estos momentos unas carencias tan esenciales como la falta de transporte, de vivienda, y de otros renglones de la alimentación, aspectos tan básicos e imprescindibles en la vida de cada ciudadano que aún están muy lejos de ser resueltos. Mientras Cuba se hunde en la miseria, el nieto del dictador Fidel Castro alardea de su riqueza y viajes por el mundo en Instagram.
Quizás hay que ponerle un máximo al latrocinio sobre los servicios sociales. ¿Y si dejemos de hablar de mínimos de miseria y hablamos de máximos de vergüenza?
Defender a los pobres no es ser comunista, es el centro del Evangelio, hasta tal punto, que nosotros seremos juzgados sobre ello. En la Biblia hay una teología de la pobreza. ¡Esto está fuera de toda duda! Hay más preocupación por los pobres en el Evangelio que en todos los textos sociales de Carlos Marx. Cristo y Santiago se expresaron a favor de los pobres con más fervor de lo que lo hicieron Marx y Engels con 20 siglos de retraso. Jesús desenmascaró el poder deshumanizador encerrado en las riquezas. Para Jesús, las cosas materiales son buenas y los hombres deben disfrutarlas como un regalo de Dios. Pero grita con firmeza que no es posible entrar en la dinámica del Reino de Dios y vivir esclavo de las riquezas. Toda riqueza que el hombre acapara para sí mismo, sin necesidad es injusta (Lc 16,9) porque está privando a otros de lo que necesitan. El Padre que ama a todos los hombres no puede reinar en la vida de quien vive dominado por el dinero: «No podéis servir a Dios y al dinero» (Lc 16,13).
Aprecio este llamado a la reflexión para que la población tenga la capacidad de ver lo que está pasando detrás de las ayudas.