Juan Julio Alfaya
Hay muchas teorías sobre los orígenes de Cristóbal Colón, la última de la que tuve noticia es que Cristóbal Colón y Pedro Madruga son la misma persona. Nada más falso. Pedro Álvarez de Sotomayor (Pedro Madruga) falleció en extrañas circunstancia en Alba de Tormes el 16 de octubre de 1486, seis años antes del primer viaje de Cristóbal Colón. El descubridor de las Américas falleció en Valladolid el 20 de mayo de 1506, presumiblemente por complicaciones derivadas de una gota o una artritis padecida durante años. Con todos los respetos, la hipótesis de que Pedro Madruga y Cristóbal Colón fuesen la misma persona me parece sencillamente un despropósito.
En mi modesta opinión hay dos hechos básicos que apoyan la idea de que Colón era judío. El primero es su empeño en ocultar sus orígenes en una España dominada por la Inquisición y, el segundo, la financiación del viaje por parte de dos judíos ricos: Luis de Santángel y Gabriel Sánchez. Hay más datos que apoyan el origen judío de Colón, pero considero estos dos los de mayor peso.
Cristóbal Colón ocultó deliberadamente su patria y origen
«Cuan apta fue su persona y dotada de todo aquello que para tan grande cosa convenía, tanto más quiso que su patria y origen fuesen menos ciertos y conocidos», escribió su hijo don Hernando Colón en «La Historia del Almirante». Hernando Colón conocía la respuesta al misterio, pero, escudándose en las instrucciones de su padre, sembró todavía más dudas sobre el asunto.
Salvador de Madariaga, en su famoso libro «Vida del Muy Magnífico Señor Don Cristóbal Colón», señala con toda contundencia que era de origen judío y que posiblemente practicaba esta religión. Otros autores han llegado a ver rasgos físicos propios de los judíos italianos en las descripciones que se conservan sobre el descubridor. Aunque realmente no practicara el judaísmo ni procediera de una familia conversa, sí es posible que su origen judío influyera en que Colón no quisiera revelar datos de su vida.
Cristóbal Colon, el judío sefardí que descubrió América
Durante la vida de Colón, los judíos se convirtieron en el blanco de la llamada «Santa Inquisición», que de santa no tenía nada. El 31 de marzo de 1492, el rey Fernando y la reina Isabel proclamaron que todos los judíos iban a ser expulsados de España. La orden fue especialmente dirigida a los ochocientos mil judíos que nunca se habían convertido, y les dio cuatro meses para hacer los equipajes e irse.
Los judíos que se vieron obligados a renunciar al judaísmo y abrazar el catolicismo eran conocidos como «conversos». También hubo quienes fingieron la conversión, practicando el catolicismo hacia el exterior, mientras que secretamente practicaban el judaísmo.
Miles de ellos fueron torturados por la Inquisición española. Se vieron presionados a dar los nombres de sus amigos y miembros de la familia, quienes fueron expuestos frente a una multitud atados a estacas y quemados vivos. Sus tierras y posesiones personales fueron luego repartidas por la iglesia y la corona.
Recientemente, una serie de estudiosos españoles, como José Erugo, Celso García de la Riega, Otero Sánchez y Nicolás Díaz Pérez, llegaron a la conclusión de que Colón era un judío cuya supervivencia dependía de la supresión de todas las pruebas de su origen por la brutal limpieza étnica.
La financiación de su viaje
El viaje de Colón no fue, como se cree comúnmente, financiado por la reina Isabel, sino por dos conversos: Luis de Santángel y Gabriel Sánchez, que le dieron un préstamo sin intereses de 17 mil ducados de sus propios bolsillos para ayudar a pagar el viaje. De hecho, las dos primeras letras que Colón envió de regreso de su viaje no fueron a los Reyes Católicos, sino a Santángel y Sánchez, dándoles las gracias por su apoyo.
Luis de Santángel
La función principal de Luis de Santángel Vilamarxant (Valencia, 1435) en la Corte del Rey Fernando era la financiera: prestar dinero al Monarca. El apoyo financiero de Luis de Santángel fue determinante para la arriesgada expedición de Colón, al que conoció en 1486. Colón, tras entrevistarse con los reyes y no lograr convencerles, decidió marchar a Francia para ofrecer sus servicios a su monarca. En ese momento conoció a Santángel, quien, tras conseguir que los reyes volvieran a escuchar al navegante y, ofreciéndose él mismo para financiar el proyecto, propició que los monarcas aceptaran las pretenciosas condiciones impuestas por el futuro Almirante en las Capitulaciones de Santa Fe, firmadas por Santángel como secretario del Rey. Así, asumió la dirección económica de la empresa, asegurando la parte que correspondía aportar a la Corona de su fortuna personal y sin intereses.
«Y porque los reyes no tenían dineros para despachar a Colón, les prestó Luis Santángel, su escribano de Ración, seis cuentos de maravedíes, que son en cuenta más gruesa diez y seis mil ducados«.
(Francisco López de Gómara. Hispania Victrix)
«…tomaron prestados los reyes al cavallero valenciano Luis Santangel, escrivano de Ración de la Corona de Aragón».
(Juan de Mariana. Historia general. Libro XXVI cap. III, pág. 198, t. IX. Ed. citada Marcos-Miguel. Amberes 1737)
Colón guardó mucho aprecio al valenciano, siendo Santángel de los primeros a quien cuenta el éxito de su viaje, así como las cosas que había visto. Lo hizo mediante una carta que inició Colón el 15 de febrero en las Islas Terceras (Las Azores) y que concluyó en el puerto de Lisboa el 4 de marzo de 1493, conservada en el Archivo de Simancas.
Esta operación fue un préstamo que se canceló con rentas castellanas, siguiendo la línea marcada por los Monarcas de excluir en gran parte a la Corona aragonesa de la participación en los asuntos relativos al Nuevo Mundo.
Así podemos leer en el libro de cuentas de García Martínez y Pedro Montemayor , que se encuentra en el Archivo de Simancas
«…el cuento ciento cuarenta mil maravedíes restantes para pagar al dicho escribano de ración en cuenta de otro tanto que prestó para la paga de las carabelas que Sus Altezas mandaron ir de avanzada a las Indias, e para pagar a Cristóbal Colón que va en dicha Armada».
(Mosén Luis de Santángel y el descubrimiento de América. Asociación católica de Maestros de Valencia. Serie B nº 1, pág. 6 y 7. Ed. citada 1951)
Sin embargo, su posición y el hecho de ser judío, lo hizo blanco de muchos odios. El Rey asumió su protección frente a la Inquisición. Así, el 30 de mayo de 1497 obtuvo de Isabel y Fernando un privilegio excepcional: el estatuto de limpieza de sangre. De esta forma, y pese a sus orígenes, ni él ni sus descendientes podrían ser llevados en adelante a los tribunales del Santo Oficio.