Enrique Barrera Beitia
La apropiación por la dictadura franquista del concepto Patria, revestido además de un tono cuartelero,
explica que muchos españoles que cumplen perfectamente sus obligaciones de buenos ciudadanos,
rechacen denominarse patriotas. Además, siendo indudable que el franquismo era una dictadura que usaba sin complejos la mentira, era poco creíble cuando a veces decía alguna verdad.
Esto es lo que pasó con la Leyenda Negra construida durante siglos contra nuestros antepasados,
caracterizados por una crueldad e incompetencia tan extrema, que la única explicación para que
terminaran poseyendo un colosal imperio, era un afortunado alineamiento de casualidades; es la tesis del
Imperio Inconsciente, que explica la historiadora María Elvira Roca Barea.
Así se explica, y tan sólo es un ejemplo, que todo el planeta conozca el fracaso de la Armada Invencible
en 1588, y que casi nadie haya oído hablar del desastre de la Contraarmada británica en 1589. Desde hace
mucho se sabe que de los 158 navíos mandados por el Duque de Medina Sidonia para desembarcar los
Tercios de Flandes en Inglaterra, regresaron 120 (la mayoría en mal estado), que 36 se hundieron en un
temporal, que dos fueron hundidos en combate, y que 8 buques ingleses fueron destruidos.
Sin embargo pocos saben que al año siguiente, una flota de similar tamaño dirigida por Francis Drake
zarpó para fracasar en todos sus objetivos: destruir los navíos españoles que se estaban reparando en los
puertos de Cantábrico, poner en el trono de Portugal a Antonio Prior de Crato, y conquistar las Azores. El
enfrentamiento entre ingleses y españoles durante estos dos años dejó un balance similar en ambos
bandos: los británicos perdieron 48 buques y 20.000 hombres (la mayoría por enfermedad e intoxicación
alimentaria), y los españoles una cifra similar de navíos y 11.000 hombres.
Sin falsos patriotismos, tenemos que admitir la mala conciencia de muchos españoles que dan por cierto
todo cuanto se ha dicho de nuestros antepasados, que desde luego no fueron los ángeles descritos por la
propaganda del nacional-catolicismo, pero mucho menos los demonios de la Leyenda Negra. El estado
emocional de holandeses, británicos y franceses es todo lo contrario, porque sencillamente no se regodean
en sus fracasos militares, ni en los balances de sus respectivas inquisiciones, ni en las persecuciones religiosas que perpetraron (al igual que los católicos), ni en el daño infligido a los nativos de sus colonias.
Como son realidades de las que no pueden estar orgullosos, las silencian en sus libros de texto sin ningún
complejo.
Los ejemplos de crueldad y mal gobierno de las naciones europeas son numerosos. Cuando en 1845
estalló la plaga de la patata en Irlanda (que pertenecía íntegramente al Reino Unido), el gobierno de
Londres se negó a proporcionar cualquier ayuda, muriendo de inanición un millón de irlandeses. El odio
anglicano a los católicos fue clave para explicar esta insolidaridad, pero se considera antipatriótico
recordar o tratar este asunto. Por su parte, Leopoldo II de Bélgica fue uno de los mayores genocidas del
siglo XIX, imponiendo entre 1885 y 1908 un régimen esclavista que exterminó a la mitad de la población.
Sin embargo, se consideró inadecuado recordar esto en el cincuenta aniversario de la independencia de su
colonia.
Buen desarrollo del artículo, bien explicado y claramente justificado. Un único pero, la obsesión del autor con Franco y su dictadura hace que sus artículos pierdan frescura y veracidad. La historia es historia, y no debería ser mancillada por el oportunismo político.