¿Son necesarias las propinas?

Pedro Sande García

Seguramente muchos de ustedes en alguna ocasión han dejado una propina. Es una costumbre habitual, una tradición arraigada que se repite como una rutina y cuyo significado: «Dinero que se da para agradecer y recompensar a alguien por la realización de un buen servicio» no parece que tenga mucho sentido, ya que cabe preguntarse si cuando pagamos por un servicio ¿este puede ser malo, mediocre o regular? y tenemos que retribuir con una cantidad adicional en el caso de que sea «bueno», cuando eso sería lo normal. En ocasiones he oído la frase «déjale una propina que seguramente le pagan muy poco», lo que convierte a la propina en un acto de compasión más que de compensación

No es una tarea fácil encontrar el origen de la propina. Hay quien lo sitúa en la Inglaterra del siglo XVI, cuando los huéspedes de la nobleza dejaban dinero para los sirvientes de los anfitriones debido al trabajo adicional que ocasionaban. Otras citas hablan de un ritual en las tabernas inglesas, con origen en el siglo XVII, cuando los clientes deslizaban dinero por encima de la barra del camarero para asegurarse un
servicio diligente. Cualquiera de las teorías anteriores suenan a meras anécdotas, una costumbre arraigada en la mayoría de los países del mundo no parece que tenga su origen en un siglo tan cercano y, más inverosímil resulta que se hubiera exportado con tanta rapidez desde la Inglaterra del siglo XVI.

Mucho más interesante me parece su origen etimológico, proviene del latín bajo «propina» y éste a su vez del vocablo «propināre». Al latín llegó desde el griego «Propínein»: Pro (para) y Pínein (beber), quería decir «beber a la salud de otro». Cuando se brindaba por alguien existía la costumbre de beber parte del contenido de la copa y lo restante, lo bebía la persona a cuya salud se brindaba. En francés, «propina» se dice «pourboire» que literalmente significa «para beber». En alemán, la palabra usada es «trinkgeld», composición de las palabras «trik» que es la raíz del verbo trinken=beber y de la palabra «geld» que significa dinero. Parece claro que el origen de propina tiene algo que ver con la costumbre de beber.

La historia nos puede explicar cuáles son nuestras raíces, así como darnos las pistas de cómo ha evolucionado nuestro comportamiento hasta el tiempo presente, lo que no nos puede explicar la historia es si las formas de actuar y las costumbres heredadas de nuestros antepasados tienen alguna lógica en el siglo XXI.

La propina es una costumbre que se ha extendido a la mayoría de los países de los cinco continentes aunque podemos encontrar alguna excepción. En Japón es algo que no existe en su cultura, es más, un camarero se sentirá ofendido si intentas darle algunos yenes de más o si no te quedas con la vuelta. Otros países donde no es costumbre dejar propina son Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia, Islandia y Suiza.
Según el uso que se hace la propina podríamos agrupar los países en (y cito los ejemplos más representativos):

– Países donde la propina es voluntaria y se suele redondear la cuenta como el caso de España, Portugal, Grecia, Italia y Australia.
– En Francia, Holanda, Reino Unido, Brasil, Filipinas la propina viene incluida en la cuenta, como servicio, y supone entre el 10% y el 15%.
– Países donde es costumbre dejar propina y se paga al margen de la factura, ejemplos de Alemania, Austria, Turquía, Marruecos, Egipto. En este caso la propina está comprendida entre el 5% y el 15% del total de la cuenta.
– Un caso especial es Estados Unidos, donde la propina es obligatoria dado que supone una parte importante de los ingresos de las personas que prestan el servicio, supone entre el 15% y el 20% del coste y varía según el estado.

En todos ellos hay un denominador común, los sectores donde es frecuente dejar propina son la hostelería, el transporte privado y en algunos servicios de hotel. Y aquí es donde me surge una pregunta ¿Cuál es la razón de que no se aplique a otro tipo de actividades también encuadradas en el sector de los servicios? Se me ocurre, a modo de ejemplo: abogados, fontaneros, médicos, asesores y consultores, albañiles, mecánicos…estoy seguro que a muchos de ustedes se les pasarán por la cabeza otros profesionales, encuadrados en el sector servicios, a los que no se les ocurriría darles una propina por un «servicio bien prestado». Si la propina la vemos como un acto de «compensación» no tendría ningún sentido, pero ¿si estamos hablando de un acto de «compasión»?, entonces deberíamos dar la propina a muchos de los profesionales citados anteriormente, y a muchos otros que en la actualidad trabajan con unas condiciones laborales y unos sueldos miserables, a los que se les podría aplicar la frase «déjale una propina que seguramente le pagan muy poco».

En mi opinión, la respuesta a la pregunta de si la propina tiene alguna lógica en el siglo XXI es rotunda: desde mi punto de vista es una práctica que no tiene ningún sentido en la actualidad. Y quiero diferenciar el pago del servicio de lo que es una propina. Si un establecimiento de hostelería quiere cobrar el servicio de manera independiente al consumo realizado por el cliente, no tengo nada que objetar, debe venir bien especificado en la lista de precios y quedar reflejado en el ticket o en la factura. Lo que no puedo entender es que se tenga que compensar un servicio que, como mínimo, siempre tiene que ser correcto y mucho menos ser compasivos fomentando un régimen laboral que permite que las personas trabajen a cambio de sueldos miserables.

La propina es un sistema perverso. Perverso para el trabajador ya que fomenta que se le pague con sueldos míseros y que se tenga que «pelear» por una propina; perverso para el cliente ya que siempre estará dependiendo de dar una propina a cambio de un buen servicio y perverso para la economía fomentando la circulación de dinero negro y el incremento de la inflación.

Para terminar, unas líneas sobre el debate que ha surgido en Nueva York en torno a las propinas. Una ciudad donde el sueldo mínimo está establecido en 15 dólares la hora para empresas con más de 10 empleados y en 13,5 para los negocios con menos empleados, mientras que los trabajadores que reciben propinas cobran 10 o 9 dólares, dependiendo del tamaño del local. A finales de 2017, el gobernador de Nueva York Andrew Cuomo decía: " He ordenado al Departamento de Trabajo que garantice que no haya trabajadores susceptibles de ser explotados porque dependan de las propinas para   sobrevivir   ".

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