Y llegaron para quedarse

Ramón Casadó Sampedro
Las pasadas elecciones autonómicas de Andalucía nos han demostrado, una vez más, que para lo bueno y lo malo somos europeos. Aquí, al igual que en los restantes países de nuestro entorno, la indignación y el descontento ciudadano busca nuevos caminos para su desahogo, y mal haremos si sólo nos quedamos en la epidermis del resultado de las urnas y no nos preocupamos en averiguar lo que se esconde tras la cortina.

Particularmente, no soy afín a los planteamientos de VOX, entre otras cosas porque muchos de ellos me chirrían o me parecen poco aplicables, pero reconozco que el partido liderado por Santiago Abascal ha sabido conectar con un buen puñado de inquietudes de la calle, con ese tipo de conversación que dos amigos pueden tener mientras se toman una cerveza frente a la barra de un bar. La fórmula es sencilla y hace varios años que ya fue aplicada por Podemos, aunque desde el extremo opuesto del espectro político, y consiste en señalar certeramente una serie de problemas que preocupan a amplios segmentos de la población, para después proponer soluciones que acarician el oído, pero que, cuanto menos, resultan utópicas.

Creo que soy una persona moderada de las que piensan que las cuestiones políticas deben arreglarse por la vía del diálogo y del entendimiento. También, veo con buenos ojos que personas de otros países vengan a trabajar y a residir al nuestro, no sólo para que puedan disfrutar de mejores oportunidades sino animado, hay que reconocerlo, por un sentimiento egoísta que me lleva a comprender que es la única forma de compensar nuestros bajos índices de natalidad y el paulatino envejecimiento de la población. Sin embargo, igualmente considero que no todo vale y que problemas como el de Cataluña o el de la inmigración ilegal hace años que no están siendo tratados de manera correcta.

Es por todos conocido que dos no discuten si uno no quiere, pero tampoco se llega a un acuerdo si uno se niega. En este sentido, los líderes independentistas catalanes hace ya tiempo que están demostrando sus ansias por romper la baraja, y si todavía no lo han hecho es porque se contienen en las formas para intentar ganar un resquicio de apoyo o de beneplácito internacional. Frente a ellos, al actual Gobierno, presa de una mordaz esquizofrenia, es capaz de afirmar una cosa y la contraria el mismo día, muestras de debilidad que están siendo aprovechadas por las formaciones nacionalistas, que afianzan cada paso que dan.

Otro tanto podemos decir de nuestra política en materia de inmigración, pues tan pronto estamos recibiendo con banderitas y júbilos a las personas rescatadas en un buque llamada Acuarius como, dos días después, ignoramos las penurias de un grupo mayor de personas que se juegan la vida intentando llegar a las costas de Andalucía en sus endebles pateras. Para una persona de bien, la vida de cualquier ser humano que intente llegar a nuestro país merece salvaguardarse por igual; y no, por el contrario, crear salvamentos de primera o de segunda categoría según convenga políticamente.

Hace mucho que los respectivos gobiernos, que se han ido sucediendo en España, tendrían que haberse dado cuenta que una cosa es el auxilio y el salvamento humanitario y otra muy distinta es permitir que los socorridos pasen a engrosar la lista de inmigrantes ilegales, en su mayoría posteriormente explotados y obligados a vivir, bajo condiciones pésimas, en los barrios marginales de nuestras grandes ciudades. Al igual que lo ocurrido con Cataluña, la situación es injusta y genera graves conflictos humanos, circunstancia que se ha convertido en el estandarte de un partido como VOX, que puntualiza bien lo que sucede, aunque intenta resolverlo con malas estrategias.

Tras analizar los últimos resultados electorales, creo el partido que está a la derecha del PP ha venido para quedarse, y no caigamos en los erróneos tópicos de intentar frenarlo con cordones sanitarios o de considerar a sus votantes como fachas consumados. Muy al contrario, en su inmensa mayoría son personas indignadas y descontentas con la forma de proceder de nuestros políticos tradicionales y que, tal y como hicieron en su momento con Podemos, buscan nuevos aires con los que paliar la situación, a pesar de no ser siempre los más adecuados.

¿Hasta dónde llegaran los buenos resultados electorales de VOX? Sinceramente, no lo sé, pues dependerá mucho del buen o del mal hacer de las restantes formaciones políticas. Lo que sí que pienso es que su expansión, a través de los comicios electorales del año que viene, está más que garantizada, por lo menos hasta que ocupen esferas de poder y quede patente que sus «remedios milagrosos» no son tan aplicables como parecía a priori.

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