La política nacional está viviendo unos tiempos que tienen desconcertados a muchos de los ciudadanos que vivimos en el olvido de las personas del montón. Seguramente, muchos de ustedes se habrán visto sorprendidos por distintos sucesos que ocupan a diario las portadas de los medios de comunicación. Con esto se quiere decir que hay muchos temas que comentar y que cualquiera que sea el elegido tendrá sin duda una rabiosa actualidad. Pero yo voy a quedarme con los dos siguientes: las pintadas que han hecho los radicales independentistas catalanes en la puerta del domicilio del magistrado Llarena y el anuncio del Gobierno de que en el año 2040 dejarán de circular en nuestro país los automóviles de gasolina y gasóleo.
Los independentistas catalanes se sienten tan fuertes, tienen la convicción tan firme de que son hoy los que mandan en España, que actúan a sus anchas haciendo lo que quieren hasta el punto de atreverse a algo que, si mi memoria no me falla, jamás había sucedido en España: atentar contra el inmueble de un magistrado del Tribunal Supremo.
Las reacciones no se hicieron esperar, y así Torra y sus adláteres no solo consideraron las pintadas como merecidas por alguien que, administrando la justicia que emana del pueblo, se ha atrevido a aplicarles las leyes por haber dado, algo tan nimio y poco relevante, como es un golpe de Estado contra nuestra convivencia constitucional y democrática. Aunque es inadmisible que un representante del Estado español reaccione de este modo, es explicable para los que están en lucha permanente para separarse de España.
Han reaccionado como era de esperar tanto el poder judicial como los partidos verdaderamente constitucionalistas: aquél poniendo en marcha diligencias penales para tratar de reprimir tan deleznable conducta delictiva, y los representantes de dichos partidos anunciando la presentación de denuncias penales.
El que una vez más, y van muchas, no ha estado a la altura de las funciones que tiene encomendadas ha sido el Gobierno. Y lo curioso es que quienes hicieron gala de una piel muy fina cuando era el Gobierno o sus miembros objeto de las críticas, ahora -dado que no pueden hacer otra cosa porque los tienen cogidos por los cataplines- minimizan la importancia del mencionado ataque. Y así, nada más y nada menos que Grande Marlaska, que es ministro del Interior y además procede del mundo judicial y sabe perfectamente el alcance de las acciones delictivas de los cachorros del independentismo, declaró -pásmense, y ya es la segunda vez que lo hace: dijo lo mismo en el caso de Alsasua- que no hay que ser alarmistas, que se trata de un hecho puntual y que no se debe fomentar la crispación. ¿Diría lo mismo si no fuera miembro del Gobierno? Me temo que no.
El otro tema, el de que, según el Gobierno, en el año 2040 dejarán de circular los coches de gasolina y gasóleo, me sorprende por la importancia que se le ha dado. Desconozco lo que sucederá en 2040, pero darle la más mínima credibilidad a una propuesta del Gobierno de Sánchez a tan largo plazo es haberse convertido en un verdadero masoquista.
No creo que sea necesario recordar las constantes idas y venidas de las propuestas del actual Gobierno. Pero su falta de criterio, su volubilidad y sobre todo el tiempo tan dilatado para el que se hace la prognosis, me hacen pensar que la propuesta es un verdadero brindis al sol. ¿Piensa alguien seriamente que Sánchez podrá decidir algo a nivel de Gobierno de España en 2040? Mucho me temo que su tiempo en la Moncloa tiene fecha de caducidad y no será muy lejana, sino más bien lo contrario. Por eso, me atrevo a decirles que no le den la más mínima importancia a sus brindis al sol, porque son eso y no otra cosa, y porque el que hace el brindis tiene, en mi opinión, las horas contadas como presidente del Gobierno de España.