Los gitanos

Enrique Barrera Beitia

Llevamos generaciones coexistiendo con los gitanos, y ¿qué sabemos de ellos? ¿Hay alguna razón histórica que explique la desconfianza mutua?

Sabemos que alrededor de un millar de gitanos abandonaron el desierto de Rajastán (en la India), hacia el año 800 de nuestra era, llegando hasta Turquía y Egipto. Los primeros textos los denominaban zigani, aunque en España se les conoció como egiptanos (procedentes de Egipto). Parece ser que en su religión original había bastantes ideas que parecían estar relacionadas con las religiones hebrea y cristiana. Los rabinos las estudiaron para saber si podían ser la famosa tribu perdida de Israel, y los reyes cristianos de la cuenca del Danubio les dieron asilo, pensando que eran antiguos cristianos que tras vivir siglos bajo el dominio musulmán, se estaban olvidando de su doctrina religiosa. Comprobado el error, y ante su tendencia al nomadismo, los persiguieron.

En España entraron 3.000 individuos a comienzos del siglo XI, agrupados en clanes de 150 personas como máximo. Declararon que iban en peregrinación a Santiago de Compostela y que los jefes de cada grupo tenían títulos de nobleza (se hacían llamar duques).

Han pasado algo más de cuarenta generaciones, y la mitad del patrimonio genético gitano se mantiene intacto en relación al existente en el momento de su migración, algo realmente excepcional: color de piel amarillenta-oscura, iris muy pigmentado en los niños que tiende a aclararse con el paso de los años, cabello castaño oscuro que se oscurece con el tiempo, y se hace lacio, estatura normal, complexión robusta, pómulos abultados, labios gruesos, y su altura y anchura nasal, al igual que la anchura binocular, superiores a la de los payos.

La Gran Redada de España (1749)

En julio de 1749, Fernando VI ordenó al Marqués de la Ensenada que, en el máximo secreto y en sólo dos días, se capturará en una “Gran Redada” a todos los gitanos (unos 12.000), y se les mantuviera sin contacto entre ambos sexos, al objeto de que desapareciera esta raza. Los varones fueron deportados a los astilleros del Ferrol, Cádiz, y Cartagena, a las minas de Almaden, y a las galeras. Las mujeres fueron encarceladas en Málaga, Valencia y Zaragoza. La Iglesia colaboró con los listados, y la población civil se dividió, porque la mayoría de los arrestados estaban sedentarizados en las ciudades, y eran importantes económicamente. Por su parte, los militares se quejaron de no tener suficientes soldados ni recursos para mantener vigilados a los arrestados, que además se negaban a trabajar o lo hacían mal.

Carlos III derogó este decreto al ser coronado rey de España en 1759, pero la Gran Redada ya había provocado la traumática ruptura de la confianza de los gitanos con los payos.

La Real Orden para la prisión de gitanos, conocida como popularmente como la Gran Redada, fue un intento fallido de exterminar a esta raza.

Ley de vagos y maleantes.

En 1934 se promulgó la Ley de Vagos y Maleantes, y en 1937 se elaboró un proyecto de Código Penal que en su artículo 2º, castigaba con la cárcel a los que se casaran con individuos de raza inferior (gitanos y mercheros). A la Guardia Civil se le ordenó que vigilara estrechamente sus movimientos.
Peor les fue con los nazis, que decidieron su exterminio conjuntamente con los judíos, aunque es curioso que Heinrich Himmler ordenase que un reducido grupo de gitanos étnicamente puros, fueran mantenidos con vida y en observación por parte de los antropólogos de las SS, al objeto de averiguar como era posible que una raza que hablaba un idioma ario, había pasado a ocupar los escalones más bajos de la sociedad.
Oficialmente hay 750.000 gitanos en España (el 1.7% de la población) y sólo el 15% acaban la ESO. Su esperanza de vida es 10 años menos que la de los payos, y no han sabido o querido conservar su idioma, del que conocemos su estructura básica y unas 400 palabras. Los gitanos, que conocen entre 40 y 280 palabras como promedio, se limitan a intercalar ciertas frases de cortesía de su lengua, cuando hablan entre sí en castellano.

Los 150.000 mercheros, el otro grupo étnicamente minoritario, no ha resistido y ha quedado finalmente subsumido en el seno de la comunidad paya.

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