El cinco de Abril de 2017 marcó el inicio del funcionamiento de la red de saneamiento de aguas residuales de la Ría de Ferrol; todo un hito para la población que vive a orillas de esta formación litoral. Pero antes de entrar a valorar este hecho, cabría destacar ciertos aspectos de la realidad geográfica; de la relación “hombre – medio” en este espacio.
Si las rías gallegas se muestran como unas formaciones costeras casi exclusivas a nivel mundial, sin ningún tipo de duda la de Ferrol presenta una configuración natural única. Su ubicación en una latitud atlántica con prácticamente ausencias de calmas marítimas, junto con una estructura cerrada en la boca de entrada y ancha en el interior, causaron que desde la baja edad media fuese considerada como uno de los puertos más seguros del mundo. En consecuencia, a partir de la Edad Moderna, periodo donde el naval era el sector estratégico, se instalan en Ferrol los Grandes Astilleros del Norte de España, los cuales van marcar el futuro de la comarca hasta la actualidad. Desde este enfoque es innegable reconocer, que es la propia configuración natural de la ría la que propicia un determinado tipo de avance social, donde la industrialización se basa en la construcción de barcos, y el desarrollo urbano se expande teniendo esta actividad como motor principal. Fruto de esta dinámica, a partir del siglo XX se produce una expansión industrial en los márgenes de la ría, desde la fundación de Megasa (siderurgia) y la ampliación del astillero de Fene, hasta la construcción de Reganosa, con su consecuente expansión urbana destinada a una población en aumento que, entre todos los ayuntamientos, tiene un máximo rondando los 160.000 habitantes en la década de 1990.
Es en este periodo donde se produce mayor presión sobre la ría, y se hace de una forma completamente desconectada entre las necesidades sociales y las naturales. Sí para el hombre supuso un enclave de valor único a nivel mundial, el valor ambiental y ecológico de la Ría de Ferrol no es precisamente pobre, o mejor dicho, no lo fue. Las condiciones ambientales que propicia una formación tan singular son tan variadas como exclusivas. Marismas, zonas llanas intermareales, desembocaduras de ríos, estuarios donde se mezclan aguas dulces y saladas, costas totalmente calmas y otras con presencia de oleaje, se establecen de forma interconectada y gradual desde la entrada de la ría hasta Xubia. Con cada una de estas zonas, sensibles todas ellas a cualquier cambio de una sola, se establecen distintos ambientes en los que multitud de especies asientan sus poblaciones en función de sus necesidades, lo cual propicia otra relación “hombre-medio” de la que emana en una tradición marisquera importante. El potencial ecológico de la Ría de Ferrol es de tal magnitud que, sin ser ninguna excentricidad, y mediante una explotación sostenible de sus recursos naturales, hoy podríamos tener la producción en exclusiva de la mejor vieira del mundo, o de la zamburiña, o de la almeja, o…
Pero sin embargo la realidad es distinta. Desde mediados del siglo pasado hemos ocupado mediante rellenos, puentes y barreras más de 2.5 km2 de superficie de ría, lo que en términos futbolísticos, lenguaje que mejor domina la sociedad actual, suponen unos 320 campos de fútbol. Casi toda esa ocupación fue producida por una actividad industrial que precisamente no es inocua en el medio ambiente. Limpiezas, chorreos, arreglos y ahora de vez en cuando alguna construcción de barcos, tratamientos y transportes de metales, junto con toda la variedad de actividades que puede tener un polígono industrial como el de A Gándara. Todo esto ha provocado que desde 1970 se hayan perdido la mitad de las especies que existían en la ría. Si al déficit de renovación de aguas por todas las barreras puestas, la acumulación de metales pesados como el plomo o el cobre, le sumamos los vertidos derivados de la actividad cotidiana de un suelo urbano, con sus aguas fecales y pluviales, normal que en 2013 fuéramos todo un ejemplo de polución para varios Eurodiputados, al más puro estilo “The Simpsons”.
Es innegable que toda la actividad generada en torno a la ría fue, e intenta seguir siendo, el sustento de muchas familias, y sin duda esto permitió llegar a ser lo que somos, tanto para lo bueno como para lo malo, pero, ¿a qué precio?, ¿con qué consecuencias?
El óptimo de la relación “hombre – medio” debe tener como premisa el equilibrio entre las necesidades sociales y las naturales, porque el hombre vive del medio y lo hace formando parte de él. En este sentido, ¿a lo mejor podríamos fabricar barcos para la limpieza y descontaminación de espacios costeros?, el potencial lo tenemos.
Después de más de 100 años ocupando y contaminando la ría, la red de saneamiento de el margen Norte de la Ría, ¡solamente el margen norte!, funciona desde hace 10 meses, y sin que todavía no exista ni una cuota, ni un sistema de explotación acordado entre las administraciones de Ferrol y Narón, que se haya empezado a sanear la ría desde hace poco, ¿es un logro, o una irresponsabilidad?
(*)-Ignacio García Mera– Ferrolano (1981). Geógrafo con Trabajo de Fin de Grado (TFG) especializado en dinámica litoral (USC). Máster en Sistemas de Información Geográfica (GIS) – Técnico Analista GIS (Universitat de Girona).