Miguel Mahía-
Hemos sido generaciones enteras las que pasamos por el Colegio Loyola de Mugardos. Mis padre estudiaron en él, y la vida quiso que yo también cursara allí la primaria y la E.S.O. Tuve a profesores que fueron profesores suyos, y hubo una persona que lejos de ser un profesor en las aulas, lo era en el patio de la escuela. Lo fue durante toda su vida.
Pepe, José Pena Veiga, siempre fue un secretario/ jefe de estudios que tenía la disciplina y el hacer las cosas bien por bandera. De hecho, tenía esa cualidad que muy poca gente tiene de sonreírte y no saber si te está riendo la gracia, o te va a soltar que estabas castigado una semana en la biblioteca.
Era el hombre que antes de haber autobús, te iba a buscar en furgoneta a la puerta de casa. Que te sonreía con los brazos cruzados y acariciándose la barbilla. El que te hacía las presentaciones para las obras de teatro. El que allá donde iba llevaba consigo su neceser negro cargado de documentación.
Tengo un recuerdo con el que siempre lo llevaré conmigo, y fue el intento de huelga que tuvimos en 2º de la ESO. Allí aparecimos los alumnos con mantas en clase porque queríamos que cambiaran la calefacción de la escuela, y él llegó por la puerta preguntando qué había pasado. Mi respuesta fue, con la Constitución en la mano, que ejercíamos el derecho a huelga que venía en el artículo 28.2, y él se nos había quedado mirando sorprendido, sonriendo, y asintiendo con la cabeza.
Hay miles de anécdotas de mi generación en el Loyola: Cuando se cortaran los cables del timbre, cuando se rompiera el tapón de una tubería en la pared de 4º de ESO, cuando hacíamos escándalo con las mesas y las sillas, y cuando él venía nos sentábamos como si no hubiera pasado nada, hasta cuando nos tirábamos al resbalillo por el suelo del pasillo de la segunda planta y rompimos el cristal de la puerta de sexto… Las broncas eran monumentales, y merecidas, ojo, pero jamás nos dejó de sonreír.
Todos los que hemos pasado por el Loyola nos llevamos algo de esa escuela, pero lo que creo que nos llevamos todos y cada uno de los que pasamos por esas aulas, fue el recuerdo de un hombre de gran corazón, buena persona, y un entregado en cuerpo y alma a ese colegio.
Pepe, siempre te recordaremos.