Juan Cardona Comellas-(www.juancardona.es)
Querido “trastatarabuelo” Domingo: Como te prometí, hace algo más de un año, paso a informarte de las últimas noticias de tu querida tierra catalana. Antes de nada, veo que la petición que te hice para que influyeses en Carles Puigdemont (exalcalde de la ciudad que defendiste con tu sangre allá por 1808-1809), no ha tenido efecto y el desastre se ha producido.
Ese señor, trastornado por un amor patriótico enfermizo y desmedido, consiguió aprobar en su «parlament» la Ley Fundacional de un nuevo estado, ley que parece patrocinada por Juan Palomo (yo me lo guiso, yo me lo como). Una Ley tan superior que se cisca en el propio Estatuto de Autonomía y en la Constitución Española —esa, «La Pepa», que juraste en su día y que te costó la vida al defenderla en tierras coruñesas en 1824—. Según esa ley, resulta que es más fácil y requiere menos votos favorables para declarar la independencia y la creación de una República que cambiar o modificar alguna de las leyes por ellos mismos aprobadas; como por ejemplo la renovación de los miembros del Consejo de Justicia.
Mas tarde, el «Il luminat» convocó una votación popular (a la carta) para proclamar la independencia con respecto a España. Para garantizar el resultado algunas urnas ya venían con los votos puestos y otras admitieron el voto a puñados en plena calle. Nunca hubo recuento oficial; de entrada, porque no existía un censo de votantes, y de salida porque ya tenían el resultado antes de iniciarse la votación. Como final del esperpento consiguió que el Parlamento Catalán aprobase una declaración de independencia de manera unilateral; aunque, acto seguido propuso su suspensión. Todos estos hechos, según parece, no tenían fundamento jurídico y ni tan siquiera merecieron una declaración formal, como las realizadas en 1931 por el señor Maciá y en 1934 por Lluis Companys. Puigdemont batió todos los récords de brevedad. Ante tal dislate el «Presilente» español, señor Rajoy, disolvió el Parlamento Catalán y cesó al «govern».
Los desmanes realizados por el grupo independentista despertaron a la judicatura, que como siempre actuó lentamente; pero una vez que arranca la maquinaria de la justicia… Los jueces después interrogar ordenaron la detención de los miembros del gobierno y a los componentes de la Mesa del parlamento. Al paisano Puigdemont, el que portaba el estandarte de la independencia, no pudieron detenerlo ya que había fugado a Bélgica. Resultado: miembros del antiguo gobierno encarcelados en prisión preventiva, otros en libertad condicional y otros huidos. Con todo este panorama de opera bufa, nuestro «Presilente» convocó nuevas elecciones en su tierra.
Lo asombroso, abuelo, es que este grupo secesionista ha generado verdaderas legiones de jóvenes «odiadores» de España y a la vez ha movilizado a la tercera edad, que en una mano llevan el taca-taca y en la otra una «estelada» (aberración de la senyera a la que añadieron una estrella caribeña) pendón y bandera del independentismo. Si a jóvenes y mayores le añadimos el grupo de interesados en demostrar su superioridad y defender sus privilegios resulta una masa importante que esperemos que no llegue a «masa crítica», pues la explosión nuclear sería inminente en ese caso.
El odio al distinto, seña de identidad de todo nacionalismo, se podría curar con una vacuna fundamentada en el conocimiento «del otro» y de su entorno, de su forma de vivir, o de su idiosincrasia, que conduciría sin duda al respeto y consideración del que no sea como tú o piense distinto. Cuéntales a todos esos patriotas de pacotilla tu experiencia y como se desarrolló tu descendencia; que partiendo de un catalanismo ancestral se abrió a otros mundos, se mezcló con sangre gallega, fruto de esa fusión un coruñés pudo casarse con una portuguesa cuyo hijo, regionalista gallego reconocido, se unió a una señora de procedencia italiana y andaluza, así hasta llegar a una gallega ferrolana de pro que felizmente se casó con un menorquín. ¿Tú crees que lo entenderán? Al menos el «exhonorable president» debería de hacerlo; ya que creo que está casado con una señora rumana, y el «exvicepresident» presume de su ascendencia italiana, por no decir nada de la mama ecuatoriana del «exconseller» del interior. Estos señores son los llamados a conducir a tu pueblo a una Arcadia Feliz. Por otra parte, gran número de ultra-independentistas tienen ascendientes próximos y cercanos originarios de otras latitudes. ¿Su nacionalismo les conduce a odiar a sus propios familiares por no ser catalanes? ¿Los excluyen de sus decisiones?, ¿Se consideran superiores a ellos? ¿Los tratan en plano de desigualdad? Si esto es así no merecerán la consideración de personas y necesitan una cura de humildad exprés.
Ya sé que te pido un imposible, pero desde el más allá algo podrás hacer para corregir el comportamiento egoísta de parte de tus conciudadanos. Tienes que buscar una pócima que les devuelva a la cordura, con un mensaje muy claro para la reconducción de todos a la vida ordinaria común. Subrayarles el compromiso de respetar las decisiones judiciales, las leyes estatales y autonómicas; salvaguardar los derechos individuales de todos a elegir qué tipo de educación quieren para sus hijos, así como poder ejercer la libertad de expresarse en cualquiera de las lenguas oficiales, tanto ante la administración como en el ejercicio diario profesional. Hacerles ver que el resto de españoles no les odian, ni quieren aprovecharse de ellos. Seguro que estarían encantados en ver que uno de los motores más importante de la economía española vuelve por sus fueros y se aúnen con el resto en beneficio común.
Espero que en el futuro no tenga que hacer uso del pasaporte para visitar tu terruño. Un fuerte abrazo de tu chozno ferrolano.
PD. Desde tu etéreo descanso haz el favor de investigar si alguna civilización superior de otra galaxia ha elegido a tu querida Cataluña para experimentar una abducción masiva, inoculándoles a gran parte de tus paisanos un virus con un mensaje monocorde y repetitivo en la mentira que les hace hasta variar la visión de la historia y comportarse de manera tan insolidaria. La única explicación que encuentro al comportamiento de personas en teoría formadas y la mayoría con estudios es la abducción.
Cómo siempre, Cardona acierta en su análisis de la situación, en esta ocasión con socarróneria y humor pero no deja títere con cabeza.
Bien