El síndrome del emperador

Enrique Barrera Beitia

Seguro que muchos de ustedes leyeron la noticia. Un juez absolvió a una madre por haber dado un bofetón a su hijo. El niñato de 11 años desobedeció repetidamente la orden de desayunar, tuvo un berrinche y destrozó su teléfono de 800 euros. La madre le dio un cachete y el niño fue a la Guardia Civil. La denuncia debió ser archivada, pero hubo juicio y la fiscalía pidió 35 días de trabajos comunitarios y no acercarse al menor a menos de 50 metros, pero el juez la absolvió deplorando la actitud despreciativa del hijo, un ejemplo claro de “síndrome del emperador”.

La mayoría de los jueces consideran que un azote a tiempo, educa, evita problemas, y no debe ser considerado maltrato si es un recurso ocasional y sin intención de lesionar

Estos casos generan indefensión en los padres que intentan reconducir los comportamientos inadecuados de sus hijos. Hace años fui testigo de los problemas que tuvo una persona que enviudó, cuando sus dos hijos menores no aceptaron el horario de salidas que les impuso. Lo denunciaron por malos tratos, y mientras se preparaba el juicio un juez les mandó a casa de un pariente. Las acusaciones eran falsas, y los menores sólo querían salir de fiesta y regresar cuando les diera la gana. Yo era su vecino y al mismo tiempo el concejal de Servicios Sociales, por lo que mi testimonio debería servir para algo, pero no fue así. Afortunadamente, el pariente que les acogió era todavía más estricto y los menores terminaron confesando la verdad y regresando a casa.

Los profesores son el otro colectivo de riesgo. Han proliferado denuncias de alumnos contra docentes, casi siempre con el apoyo de los padres (“si mi hijo lo dice, no tengo por qué no creerle”). No hablo de oidas, así que puedo afirmar que muchas denuncias han terminado en los tribunales, casi siempre en juicios rápidos. Hasta donde yo sé los docentes ganaron siempre, pero tuvieron que buscar abogados. Una situación muy estresante.

Autoridad no es autoritarismo

Los hijos con síndrome del emperador son muy propensos a ejercer el acoso escolar.

Este trastorno no tiene una raíz somática sino ambiental: la actitud permisiva de los padres. Se ha dado en muchas familias un movimiento pendular desde el autoritarismo hasta la ultrapermisividad. Muchos niños fueron educados en su infancia por padres autoritarios que dictaban órdenes y les castigaban sin explicación ni opciones intermedias. Convertidos ahora en padres, reaccionan renunciando a controlar de forma sana la evolución de sus hijos. Se convierten en padres incompetentes, y cuando quieren rectificar ya es tarde.

Así las cosas, los niños con el síndrome del emperador despreciarán la cultura del esfuerzo, carecerán de empatía y sólo entenderán de derechos y no de deberes. Si en el colegio los docentes intentan imponerles normas de convivencia, las rechazarán porque saben que sus padres tampoco les otorgan autoridad. El siguiente paso será el acoso escolar a sus compañeros. Ambos fenómenos están relacionados, porque los jóvenes violentos y mandones en su casa también quieren serlo en la escuela. Han aprendido que es una estrategia exitosa para satisfacer sus caprichos.

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