Clases magistrales

Julia Mª Dopico Vale.

No siempre se presenta la oportunidad de perfeccionarse musicalmente con profesionales como Pablo Ferrández que junto a su juventud presenta un brillante curriculum que va desde los pasos en la “Escuela Superior de Música Reina Sofía” hasta apariciones como solista en afamadas orquestas internacionales, su próximo debut con la Sinfónica de Viena o las grabaciones con su chelo- el exclusivo Stradivarius “Lord Aylesford”, cedido por la Fundación Musical Nipona, uno de los que sobreviven a los construidos por el luthier más célebre de Cremona- de los conciertos de Dvorak o Schumann, algo que lo conduce a ser valorado por la crítica como “intérprete de técnica espléndida, profunda musicalidad y carisma arrollador” o “músico de tono cálido y lirismo impulsivo a la par que refinado”.

Pues bien, los jóvenes violonchelistas tendrán la oportunidad de asistir en el mes de agosto a las masterclass que Ferrández impartirá en la “Escuela de Música Bambera” de Vigo, en la que los alumnos podrán trabajar un seleccionado repertorio con el fin de obtener el mejor partido, subrayando por otra parte el estrecho vínculo familiar que Ferrández mantiene con Ferrolterra, lo que hace que su presencia aquí sea frecuente junto a la de su madre, creadora de un personal método de enseñar música, el del Mago Diapasón, en el que partiendo de un cuento- “la música vive en el bosque de las notas mágicas”… aproxima a los más pequeños al lenguaje musical y a la educación auditiva fomentando la creatividad, la disciplina, el esfuerzo y la autoestima.

Un método que puede seguirse en Ferrol, A Coruña, Betanzos y Vigo y que la propia autora puso en práctica con sus hijos, lo que abala, evidentemente, su eficacia: “El aprendizaje de la música es un proceso como el de empezar a hablar, a andar…”, pensamientos que desde mi experiencia comparto ya que todos los niños tienen un potencial infinito. Magnífica oportunidad para aproximarse al universo de la música y especialmente al del chelo, el instrumento que Sir Beechman describía como “el más sensible conocido por el hombre”.