Enrique Barrera Beitia
Tras haber librado varias guerras de supervivencia contra sus vecinos, el estado de Israel hizo una oferta sin precedentes en el año 2.000: regreso a las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días, aceptación de un estado palestino desmilitarizado, y desmantelamiento de la mayor parte de los asentamientos judíos en Gaza y Cisjordania. Palestina recibiría en compensación las regiones de Muthalhat y Wadi Ara, de mayoritaria población árabe.
Israel no podía ir más allá y fue lo más cerca que se estuvo de firmar una paz definitiva. Pero el líder palestino Yasser Arafat no renunció al derecho de retorno de los desplazados por la guerra de 1948, y al negarse Israel se inició la Segunda Intifida que duró desde 2000 hasta 2005. El resultado final fue la muerte de 5.516 palestinos y 1.063 judíos, y la radicalización de las dos comunidades.
La situación actual se ha vuelto extremadamente complicada, y sobre el papel sólo parecen existir tres salidas al conflicto:
1. Si Israel quiere seguir siendo un estado judío y al mismo tiempo democrático, tiene que aceptar la existencia de un estado palestino.
2. Si Israel se anexiona los territorios palestinos y concede plenos derechos democráticos a sus habitantes, seguirá siendo un estado democrático, pero no judío, porque la comunidad palestina de 6.3 millones de habitantes, terminará superando a la judía de 6.8 millones por su mayor tasa de natalidad, y por el seguro regreso de buena parte de los 2.5 millones de palestinos que viven refugiados en Jordania y en el Líbano.
3. Si Israel se anexiona Cisjordania y Gaza, y convierte a los palestinos en ciudadanos de segunda al no concederles determinados derechos, entre ellos el del voto, seguiría siendo un estado judío, pero dejaría de ser democrático.
La ventana de oportunidades se cierra
El reloj para alcanzar un acuerdo ha iniciado la cuenta atrás. Israel prefiere la primera opción y los palestinos la segunda. Las fuerzas políticas y sociales judías partidarias de mantener a Israel como una Democracia, siguen siendo mayoritarias, pero decrecen año tras año en beneficio de los partidarios de aplicar la tercera opción planteada en este artículo.
Aunque los judíos constituyen sólo el 0.2% de la población mundial, han obtenido el 26% de los premios Nobel de física, el 27% de fisiología y medicina, el 41% de economía, el 20% de química y el 12% de Literatura. Hoy día, el joven y pequeño estado de Israel continúa atrayendo talento y generando una tecnología de uso civil muy superior a su tamaño, especialmente en las ciencias médicas, en robótica, en tecnología informática y de comunicación, además de las conocidas técnicas de agricultura avanzada.
Es indudable que la paz mejoraría su calidad de vida, al reducir el elevado gasto en defensa que consume el 18% del presupuesto estatal (1.723 euros por habitante, frente a 280 de España), pero necesitan tener la seguridad de que no serán atacados, y Hamas, que gobierna en la franja de Gaza, mantiene en sus estatutos la destrucción del estado de Israel.
La situación de Israel es terrible. Amenazada por todos los países islámicos y desde todas las mezquitas del mundo llamando a la guerra santa contra ellos. Sus anexiones de zonas limítrofes han sido exclusivamente por la seguridad de sus habitantes. Eso si no les ha temblado el pulso cuando han tenido que defenderse. La mayoría de los palestinos vive de las subvenciones de la Comunidad Europea no preocupándose del devenir económico de su zona hinchándose a tener hijos. Además la progresía internacional es completamente antisemita aunque no lo reconozca así.