Sí. Hubo concierto. Pero no para mí- me resultó imposible asistir como me hubiera gustado-. En la tarde del viernes y en el Teatro Jofre, de mano de la Sociedad Filarmónica Ferrolana y la flamante Real Filharmonía de Galicia dirigida por el joven maestro venezolano Manuel Hernández-Silva, en lo que se consideró “uno de los mejores conciertos por programa e interpretación, sorprendiendo la evolución enormemente positiva de la RFG en los últimos años”.
Dos compositores del S.XX protagonizaron la velada musical: El noruego Edvard Grieg y su música de fluir tranquilo y gracioso, lejos de esplendores fulgurantes o desgarradoras pasiones, pero única y de fresco colorido armónico en la juvenil Sinfonía en Do menor, rechazada por él mismo -dejó escrito sobre la partitura original: “Nunca debe ser interpretada”- y Chaikovski, el compositor que quiso ser “artesano de la música”, como él mismo suscribía en las “Crónicas de mi vida» y que afirmaba que «la música no es una ilusión, sino una revelación” con su Concierto para violín en Re Mayor, Op.35 y el aclamado solista francés Amaury Coeytaux, uno de los más prometedores músicos de su generación, interpretando aquí la obra de gran belleza melódica y oleadas de emoción del romántico y apasionado compositor con su Guadagnini de 1773, como el de aquellos fabricados con los secretos de cuidadosos luthiers que dejaron ejemplares únicos y exclusivos y nombres como Amati, Stradivari o Guarnieri.
Un concierto que requiere gran virtuosismo a lo largo de sus tres movimientos: El Allegro Moderato, de melodías unidas por el elemento argumental de los cambios de ánimo; la pausada Canzonetta y el enérgico y brillante final, inspirado en temas rusos tradicionales y desarrollados en múltiples variaciones. Una programación de la Filarmónica Ferrolana que se supera a sí misma en cada ocasión y que nuevamente ofrecerá otros conciertos, esperemos que con conciertos (personal).