Canido y su identidad perdida

Enrique Barrera Beitia

Canido mantuvo una identidad propia durante muchas décadas, probablemente hasta los años sesenta, cuando perdió su condición de castro separado del barrio de La Magdalena, por una franja de doscientos o trescientos metros de huertas.

En esa época, Canido era un barrio de unos 2.500 habitantes de casas bajas y ambiente semi-rural, que celebraba cada sábado un mercado para vender los excedentes alimenticios. Además, funcionaban varias industrias. Muchas veces la personalidad se construye en oposición a la del vecino, que en este caso era un barrio de militares, funcionarios y comerciantes. Mientras la gente de Canido «bajaba a Ferrol» para hacer compras, los vecinos de La Magdalena no tenían necesidad ni motivos para «subir a Canido», salvo el día del citado mercado.

Perspectiva aérea de Canido y La Magdalena durante los años 30, frágilmente unidos (como si fuera un cordón umbilical) por la calle San Diego

Este aislamiento físico y las muestras de solidaridad propias de una sociedad de campesinos y obreros, reforzaban el vínculo comunitario. Los bailes y las partidas de bilarda convocaban a muchas personas, y el Club Canido actuaba como agente vertebrador. Al desaparecer esta distancia profilactica con La Magdalena y cerrar más tarde las industrias, Canido perdió músculo y quedó subsumido en la trama urbana ferrolana, despojado de su individualidad.

En la actualidad conviven en Canido dos estrategias que no se contradicen. Por un lado, la funcional y utilitarista que busca mejorar su calidad de vida, esponjando la trama urbana y dinamizando la calle Alegre como eje comercial que facilite el acceso al comercio de proximidad, evitando desplazamientos fuera del barrio.

Por otro lado, la identitaria y sentimental, que trata de recuperar esa identidad perdida poniendo en valor iconos como el viejo lavadero, el baluarte, el chalet de Canido, o situando al barrio en el mapa con la iniciativa cultural de «Las Meninas». Son elementos que los vecinos perciben, seleccionan y aceptan, como aptos para construir un relato inclusivo, o dicho de otra manera, para pasar de lo efímero a lo perdurable, para reconstruir y recuperar recuerdos y espacios.

De esta manera, Canido aflora como una experiencia piloto de barrio postmoderno en su sentido artístico y filosófico, sacudido por una corriente que busca superar la tendencia a convertirse en una simple prolongación de La Magdalena.

El chalet de Canido o el lavadero restaurado, no son simples elementos decorativos, sino materiales de una identidad socio-comunitaria.
Las Meninas de Canido pueden formar parte del Itinerario Cultural Europeo.

 

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