Canido mantuvo una identidad propia durante muchas décadas, probablemente hasta los años sesenta, cuando perdió su condición de castro separado del barrio de La Magdalena, por una franja de doscientos o trescientos metros de huertas.
En esa época, Canido era un barrio de unos 2.500 habitantes de casas bajas y ambiente semi-rural, que celebraba cada sábado un mercado para vender los excedentes alimenticios. Además, funcionaban varias industrias. Muchas veces la personalidad se construye en oposición a la del vecino, que en este caso era un barrio de militares, funcionarios y comerciantes. Mientras la gente de Canido «bajaba a Ferrol» para hacer compras, los vecinos de La Magdalena no tenían necesidad ni motivos para «subir a Canido», salvo el día del citado mercado.
Este aislamiento físico y las muestras de solidaridad propias de una sociedad de campesinos y obreros, reforzaban el vínculo comunitario. Los bailes y las partidas de bilarda convocaban a muchas personas, y el Club Canido actuaba como agente vertebrador. Al desaparecer esta distancia profilactica con La Magdalena y cerrar más tarde las industrias, Canido perdió músculo y quedó subsumido en la trama urbana ferrolana, despojado de su individualidad.
En la actualidad conviven en Canido dos estrategias que no se contradicen. Por un lado, la funcional y utilitarista que busca mejorar su calidad de vida, esponjando la trama urbana y dinamizando la calle Alegre como eje comercial que facilite el acceso al comercio de proximidad, evitando desplazamientos fuera del barrio.
Por otro lado, la identitaria y sentimental, que trata de recuperar esa identidad perdida poniendo en valor iconos como el viejo lavadero, el baluarte, el chalet de Canido, o situando al barrio en el mapa con la iniciativa cultural de «Las Meninas». Son elementos que los vecinos perciben, seleccionan y aceptan, como aptos para construir un relato inclusivo, o dicho de otra manera, para pasar de lo efímero a lo perdurable, para reconstruir y recuperar recuerdos y espacios.
De esta manera, Canido aflora como una experiencia piloto de barrio postmoderno en su sentido artístico y filosófico, sacudido por una corriente que busca superar la tendencia a convertirse en una simple prolongación de La Magdalena.