Manuel Galdo
Que el asunto de las pensiones está que arde es más claro que el agua. Quiero pensar que los políticos, gobernantes o no, no se limitan a estar pasándonos por las narices el ya cansino mensaje de que los ingresos no alcanzan para compensar el gasto que el pago de la nómina de los pensionistas supone.
Quiero pensar también que además de hacer esto, si en realidad el asunto les preocupa, tal como pretenden hacernos ver, estarán buscando soluciones o salidas para remediar el problema y que no se limitarán únicamente a recordárselo al gobernante de turno, y de paso ponernos a nosotros en antecedentes de lo que esta situación puede acarrear. Pero algunos van más lejos y se atreven a airear que de seguir así, el asunto puede derivar en el impago de sus emolumentos a los jubilados. Veladas amenazas, pero amenazas en definitiva.
Quiero pensar que además del mensaje, la concienciación que pretenden y las amenazas que nos hacen estarán devanándose los sesos para dar solución al problema, que se me antoja gravísimo.
Quiero pensar en definitiva que vista la gravedad del asunto y lo apremiante de la solución al mismo tengan previstas ya vías de salida para llegar a una solución urgente, por no decir inmediata.
El problema, es indudable, viene dado por la falta de ingresos, ya que en el caso de las pensiones está descartada la posibilidad de reducir gastos y lo que es peor estos aumentan a ritmo creciente e inevitable por causa de las mínimas aportaciones al sistema que a día de hoy se vienen efectuando, derivadas de la ausencia de cotizantes que cubran las necesidades.
En esta situación, además de lanzar globos sonda para detectar el pensamiento de los posibles perjudicados, que son en primer término los pensionistas y a continuación la sociedad en general, quienes gobiernan son en esencia los que tienen que arbitrar vías de salida.
Ingresos y gastos son la dualidad sobre la que necesariamente deben plantearse las soluciones, que exigen incidir y perseverar directamente sobre la primera, sin otra opción al respeto, ya que en cuanto a la segunda es imperiosamente necesario seguir gastando.
Quizás sea tiempo de que los gobernantes para lograr ese aumento de ingresos, a todas luces necesario, busquen alternativas a esa línea descendente en la que están sumidos y que son la consecuencia directa de la dificultad planteada para el pago de las nóminas.
La robótica y la informática por una parte y los despidos y jubilaciones por otra son los causantes de la reducción de cotizantes y por lo tanto la raíz del problema, pero curiosamente, los primeros, son también una de las vías de solución, veamos cada una de ellas:
Se me antoja necesario “habilitar” un impuesto directo sobre la utilización de la robótica y la informática ya que ambas con la destrucción de empleo que llevan asociada son las causantes directas de la merma de ingresos, lo lógico sería por tanto que sean ellas también quienes suplan esta carencia con sus aportaciones. <IDDI>, podría llamarse el susodicho impuesto, es decir <IMPUESTO DIRECTO DESTRUCCIÖN INGRESOS>, que habrá de multiplicarse por cuatro, ya que calculo, en una apreciación sin estudio previo que la avale, que ese es el número de cotizantes a quienes sustituyen los aparatitos en cuestión, lógico es pues que nos resarzan en la misma cuantía por la disminución de ingresos que provocan.
Hay otro nido sobre el que se debiera actuar e incide este sobre la disminución de gastos, pero no de los que provocan las pensiones, cosa impensable por imposible, ya que son o deberían ser intocables. Las aportaciones al fondo de pensiones deben incidir sobre los emolumentos de los políticos directamente, sin miramientos, y la reducción drástica de los gastos de administración innecesarios, diputaciones, vehículos oficiales, sueldos vitalicios. etc.. Seguro que con este montante desaparecerían los problemas de la liquidez para el pago de pensiones. Dos nuevos impuestos dos soluciones para un solo problema las pensiones.