Hace muchos años que los españoles han dejado de ver en los militares un riesgo para la Democracia, asimilándolos a cualquier otro organismo público. Esto se debe a la discreción con que las FFAA viven las tensiones políticas, y a que el código moral castrense no está ya tan enfrentado a los valores de la sociedad civil, como en anteriores etapas históricas. Este meritorio encaje no es fácil por tres razones.
En primer lugar, porque nuestra sociedad es socialmente permisiva y antiautoritaria, identificando el autoritarismo con las jerarquías piramidales, como es el caso del ejército.
En segundo lugar, porque las encuestas acreditan que los españoles somos con los alemanes, el pueblo europeo más contrario a cualquier aventura bélica, tal y como se comprobó en 2003. Para desgracia de los astilleros ferrolanos, también somos muy críticos con el gasto militar, hasta el extremo de que los gobiernos camuflan partidas de Defensa en otros ministerios, para no irritar a la opinión pública.
En tercer lugar, porque muchos civiles no dan por válido el principio de que los militares, por el simple hecho de serlo, tengan más honor y capacidad de sacrificio que los demás. ¿Acaso están desprovistos de estas virtudes los científicos, los médicos, los obreros, los mineros, o cualquier otro colectivo? ¿Qué marca la diferencia entre el colectivo militar y el civil?
La respuesta es que los militares están preparados y obligados a dar la vida en defensa de su país. Pero la acelerada profesionalización de nuestras FF.AA para gestionar una tecnología militar cada vez más compleja y eficiente, diluye barreras y las aproxima a una empresa civil. En las actuales guerras tecnológicas, donde se mata cada vez a mayor distancia y de manera más «aséptica» e impersonal, los líderes heróicos parecen fuera de lugar.
Por otra parte, es innegable que con la supresión del Servicio Militar Obligatorio y la profesionalización de nuestras FFAA, han entrado en sus filas jóvenes que buscan simplemente un trabajo, sabedores de que no entraremos en guerras contra estados, y que en el peor de los casos, sólo se movilizarán colectivos altamente especializados en guerras asimétricas contra organizaciones terroristas. Fruto de los nuevos tiempos, en una institución tan masculina, las mujeres son ya casi el 2% de los cuadros de mando y el 13% de los Cuerpos Comunes.
La tendencia natural al Orden de los militares y la persistente endogamia (muy acusada en la Marina), actúan de contrapeso en este cambio de valores, manteniendo un modelo vocacional que de todas maneras retrocede. En términos sociológicos, se trata de un colectivo conservador, pero sin duda nada que ver con la imagen acuñada en la dictadura franquista.
A todo lo dicho, hay que añadir un nuevo factor que está modificando el ADN de nuestro Ejército, si se permite el símil. Esta institución está concebida para hacer la guerra y usar los periodos de paz para adiestrarse. Pero en los tiempos actuales, esto se considera un despilfarro de recursos para una organización de 108.000 militares y 20.000 civiles en funciones administrativas, de manera que se le asignan misiones humanitarias y de apoyo operativo a situaciones de catástrofe o riesgo ecológico.
Estas misiones, que no forman parte de la tradición castrense y en cierta manera desnaturalizan el papel de un ejército, han servido para mejorar notablemente su imagen pública, pero con el paso del tiempo la población las considerará una tarea más a la que están obligados, y ya no le dará importancia.
Me parece sin duda uno de sus comentarios menos acertados, cargado de hipocresía y de negación de la realidad. Ilustrar la labor de las FAS españolas con un vehículo israelí, ignorar las múltiples misiones, omitir la seguridad marítima o el control de tráfico de seres humanos, la seguridad cooperativa, las misiones de adiestramiento, los bloqueos militares me hace pensar que, o bien es un completo ignorante o bien es un iluso que no sabe por qué usted puede sentarse ante su ordenador a escribir estas impresiones. Vamos, que toca de oído y desafina bastante.
¿Hay muchos miembros de esos colectivos que pasan seis meses fuera de casa en cualquier condición por el sueldo que cobra un militar? ¡A ver si nos vamos quitando el antimilitarismo casposo y de dehesa!
La única misión que la FFAA debieran haber realizado en España es evitar que la planta de gas no se ubicase justo a las puertas de la base naval de Ferrol.
Con un volumen total de alamcenaje de GNL de hasta 300.000 m3 el «enemigo» tendría a su disposición un objetivo puntual de unos 7.520.000.000.000 kJ o en términos equivalentes a unos 1.800 kilotones, lo que supone unas 120 veces la carga energética de la bomba de Hiroshima.
Claro, me dirá que no se libera la energía de la misma forma que una bomba atómica, pero chamuscaría todo lo que encuentre hasta unos, 10 km?