Enrique Barrera Beitia
El colectivo militar y el colectivo obrero de Bazán han sido tan poderosos en Ferrol, que han conformado una ciudad bipolar, donde las clases medias han tenido dificultades para marcar las diferencias, y la burguesía local que levantó proyectos industriales como Hispania o Fenya no ha podido resistir el paso del tiempo. Durante décadas, una abrumadora mayoría de jóvenes ferrolanos sólo tenían en el horizonte laboral dos salidas: la Marina o Bazán. La cultura empresarial era ajena a los ideales castrenses y obreros, acostumbrados a ver en los pedidos estatales la única herramienta de bienestar en la ciudad.
Pero los tiempos cambian, y cada vez son más las voces que exigen políticas de apoyo a los emprendedores. Ferrol tiene unas 4.215 empresas, una por cada diecisiete habitantes, mientras que en España hay una por cada catorce. Ese déficit es mucho más grave de lo que puede parecer, porque si tuviéramos la media española, tendríamos 713 empresas más, y bastantes parados menos. A fecha de hoy, la tasa de actividad de Ferrol es del 43% de su población, diez puntos menos que la media gallega, y el paro es del 27%, también diez puntos más que la media de Galicia.
Por lo tanto se trata de evitar que nuestros jóvenes emigren, y que aprovechen aquí sus conocimientos profesionales. Para ello es necesario una política transversal que contemple seis pilares.
1. Erradicar la costumbre de hablar mal de nuestra ciudad, porque es difícil que una iniciativa se consolide en un entorno carente de autoestima.
2. Ayuda para resolver la excesiva burocracia a la que se enfrenta un emprendedor.
3. Entregar a los emprendedores, locales municipales sin uso, con un alquiler simbólico durante los primeros años de vida del proyecto.
4. Cooperación y coordinación entre Xunta, Diputación Provincial y concello.
5. Crear talleres formativos y cursos para emprendedores.
6. Crear un espacio de trabajo cooperativo ( «coworking» en inglés).
De la misma manera que las instalaciones de la FIMO, pueden ser el receptáculo que actúe como incubadora de estas empresas emergentes (start-up), la planta alta del Centro Comercial Portanova puede utilizarse como coworking, un espacio compartido por emprendedores individuales para desarrollar sus proyectos individuales o colectivos. Es una herramienta contrastada positivamente en otros países y es relativamente fácil, pues se trata de proporcionar un escritorio individual, acceso a internet, un local multiusos y salas de reunión. Los profesionales de Internet, diseñadores, programadores y periodistas, se adaptan muy bien a este modelo, prefiriéndolo por sus sinergias al trabajo en su propia casa.
La secuencia ideal sería que el espacio de trabajo cooperativo anime en un momento determinado, a dar un salto cualitativo que requiera un espacio propio para incubar su idea y que empresa emergente o star up, se consolide.