Andrés Suárez, un valdoviñés-ferrolano que sigue triunfando

andres suarez-2Casi 20 años han pasado desde que Andrés Suárez, «aquel gallego de aldea que quiso ser cantante», comenzó a patearse «garitos» y ocho desde se apeó en Madrid para tocar, a veces, delante de «menos 50 personas», todo un camino «lento pero seguro» para quien el viernes debutará en el Barclaycard Center.

«Es algo especial, la música va más rápida que la vida y, a lo mejor, se convierte en el único concierto que haré nunca allí, por eso lo he concebido como un autohomenaje y quiero disfrutarlo», ha dicho en una charla a una semana de su cita en el antiguo Palacio de Deportes de la capital.

Suárez (Valdoviño, 1983), que se retrata como «un gallego madrileño», reconoce que lleva dos días sin dormir por los nervios. «Pero es algo que me gusta, que no me avergüenza decir, porque es un honor tener respeto al público», subraya quien en 2015 cerraba otra exitosa gira con el aforo del Palacio de Vistalegre completo.

Su primera visita al Barclaycard Center, con el doble de capacidad, supondrá el broche de la gira de su sexto álbum, llamado paradójicamente «Mi pequeña historia», después de año y medio en carretera y de ofrecer cerca de 90 shows, entre ellos, uno muy emotivo en Ferrol , con el auditorio lleno y paisanos «hasta en la calle».

En cada una de esas paradas, afirma, ha vuelto a vaciarse de emociones, como ya hizo al componer y grabar este cuarto disco de estudio sobre sus quebrantos sentimentales.

«Cuando canto esas canciones, vuelvo a los lugares que me las inspiraron. Quiero hacerlo aunque duela. No soy actor, no sé fingir un sentimiento, yo lo revivo y por eso llego a casa derrotado de dar lo mejor que tengo dentro», asegura el autor de discos como «Maneras de romper una ola» (2008), «Cuando vuelva la marea» (2011) o «Moraima» (2013).

Cuando comenzaba esta gira, decía: «Lo que quiero es no parar, que pasen 7 meses de trabajo y quejarme mucho del agotamiento»»

«Hay gente que viene desde México o Miami al concierto. Si me quejara sería un desagradecido. Mi madre lleva trabajando desde los 18 años y no se ha quejado ni un solo día. Soy hijo de obreros y pienso que este es el momento de trabajar, porque no tengo más ataduras ni dependencias que la música», señala.

Ese público que «las pasa canutas» haciendo kilómetros y reservando hoteles para verlo en cualquier ciudad es su principal motivo de orgullo.

«Tengo la fortuna de haber tenido una carrera lenta. El público que viene de dos en dos es un público sólido. Yo empecé tocando para menos 50 personas. Cuando llegué a Madrid, en la sala Libertad 8 actué ante tres personas, y eso cuando por fin me dieron espacio», recuerda sobre su progresión musical.

El 9 de noviembre regresará a Latinoamérica, donde los trovadores y artesanos de la palabra, los Sabina, Serrat y compañía, en definitiva, «los cantautores a mucha honra», no es que sean queridos, es que son tratados «como dioses, con devoción y locura». En esa fecha actuará en Montevideo, el 10 de noviembre en Buenos Aires y el 12 en la ciudad argentina de Córdoba.

Ya tiene canciones para su próximo disco, compuestas entre Formentera y Canarias, pero avisa que, tras sus compromisos al otro lado del Atlántico, no correrá para lanzar nuevo disco. «Es el momento de un buen descanso», anticipa.

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