Enrique Barrera Beitia
En situaciones de extrema tensión, cuando hay muertos, se encarcela masivamente y se niegan los derechos políticos y laborales, algunas personas se sienten frustradas y piensan que las huelgas y manifestaciones son inútiles, y deben ser sustituidas por la lucha armada. La actuación policial desencadenada en Ferrol el 10 de marzo de 1972, terminó con dos muertos y docenas de heridos de bala, además de 110 detenidos y numerosas torturas. Fue un milagro que no hubiera más muertos. Era por lo tanto un caldo de cultivo idóneo, y estuvo a punto de provocar un atentado mortal, evitado en el último momento por militantes ferrolanos del Partido Comunista de España. El objetivo: Gabriel Martorell y González Madroño, director de Bazán.
Muchos trabajadores estaban enfurecidos contra esta persona, a la que responsabilizaban de lo ocurrido. También había resentimiento contra el jefe de los soldadores, un conocido chivato que había colaborado con la policía delatando a muchos trabajadores y contra varios jefes de taller, por las mismas razones. Un grupo de cinco personas, cuyos nombres por razones obvias omitiré, empezó a vigilar a Gabriel Martorell y González Madroño. Vivía en la calle Real y todos los días, el coche de la empresa le recogía y le dejaba en la confluencia de esta calle con la plaza de España, porque antes de ir al trabajo, tomaba café en El Avenida. Observaron que el chofer le abría y cerraba la puerta.
Decidieron que el atentado se haría en ese instante, arrojando varios cócteles molotov al vehículo. Si todo salía bien, volverían a actuar quemando los coches de las personas que colaboraban con la policía.
El atentado se cometería enfrente del Café Avenida. En 1972, la zona no estaba peatonalizada y la avenida de Vigo pasaba por delante. A la derecha Paco Filgueiras
Cuando hablamos del cóctel molotov, todos nos imaginamos la típica botella de gasolina, con un trapo al que hay que prender fuego antes de lanzarlo. Como sabemos que esto requiere varios segundos, no parece ser una opción viable. Sin embargo, hay otras maneras de confeccionar un cóctel molotov sin necesidad de mecha. Incluso se puede fabricar de tal manera que simplemente explote al romperse la botella.
En abril de 1972, los militantes comunistas y de CC.OO que continuaban libres, celebraban reuniones clandestinas, cerca de las vías del ferrocarril a su paso por La Gándara y al lado de una pista de conducir en Santa Cecilia. Este grupo se presentó una noche e informó de sus intenciones. Querían recabar opiniones y solicitar apoyo para ocultarse tras el atentado. Todos los asistentes intervinieron para oponerse rotundamente. El primero en hacerlo fue Francisco Fernández Filgueiras (Paco Filgueiras), que fue muy convincente en su explicación. Según los testigos, habló con calma, pero con gran firmeza. Después hablaron los demás, en la misma linea. Además de rechazar los atentados como método de lucha política, les hicieron ver que quedarían marcados y aislados socialmente de sus compañeros de trabajo.
Al terminar la reunión, los cinco se quedaron a discutir y cuatro de ellos acordaron no atentar ni recurrir en el futuro a este tipo de acciones. La quinta persona planteó sustituir el atentado por una voladura de la estatua de Franco, pero se desestimó.
Paralelismo con Vigo: Grapo y FRAP.
Había un indiscutible paralelismo entre Vigo y Ferrol, dos localidades gallegas que atravesaban fuertes conflictos sociales. En Vigo, crecieron con fuerza organizaciones partidarias del uso de las armas y como es lógico, intentaron extenderse a Ferrol. Es el caso del Grapo (Grupo Armado Antifascista Primero de Octubre), que en 1974 mandó a Fernando Hierro Chomón. Más tarde llegó Isidoro Padín Cortegoso, de Cambados. Intentaron hacer proselitismo, pero fueron aislados y finalmente se marcharon. Es probable que hayan sido los autores de la bomba puesta en la cruz de los caídos en la plaza de Amboage. el 18 de julio de 1976.
El 4 de noviembre de 1975, fueron detenidos en Ferrol tres miembros de los FRAP: José Fernández Barcia, Rafael Puentes Lamas («Viriato») y María Pilar Cagide Castro, una muchacha de 19 años. Esta detención presenta aspectos muy misteriosos, porque seguimos sin saber de donde vinieron ni con qué objetivos. Es probable que se tratara de un «grupo trampa» organizado por la policía para atraer extremistas.
Finalmente, tenemos el conocido caso de José Ramón «Moncho» Reboiras Noia, que formaba parte de un grupo relacionado con la UPG y que colaboraba con ETA. A raíz de la detención en Lugo del etarra José Ignacio Villanueva Lanza, el 12 de agosto de 1975, se localizó el piso donde vivía. El operativo policial fue una chapuza, ya que escaparon otros dos miembros del comando: Elvira Souto Presedo y Lois Ríos Paredes. También estuvo a punto de escapar Moncho Reboiras, que terminó recibiendo tres tiros cuando buscaba refugio en el número 27 de la calle de la Tierra. A finales de ese mismo año, la UPG decidió abandonar la lucha armada.