Enrique Barrera Beitia.
En el contexto de negociaciones para alcanzar un acuerdo de cooperación económica y militar que garantizara la supervivencia de la dictadura, el 14 de octubre de 1952 llegaba a Ferrol una delegación de la Marina de EE.UU, a cuyo mando estaba el capitán Henry Gabriel Sánchez de padre malagueño y con un perfecto dominio del castellano. Le acompañaban el teniente Walter Bradley Tukey y el teniente Allan Herbert Sykes, ingeniero militar.
La US Navy había hecho saber que quería usar la base naval de Ferrol como apoyo a sus buques, estando interesados en disponer de un polvorín propio y también de un poblado de nueva construcción para su personal civil y militar, segregado de la población nativa. Visitaron las instalaciones subterráneas de A Graña, dejando entrever su deseo de ampliarlas con ramales laterales y consideraron insuficientes las 50.000 toneladas de capacidad de los depósitos subterráneos de combustible. Al día siguiente visitaron los cinco nuevos depósitos del polvorín del Montón de Caranza construidos después de la explosión de 1943, pero manifestaron que preferían construir uno totalmente nuevo en el valle del Eume.
El bajo nivel de esta delegación hirió el orgullo de la jerarquía militar ferrolana, que delegó su representación en el capitán de corbeta Miguel Romero Moreno. El Jefe del Estado Mayor Pablo Suanzes, en su informe sobre la personalidad de la misión estadounidense, indicó al Capitán General del Departamento que se trataba de personas de «muy segunda categoría».
La siguiente visita se produjo entre el 6 y el 10 de octubre de 1954, un año después de que se firmara el tan ansiado acuerdo. Esta nueva delegación también tenía un perfil bajo pues al mando estaba otro capitán, de quién sólo he podido averiguar que se apellidaba Weiler y que pertenecía al cuerpo general. Iba acompañado por otros dos capitanes y dos tenientes, todos ellos del cuerpo de ingenieros de construcción. Se designó a Juan Romero Manso (capitán de fragata) como cabeza de la parte española, acompañado por cuatro oficiales. Hubo un intento de convencer a los estadounidenses de usar las instalaciones ya existentes en la ría de Ferrol, pero se mantuvieron firmes en construir un nuevo polvorín en la zona del Eume, mostrando un mapa donde ya habían delimitado el terreno, así como la previsión de un muelle de descarga de barcazas en la ensenada de Redes.
El lugar elegido estaba en el kilómetro 5 de la carretera que une Cabanas con As Pontes, «dos colinas pequeñas en un lugar llamado Punxeiros (sic) cuyas laderas descienden hacia la citada ruta». Actualmente, esta zona está atravesada por la rúa Fontenova y el Camiño da Espiñeira. Al visitarlo, se comprobó que lo que los estadounidenses querían construir no era realmente un polvorín de uso continuo ni de grandes capacidades, sino 35 almacenes de municiones para usar en casos de emergencias. Era un cambio drástico sobre la propuesta inicial.
El contralmirante Pablo Suances volvió a informar al Capitán General, indicando que las negociaciones tenían un sesgo de «situación psicológica invertida», definiendo este concepto como una prepotencia de la parte estadounidense, que mandaba delegaciones de segundo nivel sin informar previamente de sus intenciones, dejando a la parte española vendida y obligada aceptar los cambios de planteamiento. Estaba claro que los militares estadounidenses no sentían simpatía por el ejército franquista ni lo ocultaban, pero además añadían el deseo de no mezclarse con la población civil, ya que rechazaron todas las alternativas ofrecidas para alquilar pisos en Ferrol o alrededores, dando a entender que eran de mala calidad.
El 6 de junio de 1957, el almirante Pedro Fernández informó al ministro de Marina que la expropiación de terrenos para los mal llamados polvorines y para el barrio residencial en los Altos de Valón, afectaba a 661 propiedades, con un valor pericial calculado de 35 millones de pesetas y que «no se aprecia al parecer resistencia de sus propietarios a desprenderse de sus fincas si son indemnizados razonablemente» (una carta previa del todavía ministro de Marina Salvador Moreno Fernández al alcalde de Ferrol, le pedía que «se haga ver que los propietarios desean cooperar»). También indicaba Pedro Fernández que la decisión estadounidense de concentrar todos sus servicios, incluso las viviendas en una península montañosa era un ejemplo claro de «castro defensivo que puede herir la sensibilidad del hospitalario pueblo español», además de ser una amenaza estratégica para la soberanía nacional. La respuesta del recién nombrado ministro Felipe José Abárzuza Oliva, le señala algo tan obvio como que a EE.UU le sobran medios para invadir España sin necesitar castros defensivos, y a la vez le revelaba que el asunto había llegado a sus manos cuando ya estaba resuelto.
Finalmente, tras haber estado años practicando el juego del gato y el ratón, o como vulgarmente se dice «mareando la perdiz», el ejército de EE.UU notificó al gobierno español que renunciaban a todas las obras en la zona de Ferrol (polvorines, ampliación de muelles, barrio residencial, etc). Así, sin más. Desde luego, dejaron más que claro quien tenía la sartén por el mango.
Puede haber un error de traducción pues dice que la representación yankee era nivel de capitán, empleo inexistente en la Navy, si existe Captain que es equivalente a Capitán de Navío (coronel).
Muchas gracias por su aportación. No tengo aquí mismo las fotocopias de los documentos de la Zona Marítima del Cantábrico, pero creo recordar que se alude a estas personas con el término Captain. Si fuera así, entiendo que es un rango superior al de los oficiales que encabezaron la delegación española (capitán de corbeta en el primer contacto y capitán de fragata en el segundo).