El Islam no sólo forma parte de la Historia de España, sino que también es una realidad actual, porque viven entre nosotros casi 2 millones de musulmanes, de los que 800.000 tienen nacionalidad española (España tiene una población de 46.000.000 de habitantes).
Hay un amplio consenso en valorar al Islam como una religión que no ha evolucionado ni se ha adaptado a los tiempos actuales. Es verdad que el cristianismo cometió en el pasado horribles crímenes relacionados con las Cruzadas y la Inquisición, pero varias reformas religiosas y el posterior triunfo del laicismo, han establecido la separación entre el Estado y la Iglesia. Además, la Biblia no se interpretan de manera literal, pues los protestantes lo hacen a su libre albedrío y la iglesia católica de una manera unificada.
Al margen de las diferencias doctrinales entre suníes y chiíes, podemos distinguir tres grupos diferentes de musulmanes distribuidos por el planeta.
Un 10 % son fundamentalistas que defienden una sociedad basada en la ley religiosa islámica (Sharía). Usan y/o justifican la muerte por apostasía, la lapidación por adulterio, la horca por homosexualidad, imponen matrimonios, burkas o velos a las mujeres y tienen un protocolo para castigarlas físicamente. De este grupo nacen los yihadistas que cometen atentados terroristas.
Un 80 % no usan ni justifican la violencia, pero su aceptación acrítica del Corán les dificulta la integración en una sociedad moderna, donde hay igualdad entre hombres y mujeres y donde la religión está relegada al ámbito privado.
Un 10 % tienen una visión crítica del Islám y quieren reformarlo, pero… ¿ Es posible una reforma en el Islam similar a la del cristianismo?
Los musulmanes europeos son los que más oportunidades tienen para asumir esta tarea, porque están a salvo de la represión del clero chií y de los fundamentalistas. No se trata de dar a luz un Lutero, pero sí de asentar la idea de que el Corán permite varias lecturas y puede funcionar en sociedades laicas, participando y respetando sus valores democráticos e igualitarios. Los propios gobiernos occidentales, incluyendo el español, buscan formadores de opinión pública que impidan que los jóvenes musulmanes caigan en las redes del terrorismo islamista. Los ejes de esta reforma serían tres:
a. En el Corán, no debe interpretarse literalmente los cuarenta hadices que incluye Mahoma, porque no son contenidos revelados por Alá, sino aspectos de su vida privada que reflejan valores puramente tribales. Un ejemplo lo tenemos en la práctica de la mutilación genital femenina, que no está generalizada porque hay dudas sobre la veracidad de un hadiz, en el que el profeta habría supuestamente aconsejado a una mujer de Medina dedicada a la práctica de la circuncisión femenina, lo siguiente:
– Cuando circuncides a una mujer no cortes demasiado de su miembro, para que tenga la cara más luminosa y sea más amistosa con su marido.
b. La Sharía corresponde a un contexto pasado y sus leyes no pueden estar vigentes en la sociedad actual, porque es una anacronismo histórico. Un ejemplo podría ser el siguiente: en el Corán, el testimonio de la mujer vale la mitad que el de un hombre. Pero cuando se escribe el Corán, en las sociedades cristianas el testimonio de una mujer valía mucho menos (en el concilio de Nicea, celebrado en el 585, los obispos aprobaron por un estrecho margen de votos, que la mujer tenía alma). Es evidente que el Islám quería establecer un trato más igualitario entre hombres y mujeres, pero si en trece siglos ha permanecido inmutable, el resultado ha sido el contrario.
c. No se puede obligar por la fuerza a cumplir el Islám y la violencia debe ser desterrada.
d. No hay que confundir el derecho a ser respetado en el ejercicio del culto, con el inexistente derecho a no ser ofendido. En una sociedad democrática, los ciudadanos tienen derecho a ridiculizar a las creencias religiosas, siempre que no se incite con ello al odio contra los creyentes.