Partimos esta vez de nuestra entrañable Ferrolterra a las tierras de A Mahía, en la parroquia de Ames, muy cerca de Santiago, la capital peregrina, a donde acudimos con nuestro grupo «Rosas», invitados por la corporación municipal a rendir cumplido homenaje al hombre, al poeta, Maximino Castiñeiras, «O Poeta da Mahía», o «Poeta dos Novos», tal y como se pronunciaba Carlos Bóveda Bentrón, cuando decía: «Maximino Castiñeiras García, soñador e impulsor das artes e das letras da nosa xuventude, dentro e fora da terra», una tierra de la que él hacía bandera: «Es mi tierra La Mahía/país de tiernos cantares/rincón de la juglaría/ mundo ajeno a los pesares….».
Corrían los años ochenta y Maximino era una institución por las calles compostelanas, pertrechado de capa española, sombrero y un maletín repleto de poesías y entusiasmos. En aquellos años para mí estudiantiles, encontrarlo y reunirnos era toda una celebración. Acompañaba sus conversaciones de buenas tazas de ribeiro y relatos de una vida intensa que iban desde su compromiso republicano a los años en el exilio, relacionándose con algunos de los poetas de la Generación de Plata y también con Neruda.
«Maximino merece una vida de amistad» y en nombre de esa amistad que mantuvimos surgió la idea de realizar este homenaje, recorriendo versos extraídos de sus poemarios «Antología poética», «El hombre, la pasión y la vida», «Proyecciones artístico literarias»….Algo que fue posible gracias al apoyo del concelleiro David Santomil. Él era un bohemio, un aventurero y ante todo un poeta: «non é poeta de salóns académicos, senon un rapsoda popular de campos abertos, de festas mariñeiras e de celebracións campesiñas».
En Agosto de 1987 El Correo Gallego se pronunciaba: «A vida deste bardo celta, como mais de un lle chaman, ten a fermosura de un poema que se saborea entre amigos». Y entre amigos compartimos, partiendo de Ferrolterra este emocionado homenaje a Maximino Castiñeiras, el hombre que quería vivir la vida «dignamente, sin doblegarse ante los traidores, huyendo de la maldad y la bajeza».