Defiendo el derecho de los palestinos a tener su propio estado y abogo por la retirada israelí de los territorios ocupados, pero también defiendo el derecho a la existencia del estado de Israel, por cierto, la única democracia existente en la zona, con defectos, pero también con ciudadanos de ambos sexos y de origen árabe trabajando como oficiales de policía, magistrados y funcionarios de la administración estatal.
Soy una persona de izquierdas que tiene un fuerte vínculo emocional con el pueblo judío y siento malestar, cuando la legítima defensa de los palestinos y la legítima crítica al gobierno israelí, se acompaña con comentarios y actitudes antisemitas.
Una derrota militar de Siria, Egipto o Jordania, no acarrearía el fin de estas naciones, pero una derrota militar israelí significaría su desaparición. En la franja de Gaza gobierna Hamas, una organización que tiene como objetivo en sus estatutos «la desaparición del estado sionista» . Entre 2001 y 2008, Hamas lanzó aproximadamente 3.800 misiles Qassam contra las poblaciones cercanas, sin que la opinión pública española se movilizara. De fabricación casera y muy poco precisos, mataron a cerca de 20 personas. Cuando finalmente intervino el ejército, sin duda con excesiva fuerza, estalló una oleada de indignación «contra la salvaje agresión israelí» .
¿Hubiéramos tolerado los españoles que se lanzarán desde Portugal cientos de misiles contra nuestras ciudades y pueblos?. Cuando hice este comentario a un compañero de izquierdas, me miró como si fuera un extraterrestre y otro me respondió diciendo:
– Pero se trata de cohetes caseros, no causan «apenas» daño.
Presumimos de ser un pueblo que dice las verdades a la cara, pero somos muy hipócritas. Los que me han invitado a secundar una campaña de boicot contra productos israelíes, no tienen inconveniente en que se intensifiquen los intercambios comerciales con Arabia Saudí e Irán, estados cuya legislación viola muchos derechos humanos, especialmente los de la mujer.
En Reino Unido, una parlamentaria ha propuesto transferir a los judíos a Estados Unidos y que este extenso país, les ceda 22.000 kilómetros cuadrados de su superficie. Lo más lamentable es que en Facebook hay un buen número de usuarios que comparten la ocurrencia con el emoticono de «me gusta» . Es decir, a estas alturas de la Historia (con mayúsculas), hay quien ve a la comunidad judía como un rebaño al que se puede meter en barcos, trenes y aviones y deportarlos, sin que su opinión sea tenida en cuenta.
La derecha española, tradicionalmente antisemita, está girando a favor del estado de Israel, sin duda por puro seguidismo hacia EE.UU. La izquierda española actúa a la inversa; como EEUU apoyó a la dictadura franquista, se traslada ese antiamericanismo contra Israel, de quien es su principal valedor. Más recientemente, está ganando terreno la idea de un perverso gobierno mundial en la sombra, dominado por los judíos a través del denominado Club Bilderberg o de la Trilateral, es decir, una versión actualizada de la conspiración descrita en El protocolo de los Sabios de Sión.
En España hay 48.000.000 de habitantes, de los que sólo 40.000 son judíos. Pese a tan ínfima presencia, un estudio de la Liga de Antidifamación hecho en 2014, indica que un 10 % de los españoles alberga prejuicios negativos hacia los judíos por su religión y su forma de ser, otro 6% por el conflicto de Oriente Medio, otro 6 % por su «excesivo poder económico» y otro 6% no sabe explicar los motivos de su antipatía.
No hay muchos ataques a judíos en España, pero sí hay mucha indiferencia e insensibilidad de la población española ante esos ataques. El antisemitismo está ingresando en el discurso políticamente correcto y se ha producido una pinza muy extraña entre la extrema izquierda y la extrema derecha.
Es obvio, que necesitamos debatir sobre todo esto en profundidad y sin prejuicios.
O odio sempre é unha cuestión preocupante. Pero ante o antisemitismo que poda haber en España, a medida do anti-palestinismo que hai en Israel o excede de forma pavorosa. Sería cuestión de graduar preocupacións en función da súa dimensión. En Israel temos un país cun réxime democrático, que coxea dun dos maiores vicios que pode ter unha democracia: a ausencia do respecto a unhas leis elementais que impidan que, de mutuo acordo entre persoas, se cometan atrocidades como as que se están a cometer.
Non existe un equilibrio no mundo, e ser amigo do can máis grande provee duns privilexios que non se conseguen doutro xeito. ¿Cantos países do mundo poden esquivar durante décadas o incumplimento de resolucións da ONU sen sufrir unha invasión, ou un bloqueo económico, ser catalogados coma «eixo do mal», e clasificados coma terroristas? E todo, mentres comete o que noutros casos se considerou sen moito reparo como «limpeza étnica». E a pesares desa lixeireza que teñen para dispoñer de vidas humanas, bombardear hospitais, … teñen permiso para ter un arsenal nuclear. A min preocúpame … tanto, como que o poida ter Irán.
O goberno de Israel, descrito polos seus actos, ben merece un boicot, como calquera outro país que se comporte de xeito impune ante a lexislación internacional, e máis durante tantísimo tempo.