«Un caravel bermello no fusil do militare» – Hace 42 años

 

Rafael permuy-2(El 25 de abril de 1974 visto por un joven oficial del RAMIX-2 de Ferrol)

Por Rafael A. Permuy López

Aquel día 25 de abril de 1974, hacía apenas un año que había abandonado la sala de teletipos y la mesa de redacción del periódico «Ferrol Diario» para reincorpórarme al Ejército, como oficial de Artillería, concretamente en el Regimiento Mixto nº 2 de dicha arma, de guarnición también en Ferrol. Yo había trabajado, desde el año 1967, como reportero y columnista, en los distintos periódicos de mi ciudad, entre ellos «La Voz de Galicia» y «El Ideal Gallego», además del citado «FD”.

Siempre me había interesado por la evolución de las guerras coloniales que el vecino Portugal mantenía en sus lejanas colonias africanas de Angola y Mozambique, con el consiguiente desgaste económico y de vidas de jóvenes soldados conscriptos y oficiales profesionales o milicianos de las Fuerzas Amadas portuguesas.

Seguí con mucha atención, desde febrero de aquel año, los sucesos ocasionados tras la publicación del libro «Portugal e o futuro», del general Antonio de Spínola, que preconizaba el cese de las guerras en las colonias y concederles la independencia, lo que ocasionó la inmediata reacción del gobierno del «Estado Novo», como oficialmente se denominaba la dictadura portuguesa, presidido por el doctor  Marcelo Caetano, que ordenó el inmediato cese en su cargo del prestigioso general portugués.

El golpe militar portugués

Posteriormente me enteré que un numeroso grupo de jefes y oficiales, principalmente capitanes, habían constituido una organización clandestina denominada «Movimento das Forças Armadas” (MFA).

No voy a relatar en detalle lo que fue la «Revolución de los Claveles». Solo señalar que en la madrugada del 25 de abril, tras la emisión de la canción prohibida «Grándola Vila Morena» por «Radio Renascença», las guarniciones de Lisboa, Oporto, Braga, Faro, Santarem y Viana de Castelo, la más cercana a Galicia, se unieron al Movimiento de las Fuerzas Armada.

En Lisboa, donde coordinó la acción militar el mayor Otelo Saraiva de Carvalho, desde el cuartel de Pontinha, tuvo especial importancia la intervención de la columna blindada de la «Escola Práctica de Cavalaría» de Santarem, a las órdenes del capitán Salgueiro Maia, que se situó ante el cuartel del «Barrio do Carmo» lisboeta, donde se había refugiado el presidente Marcelo Caetano y varios de sus ministros, dándole un ultimátum para la rendición. A las 19,00 horas de aquel mismo día el gobierno luso se rindió ante el general Spínola y salió del cuartel a bordo de un vehículo blindado, con rumbo al exilio brasileño.

Es más que conocida la emblemática entrega de un ramo de claveles por la camarera Celeste Caeiro a un aterido soldado situado sobre un blindado en la Praça del Rossío, cuando éste le pidió un cigarrillo. El soldado colocó uno de los claveles en la bocacha de su fusil, lo que fue imitado por sus compañeros. Todo un símbolo de que no iban a disparar sobre sus hermanos civiles. El ejemplo se fue extendiendo poco a poco por toda Lisboa y el resto de Portugal. «El caravel bermello no fusil do militare».

La repercusión en un cuartel de Ferrol

Yo acababa de incorporarme a la 2ª Batería, ubicada en Cabo Prior (Cobas), procedente de la 7ª de Pastoriza (La Coruña), donde había estado agregado, al mando de la Dirección de Tiro, para realizar ejercicios de tiro de costa, sobre blanco remolcado, con los cañones Vickers de 152,4.

Permanecí «colgado» de la radio toda la noche del 25, y parte del día siguiente,  buscando emisoras portuguesas, ya que Radio Nacional, la SER o la COPE apenas si informaban de la situación del vecino país. En la mañana del 26, en el cuartel del Baluarte ferrolano, los jefes y los oficiales apenas si comentaban nada de nada y yo, prudentemente, me callé, pues no veía gesto alguno de simpatía hacia los sucesos portugueses, mientras tomábamos café en el bar de oficiales. Subí en el vehículo habitual hacia la batería costera de Cobas, sin ningún comentario por parte de los mandos que me acompañaban, tanto oficiales y suboficiales.

No recuerdo si fue al día siguiente, o algo más tarde, que hubo una reunión de jefes y oficiales en el Acuartelamiento para darnos cuenta de la situación político-militar del vecino Portugal, y se notaba la gran preocupación que había en el mando, ya que se percibía la inquietud al ver como se había desmoronando, en un soplo y sin dar un solo tiro, la férrea dictadura salazarista imperante en el país desde 1926. Fue una especie de aviso a los oficiales de «prietas las filas y que no se mueva ni descarríe nadie», que estamos muy vigilantes. Los oficiales de la 2ª bis, la Sección de Información interior, no perdían detalle del estado de opinión de los cuadros de mando.

También recuerdo que, ante mi soledad en el cuartel, me dirigí frecuentemente a visitar a mis antiguos compañeros del periódico «Ferrol Diario», sito en la carretera Alta del Puerto, y allí, principalmente hablando con el redactor jefe, Arturo Lezcano, y algún otro que no recuerdo ahora exactamente, me fui enterando del verdadero alcance de la «Revolución de los Claveles». Asimismo acudía a la tertulia que por la tarde tenía con varios compañeros, todos civiles de diversas profesiones, en la trastienda de la Librería «Quijote», de la calle Real, donde se podía hablar sin temor.

Me percaté, rápidamente, de que en España tenía que haber un movimiento clandestino, similar al portugués, de jóvenes jefes y oficiales demócratas, deseosos del fin de la dictadura franquista, si bien yo no veía en las guarniciones que conocía de Ferrol o Coruña a algún oficial con el que pudiese hablar de estos temas. Nunca pude contactar con nadie con quien cambiar impresiones dentro del Ejército. La verdad es que el grupo de militares con inquietudes democráticas nunca fue muy numeroso en nuestro país. El conservadurismo imperaba entre la oficialidad de Marina, Tierra o Aire. También me vino a la mente que el año anterior habían expulsado de la Academia de Infantería de Toledo a varios alféreces cadetes, a punto de ser promovidos a tenientes, por tener en su poder libros y documentos «subversivos». Entre ellos estaba mi antiguo amigo y compañero de estudios en Ferrol Francisco Ramón García García, hijo del teniente coronel Jefe de Instrucción del RAMIX-2, don Jose García Chao. Fue un gran disgusto para los dos y jamás en mi vida volví a ver a Paco. Por ello había que pisar con pies de plomo.

Más tarde, un año después, a finales de 1975, me enteré, cuando al fin pude contactar en la Prisión Militar del Castillo de la Palma, en Ferrol, con los oficiales ya arrestados, pertenecientes a la «Unión Militar Democrática», que en Galicia solamente había un oficial encuadrado en dicho grupo clandestino, el capitán de Infantería José Fortes Bouzán, de Pontevedra, al que no llegué a conocer. En 1976, continué en Madrid mi relación con mi buen amigo y compañero, el capitán de Infantería Fernando Reilein García-Miranda, al que conocí en el castillo citado, y que ya había abandonado el Ejército y trabajaba en «Diario 16» como periodista, lo que nos unía aun mas.

Aun el año pasado tuvimos un entrañable reencuentro de Madrid, recordando aquellos años de la Transición política de la dictadura a la democracia. Como bien decía Fernando, éramos una especie de locos ilusos, y al final el régimen podrido se derrumbó casi solo, como la estaca de Luis Llach… ¿o no…? Dejo al lector con su opinión….

 

Lea también

Desvíos de tráfico de las obras de humanización de la FE-14 Ferrol

El Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible avanza en la ejecución de las obras de …