Enrique Barrera Beitia
Al terminar la Guerra Civil en 1939, cerca de 500.000 republicanos españoles pudieron escapar a Francia y obtuvieron asilo político. Se ha criticado que fueran internados en campamentos mal acondicionados, que durante un tiempo se dificultara su asentamiento en pueblos y ciudades por miedo al «contagio ideológico» o que se intentara reenviarles a España con engaños. Francia no se había librado todavía de la crisis económica provocada por el crack de Wall Street de 1929 y aunque el paro era bajo, la irrupción de esta masa de refugiados amenazaba con hundir más los salarios, que ya habían decrecido a lo largo de los últimos diez años. Era evidente que una parte de la sociedad francesa se sentía incómoda, pero la otra parte fue solidaria, seguramente más por razones humanitarias, de empatía hacia otros seres humanos, que por remordimiento político por haberse desentendido del conflicto bélico.
La Historia se repite en nuestros días. La misma desidia política que permitió la catástrofe humanitaria en España, se ha repetido en Irak, Libia y Siria. La oleada de «rojos españoles, revolucionarios y muy violentos» que atravesaba los Pirineos, ha sido substituida por otra marea humana, esta vez de «fanáticos musulmanes» que llegan a nuestras playas en balsas. Hay que tener pocas neuronas para decir que «los terroristas vienen infiltrados entre los refugiados», cuando sabemos que vienen a cometer sus atentados en avión y con visado de turista, o que viendo las imágenes, son personas «que aprovechan la excusa de la guerra para venir a vivir de las ayudas sociales».
Si alguien es incapaz de sentirse afectado por este drama, yo me siento incapaz de convencerle. En Turquía, Líbano y Jordania, viven 4.000.000 de refugiados sirios y los gobiernos de países como Hungría, Polonia o Croacia, se niegan a acoger a una sola familia. Son por cierto, los países que junto a Irlanda, más presumen de catolicismo. También presume de ello el gobierno español, que hasta la fecha sólo ha acogido a 18 refugiados, mientras que la denostada canciller alemana Ángela Merkel, pierde a chorros su popularidad por ser la única líder política de la Unión Europea que estaba a la altura de las circunstancias y defendía la acogida de 1.000.000 de refugiados en Alemania, más de la mitad de los que han pasado a Europa.
El pasado 18 de marzo, la UE firmó un acuerdo para que Turquía impida la salida de refugiados a cambio de 6.000 millones de €, acelerar su adhesión a la Unión Europea y otras compensaciones. Aunque el acuerdo elimina las deportaciones masivas, que son ilegales y contrarias a los derechos humanos, es más que probable que tal hecho suceda en la práctica, por ausencia de un mecanismo fiable para estudiar individualmente cada caso. Esta firma ha provocado además, un gravísimo conflicto institucional en España, al no querer acudir el gobierno en funciones a dar explicaciones al Parlamento. Más le valdría a la UE actuar en Siria para terminar con la guerra, financiar la reconstrucción del país y que el mayor número posible de refugiados puedan volver.
Para eso sòlo se necesita determinaciòn y autoridad….
Enrique. Aunque comparto en mucho tu comentario has cometido el error de presentar una fotografía, la del padre con un hijo que titulas «España 1939» como tomada a una familia que marchaba a Francia tras la guerra. Esa es una muy conocida fotografía, que ha sido premiada en alguna ocasión, sobre el drama de la emigración gallega, también muy destacable, pero que nada tiene que ver con nuestra guerra civil.