Muchas personas quieren reformar nuestro sistema electoral para darle una mayor proporcionalidad o para rechazar dentro de una lista a los candidatos que no sean de su agrado. Son aspiraciones razonables para alcanzar una mejor calidad democrática, porque es verdad que hay fuertes agravios comparativos, como podemos comprobar con los siguientes datos de las pasadas elecciones generales.
Partido y número de votos por cada escaño obtenido
A estas cifras, que se comentan por sí solas, hay que señalar que no obtuvieron escaño los 219.191 votos del Partido Animalista Contra el Maltrato Animal, los 153.505 votos de UPyD, los 70.464 votos del BNG y sus aliados coaligados en Nós, los 64.726 votos de Unió Democrática de Catalunya y los 57.753 votos de Vox (57.753).
Listas no bloqueadas y listas abiertas
Muchos ciudadanos manifiestan que desean votar por un partido pero no por algunos de sus candidatos. Lo que piden no es una lista abierta, sino una lista cerrada pero no bloqueada. Un modelo que podría servirnos es el de Bélgica. En este país, a cada elector se le entrega una papeleta de gran tamaño, donde cada partido tiene su propio cuadrado y dentro del mismo hay otros cuadrados más pequeños con los distintos candidatos. El elector marca los cuadrados pequeños que corresponden a los candidatos que no quiere votar. Si hubiéramos aplicado este modelo el pasado 20-D, la papeleta de Madrid tendría 544 cuadrados pequeños dentro de 16 cuadrados grandes y en el otro extremos, la papeleta de Soria tendría 10 cuadrados grandes, cada uno de los cuales tendría dentro, dos cuadrados más pequeños. El sentido común aconseja que en España, cada partido tenga su propia papeleta.
Cuando la gente pide votar en una sola papeleta a candidatos de diferentes partidos, está pidiendo una lista abierta. Esta opción ya la tenemos para el Senado, aunque se trata de una cámara legislativa casi testimonial.
Proporcionalidad
Para obtener una proporcionalidad entre los votos y los escaños obtenidos hay diversas opciones. Una es reducir un diputado en cada una de las cincuenta provincias, agrupar los restos que no han obtenido representación y aplicarles la ley D’Hondt, de manera que los cincuenta restos mayores obtengan un escaño a repartir entre los candidatos provinciales con los restos más altos. Si hacen la prueba, comprobarán que la proporcionalidad obtenida es muy elevada. Si la circunscripción es única (como en Israel), la proporcionalidad es máxima, pero si queremos respetar la provincia como circunscripción electoral, no se me ocurre otra mejor.
En España, casi nadie sabe como funciona la fórmula matemática del belga Víctor D’Hondt, que utilizamos para repartir los escaños. A mitad de camino entre el sistema proporcional puro y el mayoritario, crea agravios comparativos porque muchas provincias adjudican menos de 5 escaños. Debajo tenemos un ejemplo práctico en el que, para no herir susceptibilidades, hemos sustituido el nombre de los partidos políticos, por diversos colores.
Con este sistema, puede ocurrir que un partido (el rojo en este caso) con 80 votos, tenga el doble de escaños que uno con 70 (el morado). Pero más grave es si el partido de color naranja, en vez de los 5 votos de la gráfica, hubiera obtenido 39, porque quedaría sin representación. Es lo que le ha pasado a Izquierda Unida, que obtuvo dos actas en Madrid con 190.000 votos, pero acumuló en 41 provincias 733.000 votos sin obtener escaños.
Sistema mayoritario
Sus defensores explican que tiene la ventaja de favorecer la gobernabilidad y de establecer un contacto muy directo con el diputado electo, pero es contrario a la constitución española que opta por la provincia como circunscripción electoral y por la proporcionalidad. Un ejemplo muy claro de sistema electoral mayoritario (todo para el ganador) es el de Reino Unido, que se divide en 650 distritos unipersonales, con una media de 82.000 habitantes cada uno. Si trasladásemos mecánicamente este sistema a España, tendríamos que aumentar el Congreso de los Diputados de los actuales 350 escaños hasta 573.
Ferrolterra, tiene aproximadamente 160.000 habitantes, así que un distrito podría estar constituido por Ferrol y Valdoviño y los demás concellos de la comarca conformarían otro. Francia tiene un modelo parecido, con la diferencia de que si nadie obtiene mayoría absoluta, hay una segunda vuelta (ballotage) a la que concurren los dos candidatos más votados.
Continuando con el ejemplo, en el distrito Ferrol-Valdoviño se enfrentarían en el ballotage los candidatos del PP (14.771 votos) y de A Marea (13.288 votos). Los votantes socialistas (8.792 votos), los de Ciudadanos (4.474) y los de Nós (1.556) tendrían que votar por uno de ellos… o contra el otro.
En el otro distrito de Ferrolterra, el escaño se resolvería en el ballotage entre el candidato del PP (16.193 votos) y el de A Marea (15.687 votos). La balanza la decidirían los 11.183 votantes del PSOE, los 4.534 de Ciudadanos y los 3.229 de Nós.
Y para terminar, una duda personal. En el ballotage, como es lógico, los candidatos finalistas piden a los candidatos excluidos que soliciten a sus seguidores el voto para ellos. Es de suponer, que los votantes socialistas optarían por apoyar al candidato de A Marea, pero… ¿estamos seguros de que ocurriría lo mismo si fuera al revés?.
Enrique Barrera Beitia.