Una nueva moda que espero sea pasajera nos invade. Se lo voy a decir en castellano y bien clarito: “puñetera” manía que tiene el personal, por suerte solo algunos, de utilizar palabras o giros lingüísticos ingleses en el medio de un párrafo escrito en castellano y no entiendo muy bien cuál es el fin último de esta aberración gramatical.
Esta forma de escribir se está convirtiendo en endémica, quizás sea por esnobismo, quizás quienes así actúan lo hagan por tratar de soslayar una falta de conocimiento, pero también hay personas versadas que lo hacen así a sabiendas y se pasan por el “seno de la indiferencia” lo que los demás pensemos de su forma de escribir a todas luces improcedente, no falta quien, aunque parezca chocante, por su desconocimiento del castellano se ve obligado a utilizar terminología extranjera para expresar lo que pretende, incapaz de utilizar el término castellano que proceda, pero también hay quien, y esto es lo más grave, aún utilizando las “palabras foráneas” por el elegidas no tienen mucha idea del significado real de las mismas y simplemente hacen uso de ellas por aproximación a lo que quieren expresar y que, curiosamente, solo entienden ellos, los demás tenemos que hacer un alarde de conocimientos idiomáticos para llegar a interpretar, las más de las veces sin conseguirlo, lo que los susodichos nos quieren transmitir.
Tanto es así que, a veces, el uso indiscriminado de palabras extranjeras obliga a la RAE a castellanizarlas para que su utilización en español resulte aceptable. Sucede esto por ejemplo con la palabra “evento”, derivada del inglés “event”, y que con frecuencia no se utiliza con la debida rigurosidad visto el significado de la misma: “Eventualidad o hecho imprevisto o que puede acaecer”, por lo que si lo anunciado va a celebrarse debiéramos referirnos a él con la palabra “acontecimiento”, que no da lugar a dudas y además se espera que sea algo importante. Más de lo mismo sucede con la palabra sándwich, término utilizado para definir el “emparedado hecho con dos rebanadas de pan de molde”, también de procedencia inglesa y que toma el nombre de su inventor J. Montagu -cuarto conde de Sandwich-, lo cual hasta parece lógico ya que son muy suyos, ellos, pero que en este caso lo que era un anglicismo está aceptado por la R.A.E. como si en inglés estuviera escrito, salvedad hecha del acento.
Happening, low cost, coatching, hinterland y otros palabros por el estilo cuya enumeración sería “casi” interminable, son palabras inglesas que con demasiada frecuencia se vienen utilizando en el contexto de un párrafo escrito en castellano y que por suerte Miguel de Cervantes -es obvio- no se ve avocado a su lectura. Lo malo es que este abuso a veces está publicado en la prensa a modo de titulares: -Taller de “coaching” para o Banco de Alimentos – , no se lo pierdan: en castellano, inglés y gallego, tres en uno, y lo que es peor el título en cuestión aparece en artículos, o comentarios, o notas de prensa, da igual y en este caso firmadas por la “redacción” de un periódico. Cuando lo hace un colaborador podría ser disculpable, allá él, pero si lo hace un periódico que debería dar ejemplo, esto no es de recibo, es más no es permisible, diría yo.
Nos queda el consuelo y la satisfacción de comprobar que algunos se libran de esta crítica puesto que aun utilizando un anglicismo, por lo menos si lo utilizan, nos aclaran su significado para de esta manera no dejar lugar a dudas, de nada ni a nadie de lo que quieren decir, siendo así que en algunos casos podemos leer por ejemplo: “……… además el hinterland o área de influencia terrestre del puerto”. Menos mal.
Tienes toda la razón, y pido disculpas por la parte que me pueda tocar, en mi caso, suelo traducir, pero en fin, alguna vez seguro que no lo hice, por ello pido disculpas publicamente.
HINTERLAND
Generalizar indiscriminadamente es, como se suele recordar a menudo con un calificativo muy común, un hábito poco recomendable y casi nunca acertado. Si bien es cierto que hay casos que claman al cielo, el término “Hinterland” ni es un anglicismo, ni su uso será pasajero, ni obedece a una moda, ni tenemos en castellano un vocablo con el que podamos traducir y expresar con precisión el mismo concepto.
Es un tecnicismo y su significado es el de “área o entorno geográfico sobre el que ejerce influencia una ciudad, un puerto, una industria o cualquier establecimiento de importancia, exclusivamente en los aspectos económico, comercial o laboral”; obviando y dejando de lado otros matices como los morfológicos, humanos, históricos, culturales o paisajísticos que son más propios de la idea de “comarca”.
De este modo y como ejemplo, con la puesta en servicio del Ave y aunque no pertenecen a la misma comarca, provincia, región o comunidad, ciudades como Ciudad Real, Toledo, Segovia y Valladolid, han pasado a formar parte del “hinterland” de Madrid dadas las múltiples relaciones de tipo económico que posibilitó dicho medio de transporte. Es paradigmático el caso de Segovia por su pequeño tamaño… de momento.
El término procede realmente del alemán y es un préstamo al inglés que utilizó por primera vez, en 1888, George Chisholm en su “Handbook of Commercial Geography” con la forma “HinDerland”, con “d”, originariamente con el significado de “región portuaria” en referencia a la supremacía marítima y a la talasocracia. Este y los usos posteriores que se le dio se pueden consultar en la voz de la “Encyclopædia Britannica” que figuran en el siguiente enlace:
http://global.britannica.com/topic/hinterland
o en:
https://en.wiktionary.org/wiki/hinterland
La primera vez que he visto utilizar el término, con profusión, en castellano (lo cual no quiere decir que no se hiciese anteriormente) fue a principios de los años 70 del pasado siglo en el Manual de “Economía del Urbanismo” de H. W. Richardson (Publicado en 1971 por Alianza editorial y seguro que recordado por alguno que frecuente este foro ya que era “ladrillo y coñazo” de obligada lectura y aprendizaje en la asignatura Urbanística I, de tercero, en la ETSA de LaCoru). En dicho tratado no sólo se utiliza el término, explicando su procedencia germánica, sino que se efectúa un completo y riguroso análisis de la presencia y consecuencias económicas que este tipo de enclaves traen consigo para sus entornos geográficos y la forma en la que se podría o debería encaminar su adecuado desarrollo. Desde esa época hasta ahora me he encontrado con esa palabra en castellano en múltiples ocasiones.
Por lo tanto y como adelantábamos al principio, ni es un anglicismo, ni su uso obedece a una moda (lleva ya 50 años mínimo de uso técnico en castellano), no se prevé pasajera (por la misma razón) y no existe en castellano un vocablo alternativo apropiado que lo traduzca con precisión.