por Carlos Barcón ex funcionario
Posiblemente se cumplan en estas fechas casi los doscientos años de vida activa y continuada de la presencia de la máquina de escribir, a la que me enganché con solamente siete años, y con la que continué a lo largo de casi toda mi vida, atizándole duro y haciendo de ella, a base de muchas pulsaciones, mi herramienta inseparable de trabajo, a la que siempre le guardé un respeto y atención y a la que si me dieran a elegir entre todos los mecanismos o artilugios más representativos para poder vivir, sin duda la máquina de escribir ocuparía un lugar de honor, aunque ahora la haya traicionado pasándome, al espabilado Ordenador, que le ha ganado las papas y en mucho.
Pero ahí está la máquina de escribir cargada de historia, ya que en 1866 aparecería la primera de ellas, tras su invento por Pete Mitterhofer, natural del Tirol austriaco.
Fueron muchas las horas, los años que he pasado junto a la máquina de escribir… que es como si la máquina y yo fuesemos la misma cosa. Le tenía cariño, afecto y simpatía. La hacía cantar cada vez que escribía, y ésta me respondía magnificamente.,. Hoy, tras la aparición del Ordenador, que la enviado al destierro, sigo manteniendo una o dos máquinas de escribir, como piezas de museo, y las suelo saludar cuando me pongo ahora, frente al Ordenador, volando en escribir porque aunque no sea en esta ya pieza de auténtico museo -creo que la primera se encuentra en el Museo de la Técnica de Viena– me ha servido para mover los dedos y escribir a todo correr como lo suelo hacer ahora mismo.
Por eso me parece oportuno, de justicia, dedicar un cariñoso recuerdo a esta magnifica herramienta de trabajo que tantos años acompañó a escritores, periodistas, profesionales, funcionarios… en su habitual quehacer. Y por eso acudiremos al Centro Cultural Municipal «Torrente Ballester», para poder estar y acompañar a esa exposición que se nos ofrece, titulada «»O deseño na oficina no século XX da máquina de escribir ao Ordenador personal, colección Sirvent»», muestra comisariada por Sara Donoso.