Manuel Molares do Val-(molares@yahoo.es-cronicasbarbaras.es)
Cuando el protestante rey de Navarra Enrique III dijo en 1589 aquello de “París bien vale una misa”, que suponía convertirse al catolicismo para reinar como Enrique IV de Francia, tenía 36 años, los mismos que ahora Pablo Manuel Iglesias Turrión, al que algunos medios informativos le atribuyen un súbito amor al catolicismo tras oír este martes un discurso del Papa Francisco en Estrasburgo.
“Fascinado”, “entusiasmado”, “entregado”, dicen que quedó Iglesias ante al Papa argentino Jorge Mario Bergoglio en el pleno del Parlamento Europeo, mientras los eurodiputados de IU se marchaban de la gran sala ostentosamente como muestra de desprecio al 266 obispo de Roma.
Todo lo que dijo el Papa, aparte de ser una muestra de su cristianismo y humanismo consecuente, fue aplaudido largamente al final por los eurodiputados.
Durante ese discurso verdaderamente franciscano de Francisco, Iglesias Turrión le enviaba tweets a sus cientos de miles de seguidores con expresiones como “¡Bien Bergoglio!”
Al comentar que, según el Papa. las instituciones europeas están “distantes del pueblo”, Iglesias señalaba “Bergoglio critica el burocratismo de la UE y las prácticas ostentosas de sus jefes. Buen discurso”.
Y nuevamente: “Qué dignidad podrá encontrar quien no tiene qué comer o el mínimo necesario para vivir o el trabajo que le otorga dignidad. ¡Bien Bergoglio!” Por eso, dice, quiere pedirle un encuentro en el Vaticano, en el que podrán compartir ideales.
Esa exhibición innecesaria y extrema de entusiasmo es sumamente sospechosa y recuerda la de Fidel Castro yendo a misa antes de entrar en La Habana en 1959.
París y La Habana, ahora “Madrid bien vale una misa”. Esta locuacidad de Iglesias es muy poco creíble.
Su exagerada pasión papista, esas alabanzas que se quieren hacer públicas, muestran la ambición desmesurada de un ateo militante que cree convencer así de su bondad a los católicos que veían en su coleta el rabo de Satanás.