Manuel Molares do Val-(cronicasbarbaras.es-molares@yahoo.es)
Pilar Rahola, esa gritona y agresiva matrona de las aduanas separatistas, representa perfectamente a las camisas pardas esteladas que han comenzado a intimidar a los no independentistas catalanes en sus propios hogares.
Esas bandas son parejas de aparentemente amables activistas que van puerta a puerta con cuestionarios para que sus habitantes señalen su mayor o menor independentismo, que queda recogido con nombre, dirección y datos familiares.
Pilar Rahola es una de las personas que se han lanzado con mayor violencia verbal contra Quim Brugué, profesor de economía de la Universidad Autónoma barcelonesa, que renunció este domingo como miembro de la comisión de control de la consulta independentista del 9N porque “no ofrece garantías democráticas”.
Tras dimitir, Brugué comenzó a recibir insultos en Twitter en los que traidor era el menos malo, e incluso amenazas, procedentes de esos comandos de camisas pardas esteladas a los que denunció por al sufrir su“linchamiento”.
La fiebre súbita, la histeria colectiva, el ébola patriótico que impulsa a imponer una patria mitificada y su destino en lo universal, el Lebensraum de los Països Catalans, bajo la bandera con la estrella separatista, si no se cura rápidamente ensangrentará muchas familias.
Poner en la calle a miles de personas fanatizadas para que visiten uno a uno los hogares catalanes para graduar el patriotismo de sus habitantes es una medida que invade la intimidad, amedrenta y, aunque se envuelva en amabilidad, es más que fascista: ni siquiera los falangistas más radicales hicieron algo parecido en la posguerra civil.
Estas camisas pardas esteladas no son pacíficos mormones o testigos de Jehová que visitan casas prometiendo el cielo, sino algo así como yihadistas de un paraíso terrenal cargados de bombas de efecto retardado para la vendetta que son los datos personales recogidos en los cuestionarios.