Manuel Molares do Val-(molares@yahoo.es-cronicasbarbaras.es)
Por lo menos millón y cuarto de españoles tienen una fe que no precisa explicaciones sino convicciones, y han votado a un joven carismático llamado Pablo Iglesias, que alardea de profesor universitario, santificado como un Cristo barroco.
Iglesias, como el del fundador del PSOE, es un apellido ideal para la religión de este supuesto profesor que dijo haber dado su mejor clase de Ciencia Política cuando con decenas de ultraizquierdistas acosó a Rosa Díez y le impidió hablar en la Universidad Complutense.
En otra ocasión se rompió una mano pegándole puñetazos a «unos de otra clase social, el lumpen», que dice que quería robarle una mesa de mezclas.
En la campaña electoral europea pocos le recriminaron su matonismo: no interesaba porque tanto para la izquierda como para la derecha UPyD, igual que Ciudadanos, es rival molesto.
El peligro totalitario está ahí, apoyado por programas de histéricos como Jorge Javier Vázquez. Belén Esteban, Pilar Rahola o Elisa Beni en las televisiones que buscan el espectáculo rompedor, emotivo, revolucionario: el «Market share«.
Todos podemos prometer el cielo que nos inventemos. Iglesias dice “Podemos” prometer salarios para todo el mundo, no pagar las deudas, jubilaciones a los 60 años, casas gratis para todos, inmigración libre, sin fronteras.
Los fondos se extraen de la requisa de viviendas y de las cuentas de los ricos. El problema es que eso se acaba enseguida y cualquier emprendedor, pongamos que Amancio Ortega, como los demás ricos, la mayoría creadores de riqueza y trabajo, se largarían a China.
Iglesias nos dejaría hasta sin papel higiénico, puro chavismo-castrismo: los chinos eran así con Mao y ahora se han vuelto los capitalistas más implacables del planeta.
Pero el predicador convence a los ingenuos y a los resentidos. “Podemos” ir al cielo de la miseria. Millón y cuarto de beatos rezan con su Iglesias