Antonio Miguel Carmona-(director de diario progresista)
Arthashastra es una palabra del sánscrito que podría querer decir «instrucciones sobre la prosperidad material«. ¿Cuánta riqueza poseer?, ¿es moral no denunciar la corrupción en el seno de tu propia administración?, ¿cuál es el deber del Presidente del Gobierno?, ¿quién era el brahmán Kautilya?
Al brahmán Kautilya le llamaban Chanakya. Allá por el siglo IV antes de Cristo era uno de los ministros del rey de la India, Chandragupta Maurya. Escribió una obra, Arthashastra, un auténtico manual sobre cuánta riqueza apropiarse como hombres o mujeres públicos, un cuaderno sobre la corrupción, una obra tan amoral como tóxica para la vida política.
Así, Kautilya en su célebre Arthashastra, reconoce que quien gobierna está legitimado para utilizar cualquier medio para mantener el poder, incluida la corrupción. Sin embargo, los súbditos deben guardar reglas morales tan estrictas como contrarias a la de los gobernantes.
Para Carlos Alberto Brioschi («Breve historia de la corrupción«, 2010, Taurus), se trata de uno de los primeros casos en los que se justifica la corrupción por el realismo político. ¿Para qué investigar?, ¡es tan difícil probar la honradez del funcionario!, es, dice Kautilya en su Arthashastra, como saber «cuánta agua puede beber un pez que nada libremente en el agua».
Así que, Kautilya, quien tuvo que reencarnarse en Maquiavelo, entiende que la política necesita, digamos, «engrasar las ruedas». Pero las sociedades modernas, incluso antes, superan esta visión tan práctica como amoral de la vida pública.
La ambición y la dialéctica juegan en el mismo campo de unas reglas que quien las rompa juega con ventaja. El atributo de enriquecerse de espaldas a la virtud. El afán por vencer, triunfar o ganar, en provecho de sí mismo.
La financiación ilegal es ventajista. La toma de decisiones en función de la prebenda es cohecho. El enriquecimiento personal por la función del cargo es corrupción.
Por eso las sociedades innovan mecanismos de control, límites individuales, reglas colectivas, instrumentos coactivos y persuasivos, que llevan a las organizaciones a respetar el hecho de que, a diferencia de Kautilya en su Arthashastra, tanto los súbditos como los dirigentes, los administrados como los administradores, poseen las mismas reglas.
No le regalen a algunos hombres y mujeres públicos el Arthashastra de Kautilya porque encontrarían la justificación que precisan para seguir cometiendo delitos y apropiándose de lo que no es suyo o, como al menos en el caso del Presidente del Gobierno, permitiéndolo en su alrededor.