Manuel Molares do Val– (cronicasbarbaras.es-molares@yahoo.es)
Artur Mas le ha enviado un mensaje de agradecimiento a James Cameron, el primer ministro británico, por haber propuesto que España imite en Cataluña el referéndum independentista de Escocia.
Pero tal invitación era falsa. Nunca existió en las declaraciones de Cameron, hechas en Londres a la prensa extranjera el pasado miércoles para justificar la consulta de 2014 en Escocia.
Al contrario, advirtió que el caso español era diferente al británico. Recordó que la unión voluntaria tras muchas guerras de la Escocia independiente con Inglaterra, en 1707, no formó un nuevo Estado unitario, sino una alianza de reinos bajo una Corona común, el Reino Unido, igual que con Gales e Irlanda.
Por lo que, con la legalidad heredada de ese contexto, el Reino debía preguntarle a los escoceses sobre si querían seguir siendo británicos.Los pueblos deben ser consultados, añadió.
Ante la insistencia de los corresponsales catalanes sobre si recomendaba hacer lo mismo en España, advirtió que la historia es diferente y que «No soy yo quien debe decirle a otros países cómo deben afrontar esas cuestiones».
Los medios informativos catalanes censuraron casi al unísono esa frase de Cameron, de manera que Artur Mar se acogió a la de los derechos escoceses y, sin contraste ni reflexión, henchido de sus sueños y delirios, le envió las gracias.
Las ínfulas de grandeza crecientes de los nacionalistas catalanes los muestran como los españoles que más convierten sus ofuscaciones en realidad, los más quijotescos.
Quizás porque corre la voz entre ellos de que Cervantes era catalán, como Colón, Teresa de Jesús y el Lazarillo de Tormes, entre otros. La malvada Castilla les usurpó estas personalidades.
Son deslumbramientos contagiosos. Artur Mas y los suyos se dejan llevar por las historias de otros iluminados para los que incluso la bandera de los EE.UU. es una copia de la senyera del inventado Reino de Catalunya, que sustituye en sus proclamas al de Aragón, y que llaman reyes catalanes a los aragoneses.
El quijotismo catalanista demanda serios estudios psiquiátricos.