Antonio Miguel Carmona-(director diario crítico)
Se empañan las sonrisas empapadas de lluvia en los días más grises que ha conocido este invierno. Confunde la tristeza los corazones de aquellos que sueñan con quererse. Vence el vacío sobre la inteligencia y las tinieblas no son más que desesperanza.
Nunca la lluvia empañó tanto los cristales. No es la corrupción la que nos entristece, sino la falta de respuesta que de nuevo no proviene de la política sino que, simplemente, no existe.
Los hombres y mujeres públicos corruptos deben pernoctar en la cárcel. Y aquellos que permanecen en silencio lo deben hacer en su casa. Sólo necesitamos a aquellos que se rebelan contra la corrupción y cuya voluntad es tan decidida como invencible frente a los delincuentes y frente a los que callan.
No es que el pozo sea demasiado hondo sino que nuestra cuerda es demasiado corta. O nos dejamos la piel, las horas y los días, lo mejor de nuestro tiempo y lo más profundo de nosotros mismos, o nadie defenderá a las instituciones y a los ciudadanos de tanta podredumbre, peste y envilecimiento.
Las palabras huecas no sirven para animar la inteligencia sino para entristecer los corazones. El abatimiento es el triunfo de los corruptos. Tenemos que reaccionar frente a la tempestad que trata de desbordar nuestras leyes y pervertir la democracia.
Los brazos cruzados es una forma de regalar el futuro a los más poderosos cuando el corazón del sistema está en riesgo inundado por la deyección y el detrito.
Los ciudadanos tenemos la obligación de dar respuesta a lo que está pasando. Y digo los ciudadanos porque no son los políticos profesionales los que han de recetar la medicina a una enfermedad propia.
Por eso es tan importante devolver a estos ciudadanos la capacidad de hacer democracia y de hacer política. Convertir a ésta en transparente y hacer luz que haga escampar las nubes. Contundencia sin límite contra el delito y frente a la mierda.
Mientras no reaccionemos con la fuerza que nos exigen los tiempos, continuará la noche de nuestra historia y las calles seguirán tan oscuras como nuestro futuro. Hasta que nos demos cuenta que dependemos de nosotros mismos, seguiremos teniendo en nuestra vida, en nuestro entorno, en nuestros corazones, días grises.