Mas quiere una Cataluña con estructura de Estado, pero Europa no quiere Estados como Cataluña

Existe un profundo desagrado ante el carácter disgregador de estas  propuestas, que conducirían al continente al desastre.

Serían el  germen para que en otros países se desarrollen idénticos procesos  secesionistas.

Los gobernantes europeos creen que es contrapoducente  dividirse cuando están emergiendo grandes espacios políticos  como China o Brasil.

Artur Mas, president de la Generalitat, ha revelado que trabaja en desarrollar las nuevas estructuras e instituciones para que el Estado catalán esté definido antes del referéndum, previsto para 2014: una Hacienda propia, un banco central catalán, que los Mossos se conviertan en la policía estatal, seguridad social… Todo encaminado a configurar el nuevo Estado «si el pueblo catalán así lo decide».

Pero los grandes Estados europeos -por ejemplo, Francia o Reino Unido- desaprueban esta clase de proyectos separatistas. Existe un profundo desagrado ante el carácter disgregador de estas propuestas, que conducirían al continente al desastre, pues serían el germen para que en otros países se desarrollen idénticos procesos secesionistas.

Ángel Maestro, politólogo y escritor, matiza que “a la larga, si los separatistas se salieran con la suya, probablemente acabarían por ser reconocidos. Pero, en principio, los grandes Estados están en contra de la disgregación y su postura ya se la están haciendo llegar a los nacionalistas”.

El problema es que los nacionalistas no se caracterizan por su capacidad de escucha; no quieren ver que estos grandes Estados no apoyan al independentismo. “Y su postura”, señala Maestro, “afecta al conjunto de la sociedad. ¿Porqué? Por que en España, incluidos Cataluña y el País Vasco, los partidos lo son todo. El legislativo está controlado por el ejecutivo, y el judicial se pliega al ejecutivo con facilidad. Mientras, los medios de comunicación, que han renunciado a ser independientes, se limitan a repetir las mentiras que dicen los gobernantes. Los partidos son unas oligarquías funcionariales que lo controlan todo. Aquí la sociedad civil no existe. Esto tiene una gran importancia, pues los partidos se robustecen a sí mismos con sus propias mentiras, fomentando así que cada vez haya más radicales”.

Por ello mismo, Maestro cree que los argumentos harán poca mella sobre los seguidores de Sabino Arana, Prat de la Riva o Blas Infante. “Si acaso”, precisa Maestro, “les puede afectar el aviso de que su tren de vida económico podrá decaer en el caso de que se consume el proyecto independentista. Ahora bien, los hechos tienen mayor fuerza que los razonamientos. Y si las élites de estos partidos nacionalistas ven que no tendrán comprensión por parte de los grandes Estados europeos, tan vez cedan algo en sus postulados, aunque lo dudo”.

Por su parte, Ángel Tafalla, almirante (R.) y ex Segundo Jefe del Estado Mayor de la Armada y del Mando Marítimo OTAN de Europa Sur, para explicar su visión, pone el foco sobre el mismo nombre de la Unión Europea. “Veremos”, señala Tafalla, “que la primera palabra de la UE es unión. Por tanto, es fácil deducir que la UE va a apoyar a España en todo lo que tenga que ver con mantener la unidad”.

Tafalla cree que el ambiente internacional no es favorable al nacionalismo, pues vivimos en la época de la Globalización, que es un movimiento histórico muy profundo del que sabemos sus reglas, pero no cual es su fin último. “También vemos”, prosigue Tafalla, “que el fenómeno del nacionalismo no solo está presente en Cataluña y el País Vasco, sino también en Bélgica con Flandes, en el Reino Unido con Escocia, en Francia con los vascos y Córcega, y en Dinamarca con Groenlandia. Pero los grandes agentes internacionales no ven con buenos ojos estás formas histéricas de afirmar la propia personalidad a través de la negación y la oposición. El resultado de estos procesos nacionalistas es la división, cosa que, como digo, no está bien vista. En el caso español este proceso de división resulta especialmente sangrante, pues España es la nación más antigua de Europa”.

Tanto los franceses como los británicos saben que estos procesos de división, de llevarse a cabo, conducirán a la irrelevancia de Europa, y de paso a la de los mismos catalanes, vascos o escoceses. Los gobernantes europeos creen que es totalmente contrapoducente dividirse en el momento que están emergiendo grandes espacios políticos como China o Brasil.

Quizás por ello, Tafalla opina que la legalidad y la legitimidad internacional serán las herramientas que emplearán los grandes Estados europeos para detener los procesos de división. Ahora bien, Tafalla matiza que “la fuerza ante un desafío fundamental tiene que venir del nosotros mismos y no depender de los apoyos internacionales. Reino Unido y Francia tienen sus problemas. Y una cosa es apoyo y otra, muy distinta, la voluntad, que tiene que salir de nosotros mismos. Hay un refrán marinero que dice que el que no sabe a donde va, todos los vientos le son desfavorables. Si no existe voluntad propia, estás perdido”.

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