El pasado 22 de julio el almirante «ferrolano» Ignacio Frutos Ruiz tras 45 años de servicio a la Armada, de servicio a España cerraba «un capítulo importante» de su vida al cesar en el servicio activo.
Y decimos «ferrolano» porque se ganó, y bien ganado, el título de hijo adoptivo de la ciudad en la que si bien no nació, si está unido por fuertes lazos familiares y en la que ha residido y reside, es un vecino más del barrio de La Magdalena.
Si a alguna persona se le pueden aplicar las palabras de «bueno y generoso» es a Nacho Frutos. Un hombre entregado a los demás, a su familia, una persona amable y cercana y que supo conjugar muy bien especialmente desde su puesto de Almirante Jefe del Arsenal de Ferrol, antes de ser ascendido a Almirante y nombrado AJAL, los términos de militar y ciudadano, logrando un entente cordial y de afecto con la frase ya muy utilizada de «Ferrol es la Armada, la Armada es Ferrol».
Y como «pequeño homenaje» de Galicia Ártabra, justo en el día de su onomástica, San Ignacio de Loyola, ofrecemos su carta de despedida y un video, logrados por medio de personas que lo aprecian y admiran.
Una vida entera de servicio a la Armada y a España
«Cierro una vida entera de servicio a la Armada y a España, y no puedo evitar sentir una mezcla profunda de orgullo, gratitud y emoción. Han sido 45 años de entrega ininterrumpida, años que me han forjado no solo como marino, sino como persona y por qué no decirlo como ferrolano.

Aunque no provengo de una familia de marinos desde mi infancia siempre desee ser Marino de Guerra y, así tuve la suerte de ingresar en la Escuela Naval Militar en el año 1980. Desde mis primeros pasos, confirmé que mi derrota en el devenir de mi vida estaría ligado a la mar, a la Armada y a la Bandera de mi Patria, España, a la que tuve el inmenso honor de besar con unción, jurando defender la unidad e independencia de España hasta la última gota de mi sangre si preciso fuera, hace ahora 44 años.
A bordo de los innumerables buques en los que he estado embarcado he tenido la suerte de vivir lo que todo marino anhela: la vida en la mar, y además como Comandante del Dragaminas “Odiel” y, más tarde, de la Fragata “Canarias”, el mando en la mar, la responsabilidad directa sobre un buque y su dotación, y esa complicidad única que solo se construye a base de rociones, escoras e innumerables cabezadas.
Ingresé a la Armada siendo un chaval con ilusiones y una vocación clara: servir a España con honor, lealtad y compromiso. A lo largo de estas más de cuatro décadas, he sido testigo del paso del tiempo, de cambios profundos en la geopolítica, en la tecnología naval y en la forma de hacer la guerra… pero también he visto cómo lo esencial se ha mantenido intacto: el espíritu de cuerpo, la camaradería, la entrega absoluta y silenciosa de hombres y mujeres
que, día tras día, cumplen su deber en la mar y en tierra firme. Y aquellas 4 virtudes y valores grabadas en mi pecho durante mi periodo en la ENM: honor, valor, disciplina y lealtad
En Ferrol

La mar me ha enseñado a liderar con humildad, a escuchar con atención y a decidir con firmeza. Cada uno de los días que he pasado en ella ha sido parte de un aprendizaje mayor que ha continuado en tierra, con especial mención a mis años en Ferrol, una ciudad a la que me une un vínculo familiar profundo, profesional y afectivo. Aquí he vivido una de las etapas más intensas y enriquecedoras de mi carrera, primero embarcado en diversos Buques como las fragatas Santa María, Andalucía, Asturias y Extremadura y el destructor Méndez Núñez. Unos años más tarde como Comandante de las Unidades de Acción marítima en Ferrol y ya por último como Jefe del Arsenal Militar, una responsabilidad que asumí con la misma ilusión y entrega que aquel joven Alférez de fragata que llegó a Ferrol y embarcó por primera vez en la Extremadura.
He tenido el honor de navegar con marinos excepcionales, de mandar unidades y de ocupar cargos de responsabilidad que nunca tomé como privilegios, sino como responsabilidades sagradas. Cada decisión, cada orden y cada silencio han sido guiados, por la Virgen del Carmen y además por el deseo de ser útil y de contribuir a una Armada mejor, más preparada y más digna de la confianza de nuestra Nación.
Además de Ferrol he tenido la suerte de vivir en otras muchas ciudades como Madrid, Rota, Cartagena, Pontevedra y Bruselas, en ésta última como Consejero adjunto en la Representación de España en la OTAN.
En el Arsenal y Ferrol
Ya en esta última etapa fase de mi vida profesional, en concreto mis últimos 4 años he estado en el Apoyo Logístico, 3 como Almirante del Arsenal de Ferrol y este último como Jefe de Apoyo Logístico de la Armada, con un desafío y tan importante y demandante como mi vida operativa anterior: planificar, prever y garantizar que nuestros hombres y mujeres tengan siempre los medios necesarios para cumplir su misión.
Ha sido una labor compleja, a veces invisible, pero absolutamente esencial, y que solo se logra gracias al trabajo conjunto y al espíritu de servicio de un equipo extraordinario, como el que tienen todos los Arsenales y muy en especial el de aquí, el que más conozco y he tenido la suerte de mandar.
Asimismo, y a lo largo de estos años he recibido con humildad y porque no decirlo gran orgullo reconocimientos institucionales, de diversas sociedades e Instituciones, entre ellos el de la propia ciudad de Ferrol, que tuvo a bien nombrarme su hijo adoptivo.
A Ferrol, a sus cofradías, a sus sociedades, a su gente, a su historia naval, y a todos los que hicieron posible ese gesto, mi más sincero agradecimiento. Nunca lo olvidaré.
Mi familia
Pero más allá de los destinos, los cargos y los galones, hoy quiero hablar del verdadero sostén de esta larga singladura: mi familia. Nadie llega solo, nada de lo logrado habría sido posible sin el apoyo constante de mis seres queridos y sobre todo de mi mujer Daria, que ha sobrellevado mis ausencias y soportado el peso de un uniforme que no solo llevamos nosotros, sino también ella. A ella y a mis hijos, que crecieron aprendiendo a querer este uniforme tanto como yo, a quienes me esperaron en cada regreso, me apoyaron en cada ascenso y cambio de destino y a quienes soportaron mis silencios y mis ausencias con paciencia y amor “gracias de corazón”. Vosotros sois mi orgullo más grande., quienes me habéis acompañado en este viaje: gracias por ser mi puerto seguro.
No me alejo de la Armada
Hoy me despido del servicio activo, pero no me alejo de la Armada, ni ceso como militar. Me llevo en la piel y en el alma cada experiencia, cada singladura, cada recalada, cada ceremonia, cada abrazo al regresar de una misión. Me voy con el corazón pleno, con la frente en alto, sabiendo que di lo mejor de mí hasta el último día. Me retiro con la serenidad de haber intentado dar lo mejor de mí mismo y por ello con la satisfacción del deber cumplido, la mejor
recompensa que un militar puede esperar, así como con la certeza de que la Armada, a la que perteneceré hasta mi último suspiro sigue en manos de hombres y mujeres leales, valientes y preparados.
A quienes continúan en la Armada defended esta institución con inteligencia, con pasión, con integridad y con amor a España. La Armada no es solo una estructura militar: es una herencia, un espíritu, un compromiso con España y un ejemplo de valores.
Gracias a todos los que me habéis acompañado a lo largo de este viaje. Me voy, sí, pero seguiré, como he dicho, siendo siempre MARINO DE GUERRA en mayúsculas, porque uno no deja de ser lo que ha sido toda su vida, y yo, con honor y emoción, seguiré siendo parte de esta gran familia naval.
Me voy con el corazón lleno de gratitud. Gratitud por las oportunidades que esta vida me ha brindado, por la confianza que se ha depositado en mí, así como por el respeto y cariño que siempre he sentido de parte de todos
vosotros.
Me despido con orgullo por lo que he vivido y compartido con vosotros y con esperanza por lo que vendrá. Ahora comienza una nueva etapa, en la que me dedicaré a disfrutar de mi tiempo, de mis seres queridos y de esos proyectos personales que muchas veces quedaron postergados, como por ejemplo el golf.
«Aquí, donde se acaba el mar, he venido y aquí me voy a quedar»
No digo adiós, sino hasta luego. Porque, aunque me retire del campo de batalla, mi afecto y mis recuerdos quedarán siempre ligados a Ferrol y a los ferrolanos como he dicho en más de una ocasión; «aquí, donde se acaba el mar, he venido y aquí me voy a quedar».
Esta despedida no es un adiós: es una reverencia a una vida de servicio, y un compromiso eterno con los valores que forjaron mi carácter.
Gracias, de corazón. Ha sido un honor y un privilegio haber servido en la Armada, y en las Fuerzas Armadas, a España y porque no decirlo a esta ciudad de Ferrol, todo ello siempre apoyado y recogido bajo el excelso manto
de la Virgen del Carmen, la protectora de los hombres y mujeres de mar que me ha cobijado y llevado de la mano hasta estar hoy aquí, con el ruego de que siga protegiéndome en esta nueva vida que hoy comienzo».
Video de una sencilla despedida como AJAL:
Y allí en Madrid, sin un «acto solemne«, prácticamente en la intimidad, con los que formaron su equipo de trabajo el Almirante Ignacio Frutos Ruiz, se despidió humildemente, llevándose el aplauso de sus subordinados.